Lena Katelios: la mujer que tenía un acantilado justo al borde de sus ojos. Un comentario a partir de una reseña de Manuel Pérez Lorenzo
Al que lo haya cansado con mis artículos sobre la última novela de Arturo Pérez-Reverte, le recomiendo que no siga leyendo éste texto. Hoy no voy a hacer ningún análisis exhaustivo o debate sobre la misma, sino que decidí escribir algunas palabras sobre una reseña del libro que leí de casualidad hace poco y que me encantó, que me conmovió. Dejo el link por si quieren leerla:
"La isla de la Mujer Dormida", reseña de Manuel Pérez Lorenzo
Eso sí, citaré algunos fragmentos que me inspiraron a dedicarle un par de párrafos a la misma. Es raro que yo comente sobre reseñas escritas por otros, pero ésta me removió cosas por dentro. He leído todas las que los periodistas profesionales escribieron sobre la novela nueva de Reverte, excepto una, titulada "Mujeres en la orilla" y es porque el periódico en el que se publicó exige que te suscribas y mi salario no me lo pagan en euros. Pero me hubiera encantado leerla porque la escribió una mujer, una periodista que escribe para la revista Zenda y seguramente su perspectiva es muy distinta a la de los hombres que reseñaron "La isla de la Mujer Dormida".
Nosotras, tenemos una manera distinta de abordar éstas temáticas, eso me lo dijeron dos lectores cuando en la web dónde publicaba le dieron el carnet a mi colega mexicana, Jackie. Por fin no era la única fémina que escribía en ésa página llena de hombres. Ellos afirmaban que les gustaba que hubiera más mujeres publicando sobre heavy metal porque nuestra perspectiva y enfoque era diferente al de los varones. Y los dos son veteranos que llevan más de 30 años escuchando ésta música estridente y pesada que tanto amamos los metaleros. Reitero, me habría encantado leer qué fue lo que dijo ésta periodista sobre Lena Katelios. Porque fue la única mujer que escribió sobre ella.
"La mujer que tenía un acantilado justo al borde de sus ojos"
No hace falta que aclare de nuevo, que las mujeres son personajes muy importantes en la narrativa de Pérez-Reverte. Lo recalqué cuando me tocó hablar en la universidad sobre su obra a personas que no lo habían leído nunca y mencioné a Olvido Ferrara, de El pintor de batallas. Voy a citar un fragmento de la reseña de Pérez Lorenzo, que me motivó a dedicarle éste post:
"Lena no es una mujer, es una hembra, esa fuerza de la naturaleza atávica que nos hace a los hombres, no ya simples testigos, sino una suerte de esclavos que, como Fernando Fernán Gómez en su genial Stico, queremos serlo, o como Jordán se resiste hasta que cae en la cuenta de que, en realidad, no quería resistirse en absoluto. La única tentación seria es la mujer. Fuera del arte, de la filosofía, no hay más que la mujer, como cita a Leopoldo Alas, de su Aprensiones. Sobre todo, en esos momentos eternos en que te escucha como si uno fuese el único hombre sobre la tierra.
Cuando Lena le dice a Jordán, a cuenta de una canción francesa, que no todos los días se tienen veinte años, me parece oir a la Dietrich y su ojalá pudiera marcharme y volver hace veinte años, y, entonces, se traslucen en medio de esa luz griega mediterránea, el dolor de las heridas, la turbulencia y el desarraigo que han vivido tantas lenas en este mundo construido por hombres."
Siempre afirmé aquí, que yo no soy la persona más indicada para analizar a éste personaje femenino, créanme que me resulta más fácil hablar de Olvido Ferrara y Teresa Mendoza que de Lena Katelios. Lo que éste hombre escribió, Pérez Lorenzo, sobre la protagonista de "La isla de la Mujer Dormida" reafirma mi hipótesis de que la mirada masculina, la de los hombres, define a la baronesa rusa mejor que la suya propia. Es muy hermoso lo que éste señor escribió sobre éste personaje, al que considera la verdadera protagonista de la novela, más que el marino Miguel Jordán. La llama "hembra", poniéndola por encima de otras mujeres. Representa una tentación, como diría Alexis Grohmann, es una sirena. Me gustaría leer lo que el bueno de Alexis tiene para decir de ésta heroína revertiana, si es que elaboró alguna opinión al respecto.
Cuando terminé de leer la novela, llegué a la conclusión y a la certeza de que el olvido no existe -ese olvido al que Lena quiere entregarse, sin éxito- y que el dolor no puede apagarse con nada. Ni con drogas, escapadas a Syros, amantes ocasionales ni con el gramófono sonando a todo volumen. El dolor del desencanto, de la traición, se asume, se sufre y a la larga, te endurece, como a la baronesa Katelios.
Un hombre, un amigo que tuve hace algunos años, que no me conocía en persona, cuando le mostré una fotografía mía, de mi rostro, me dijo una frase que no me voy a olvidar nunca: "Tenés unos ojos muy bellos y expresivos. Lo que veo en ellos es tristeza, deseo y dolor". Nunca le dije los motivos que me habían llevado a tener ésa mirada. Los ojos no mienten, no pueden ocultar los estragos que arrastramos a nuestras espaldas. Soy una mujer reservada, mi hermana suele decirme que "me lamo las heridas sola, como los animales (como una loba, podría ser)". Y créanme, que casi nadie, me conoce como ella. Veintiocho años de convivencia te llevan a saber cómo es el otro.
Los héroes con los pies de barro
"La soledad de una mujer derrotada es terrible e irreparable y de esas certezas que he adquirido con mi vida nace el personaje de Lena"
"La mujer es menos afortunada cuando llega el momento de la derrota"
Arturo Pérez-Reverte
"¿Quién es Lena?", le preguntan a su creador, en una entrevista del medio Gatrópolis. Él responde:
—Lena la esposa de un millonario, dueño de la isla, llamado Pantelis Katelios. Ella es la que lo convierte en alguien singular. Y esa es la historia que hay de fondo en la novela, la que me ha llevado a desarrollar la parte central. Ella forma parte de algo muy habitual en mis novelas. Es la mujer que ha dejado su vida, su trabajo, por seguir a un hombre, del que se enamora porque proyecta en él sus sueños y sus ilusiones. Y lo sigue. Es un tipo que no es nada pero que ella se ha inventado. Pero un día, ese hombre, por la edad, por la vida, se resquebraja. Y cae. Se encuentra con tres posibilidades: se va y lo deja, pero no es algo que se plantee después de haber sacrificado su vida por él; se va pero antes se venga, le pasa la factura por los años perdidos y malgastados por él; o, cuando ya tiene perdida su vida, sin posibilidad de rehacerla, está derrotada, mantiene una relación con Miguel Jordán. Ella es una mujer peleando en un mundo de hombres, sin la esperanza de recuperar su vida. Su deseo es vengarse del hombre con el que convive. 'La isla de la mujer dormida' es la historia de una mujer derrotada que se venga en un mundo de hombres."
Terminé con el corazón hecho pedazos al leer el final del libro. Comprendo que es coherente que terminara así, pero me hubiera gustado ver a Lena y a Miguel Jordán juntos, como Teseo Lombardo y Elena Arbués. Pero yo no soy la autora del libro, sólo una simple lectora. Es un final triste y melancólico. Doloroso.
Me quedo con una frase de la reseña que me llevó a escribir otra vez sobre ésta novela. Prometo que será la última, al menos aquí. Lena es una mujer con un acantilado al borde de la mirada. Está al borde de la cornisa, a punto de caerse a un precipicio. Es curioso que sean dos hombres los que lo percibieron: el autor de la reseña y Arturo, el que la creó y transformó en literatura.
Una vez, unos amigos reseñistas, de otros países, me preguntaron cómo era yo, físicamente. Nos estábamos conociendo las caras. Tuve que describirme: "Rubia, alta, pálida, ojos oscuros". Porque no quiero parecer egocéntrica o narcisista, no voy a comentar las reacciones que tuvieron cuando finalmente, vieron mi rostro. Estoy acostumbrada a que los hombres me elogien por mi aspecto físico -o a que me acosen en las discotecas cuando están pasados de alcohol, lo cual es muy molesto-, pero a veces, puede resultar un poco incómodo. Hubiera sido mejor para mí, como reseñista, que nunca me vieran la cara. Más de una vez, deseé ser un hombre y no una mujer cuando reseñaba en la otra web. No todo el mundo, te toma enserio, algunos solamente te ven como a una cara o un cuerpo bonito. He roto unos cuántos corazones en mi "carrera" como reseñista musical. Pero no voy a hablar de esto hoy.
Adónde quería llegar con ésta idea, es que cuando me describí, no me di cuenta de que mis ojos reflejaban dolor, tristeza y deseo, como dijo el hombre que vio aquella fotografía mía, que me la tomé en plena pandemia. Tenía los ojos maquillados con sombra dorada y cobre, los labios pintados color bordó, posando seria porque nunca sonrío en las fotografías. Y miraba de frente, fijo. Para él, yo también lucía como una mujer con un acantilado al borde de los ojos.
Por último, voy a comentar una anécdota que me causa un poco de gracia: mi madre, el otro día, se enfadó conmigo por una cuestión doméstica. "¡Me tenés podrida limpiando el cuadro de ése gallego! Todos los días, estás limpiándolo y sacándole brillo. ¡Es lo único que limpiás!" me espetó, furiosa, refiriéndose al único portarretrato que hay en mi dormitorio. Soy una pésima ama de casa, les cuento. Pero a los tesoros, los cuido, aunque la fotografía en la que estoy a metro y medio del creador de Miguel Jordán, Lena Katelios, Teresa Mendoza y tantos otros más, se vea poco nítida y un tanto oscura, porque la luz de la sala no era buena.
Uno de los pequeños anhelos que tengo para éste 2025 es tener la novela con la mujer al borde del acantilado en la portada firmada por la mano del hombre que creó a aquella mujer dormida, la peculiar habitante de Gynaíka Koimisméni. Tengo ganas de volver a ver aquella sonrisa radiante como la de un niño, un adolescente y los ojos verdes que vieron el dolor de una mujer que nunca va a triunfar, que camina sola -que está rota, destrozada- y que a pesar de las heridas, pudo amar por un tiempo breve a aquel marino mercante rubio, alto, fuerte como un vikingo, tal vez poco imaginativo, pero dulce y tierno, que la hizo sentir viva de nuevo.* Y que nunca va a olvidarse de él y de su abrazo junto a la playa bajo la luz de la luna. Desnuda y temblorosa, le confesó el miedo que iba a sentir cuando él se fuera, cuando la abandonara. Y a éste punto, ya no puedo escribir porque siento un nudo en la garganta y se me llenan los ojos de lágrimas.
*Me he quedado con las ganas de leer otra escena íntima de Jordán y Lena, pero ya me he dado por vencida. Ni siquiera va a haber una reescritura, una nouvelle, un cuento... 😔 Nada. Voy a imaginarme que tuvieron una como la de Teseo Lombardo y Elena Arbués, sin bofetadas y seré feliz.
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