Lo que es moda e incomoda... una reflexión sobre los stilettos

 Una reflexión a partir de la lectura de un artículo periodístico de Luciana Peker


"Lo que es moda e incomoda" - Luciana Peker


La periodista argentina Luciana Peker


¿Porqué nunca uso stilettos, más conocidos como sandalias con taco aguja?  Aquí tienen la respuesta...


Fue en la universidad, a los veintitantos años, cuando aprendí el verdadero significado de la palabra feminismo. Yo no la conocía, mucho menos la escuché en los colegios ultracatólicos y conservadores en los que estudié, a los que me envió mi madre porque es creyente y además, las cuotas eran mucho más económicas que en las escuelas privadas laicas. Todavía recuerdo con rabia el acto de egresados de la secundaria, en el que el simpático Monseñor Obispo a cargo de la institución nos prohibió a las chicas usar vestidos para nuestra fiesta de graduación. No vaya a ser que mostrar los brazos y las piernas incentivara a pecar a los varones de la otra escuela -con los que ya habíamos ido a las discotecas y algunos eran amigos de mis compañeras, a pesar de que no cursábamos en el mismo espacio físico-. Así que entre el Monseñor y la directora, nos obligaron a vestirnos de secretarias ejecutivas, con camisa y pantalón de vestir -con sólo 17 años- para recoger el diploma y la medalla. 

La cuestión es que cuando crecí y estudié en una universidad pública y laica -¡Por fin, basta de misas los jueves, de rezar el ángelus, el rosario y demás parafernalia!- comencé a leer sobre feminismo, porque allí me dieron un par de textos al respecto. Así conocí a la historiadora marxista Gerda Lerner -la autora del magnífico "La creación del patriarcado", donde la señora nos explica que el hecho biológico de ser madres y las tres religiones monoteístas fueron el motivo de nuestra perdición y subordinación por siglos- , a la rebelde francesa Virginie Despentes y su "Teoría King Kong", a la italiana Silvia Federici y su "Calibán y la bruja", entre otras...




Como es un tema que me interesa por razones personales, decidí seguir incursionando en la materia, leí por mi cuenta a Mary Beard, a las españolas Nuria Varela y Esther Vivas (autora de "Mamá desobediente", cuando una de mis amigas fue madre quise saber más por lo que estaba pasando), a las argentinas Rita Segato -antropóloga que investigó los femicidios en Ciudad Juárez y las violaciones masivas en contextos bélicos o en países latinoamericanos como Brasil o El Salvador- y la politóloga María Florencia Freijo... y si todavía no leí a Simone de Beauvoir y a otras más es porque no hubo tiempo, pero ya habrá...

También conocí los textos de la periodista Luciana Peker, de la cual leí uno de sus libros y varios de sus artículos periodísticos, que publica en el periódico Página/12. Aunque no concuerdo con algunas de sus posturas y opiniones -como meter política partidaria en sus libros de ensayos, ahí no comulgo- , en otras, estoy de acuerdo y creo que algunos de sus artículos dan lugar a una profunda reflexión. Me gusta cuando habla de las "mujeres deseantes" que no tienen miedo de "ir al frente", cuando cuestiona el mandato de la maternidad en las mujeres argentinas ("Ser mujer no es ser madre") y el deplorable accionar de una periodista de la revista ¡Hola! cuando interrogó y hostigó a la bailarina Paloma Herrera porque decidió dedicarse a su carrera profesional y no ser exclusivamente esposa o madre. También me interesa cuando Peker habla de temas que nos interpelan a todas las mujeres: la moda. De ahí, me llamó muchísimo la atención su artículo "Lo que es moda e incomoda" , en el que escribe sobre la afición femenina a los zapatos con tacos. A esos instrumentos de tortura para los pies llamados stilettos (ésta opinión es mía, aclaro y me hago cargo).

También quería mencionar, que a pesar de éstas lecturas y mi interés en éste asunto del feminismo, nunca pude agruparme  (o participar en conversaciones) con mis compañeras de la universidad para debatir éstas cuestiones. Porque para algunas -las que militaban en partidos políticos, por ejemplo- yo era una "mala feminista". No uso el lenguaje inclusivo, no me corto el cabello como ellas, no soy capaz de escribir una buena reseña del libro de Gerda Lerner (me acuerdo cuando una compañera mía, ardiente militante de izquierda, desdeñó y criticó mi reseña del libro, que me había pedido como tarea un docente) y para colmo, tenía el descaro de maquillarme -con sombras para ojos y labiales de todos los colores habidos y por haber: rosa, rojo, marrón, coral, púrpura, bordó... Amo los lápices labiales, tengo más de una docena.- , de vez en cuando usar sandalias o botas con tacos y aclararme el cabello un par de tonos más. "¡Una rubia no puede ser jamás una buena feminista, no señor!", pensaban ellas, mirándome con profundo desprecio, ya sea por el color del cabello, el maquillaje o porque leo autores diversos. 

Una vez me acusaron de ser "macrista" por leer a Borges... Con eso, les digo todo. 😓 Cuando empecé a estudiar, pensé que la uni era un lugar donde una era más libre y podía mostrarse tal cual era sin que te juzguen... pues no fue así, lamentablemente. Todas éstas aficiones mías a arreglarme eran un "impedimento para luchar contra la opresión del patriarcado". No importa lo mucho que yo leyera, lo que importaba era que no vestía el uniforme ni aclamaba a los políticos de turno.

A mí me interesa leer sobre los derechos de las mujeres y reivindicarlos (para comprender nuestra historia), no ser parte de una secta. Hay gente que le tiene miedo a la palabra feminismo, sobre todo los hombres, pero no deberían meternos a todas en la misma bolsa. Yo tengo un amigo varón que critica mucho éstas cuestiones, hasta dijo que "el feminismo no tendría que existir" y demás tonterías y sigue siendo mi amigo, el único que hice en todos los años que estudié en la universidad. Al menos él no me criticaba por maquillarme y por aclararme el cabello. Hay mucha hipócrita sectaria en ciertos ambientes. Se calzan la bandera del feminismo radical y después son las menos solidarias con sus congéneres. De esto, de la competencia y el desprecio entre mujeres, de apuntar con el dedo quién es buena feminista y quien no lo es, habla Florencia Freijo en su libro "Maleducadas" (Planeta,2020), si le pasó a ella, que tiene formación y está especializada en eso, no me quiero ni imaginar lo que nos queda para las demás...


Advertencia: opinión en modo Cersei Lannister*


*Tengo un colega español que afirma que cuando me enfado y escribo una reseña negativa de alguna banda de metal, me comporto como Cersei Lannister. Bueno, cuidado porque hoy me levanté en modo Cersei.

Hoy estoy de talante a lo Cersei Lannister -la villana de Juego de Tronos- y les advierto a los lectores que voy a ponerme áspera, afilada e irónica con mis opiniones. Al que sea demasiado susceptible a la honestidad y crudeza, mejor que no siga leyendo éste artículo...

Tengo la suerte de ser una mujer alta, considerando la estatura promedio de mi país (1,60mts, para las chicas). Por cuestión de herencia genética de mi familia paterna mido más de 1,70mts, lo cual me permite, entre otras cosas, ir al campo en lugar de la platea en un concierto de heavy metal y poder ver a los músicos en el escenario (como cuando asistí al recital de Helloween en el Estadio Luna Park). Estaba rodeada de fanáticos de la banda, la mayoría eran hombres, pero las novias de algunos, otras chicas como yo, se quejaban de que no veían absolutamente nada. Yo sí podía ver, aunque a veces tenía que ponerme en puntas de pie y tuve la suerte de poder contemplar a cuatro o cinco metros mío, en la pasarela, a Kai Hansen, Michael Kiske y Andi Deris. 



Helloween en Argentina. Octubre 2022. ¡Cómo echo de menos los recitales!

Pero eso es otra historia. Volvamos a las sandalias con tacos o tacones. Cuando voy a la peluquería y miro a las señoras que me atienden -que están todo el día de pie, trabajando- , calzando sandalias con tacos de 10 cm, les pregunto cómo hacen para soportarlos. La respuesta es siempre la misma: quieren verse más altas. Claro, yo no tengo ese problema. Mido lo mismo que varios hombres e inclusive, a algunos los supero en estatura. Les sacaba una cabeza a la mayoría de mis compañeras de la escuela y más tarde, de la universidad. Recuerdo que en las fiestas con mis amigas de la escuela, cuando era una adolescente, les llamaba la atención a los jugadores de básquet -chicos de nuestra edad, aclaro- del club local. 

O sea, yo no necesito usar zapatos con tacos para verme más alta. Aun así, por cuestiones familiares, sé distinguir un calzado de cuero vacuno de verdad y otro de cuero sintético, que no lo es. Tengo un placard, un armario, con tres o cuatro cajas de sandalias (stilettos, esos de taco aguja) que me regalaron hace varios años. Un par es rojo, otro animal print, otro negro, de fiesta. No los uso nunca. No tengo el piecito de una Cenicienta, sino el de una Anastasia. Calzo 40 y esos zapatitos súper incómodos me resultan inaguantables. Sí, sé que son bonitos, sé que lucen elegantes. Pero no son cómodos y prácticos. No estoy dispuesta a caminar con ellos ni en la peor de mis pesadillas. 



El tipo de calzado que junta polvo en mi placard. Éste artefacto malvado fue diseñado para torturar los pies de las mujeres 😂


El taco de plataforma, mi mejor amigo


Éstos sí que son hermosos 💓 Suela de madera (bien firme) y cuero




11 centímetros. Éste es el tipo de sandalias que sí me gusta usar. A modo ilustrativo, son de la marca argentina Grimoldi. Tacos razonables y no del todo incómodos, para no quebrarte un tobillo a la hora de caminar. ¡No odio a todos los tacones, sólo los stilettos!


Antes que calzarme un par de stilettos, prefiero utilizar sandalias con tacos de plataforma. Tengo dos o tres pares de ése tipo: unos marrones, con taco de madera (10 cm, los usé dos o tres veces en mi vida, una de ellas en mi fiesta de graduación del secundario), otros negros, de 12cm (que son de mi hermana y alguna vez me los prestó) y otros que me compré yo, (negros con tachas, de 10 cm) para ir a las discotecas (desde la pandemia, no he vuelto a pisar una, pero da igual). Solamente uso calzado de éste tipo en algún evento especial: una fiesta de cumpleaños, una ponencia en la facultad, una salida al baile por la noche... Son mucho más cómodos y prácticos que los famosos tacos aguja. Jamás en la vida van a verme calzando un par de ésos aparatos de tortura para pies llamados stilettos. Mi padre solía decir, con amplio conocimiento de causa, que "los pies duelen en la cara". Tiene razón.


"Demasiado alta..." 


Además, hay otro motivo por el cual casi nunca uso calzado con taco alto -del tipo que sea- en mi vida cotidiana. En algunas ocasiones, recibí comentarios molestos y casi ofensivos al respecto. Cuando utilizo éste tipo de calzado (ya sean tacos de 5cm a 10cm) supero el metro ochenta de estatura. Esto me ha causado discusiones con ex novios machistas que me decían, horrorizados e indignados: "¿Cómo vas a ponerte eso? ¡Estás más alta que yo! ¡Deberías sacarte esas sandalias y ponerte otras más bajitas!". 

Pero no sólo fue eso. En la facultad, al utilizar las citadas sandalias con tachas, de taco de plataforma -¡Imagínense si eran stilettos, pobre de mí!- escuché las risitas burlonas de mis compañeras de clase, que con tacos, les sacaba dos cabezas de estatura. O si no, tuve que oír el insolente comentario de una compañera, la aduladora profesional de los profesores, que me dijo, con desaprobación: "Estás demasiado alta". Y juro que no tenía puestos unos zancos de 12 cm, eran sandalias con taco de madera de 5 o 6 centímetros. Pero claro, rozaba el metro ochenta. Yo pensaba, cansada, furiosa e indignada: "¡Hermana, yo no tengo la culpa de que vos midas un metro cincuenta! ¿Qué tengo que hacer al respecto, cortarme las piernas para ser más bajita?". 


Comprenderán lo molesto, irritante e incómodo que puede llegar a ser que te miren como a una gigante, una jirafa o un extraterrestre. Que te hagan comentarios y te aclaren que no lucís como una mujer pequeña y delicada. Cuando le comenté a otra compañera mía -otra rubia de apellido alemán que es más alta y grande que yo, inclusive- , me dijo, indignada: "¡Eso te dijo...fulana! ¡No le hagas caso! ¡Vos ponete todos los tacos que quieras! ¡Dice eso de envidiosa, porque es una enana, además de ser una creída insoportable y una chupamedias de los profesores!" . 

Bueno, éste es uno de los factores por los cuáles no sé caminar con taco aguja, ni me interesa aprender, aclaro, porque yo no quiero ser un maldito florero de exhibición. No los uso nunca. Inclusive, en invierno, cuando me gusta usar botas altas con taco grueso (más de 6cm no tienen) también recibí observaciones de un amigo varón, que estaba molesto por mi elevada estatura: "¡Ahora estás más alta que todos!", me dijo, incómodo y herido en su masculinidad. ¿Cómo una mujer va a ser más alta que él? Ahí lo tienen. No puedo usar ni 5 o 6cm de taco que ya recibo comentarios y quejas al respecto. Por ese motivo me gustan los hombres altos, que no andan lloriqueando cuando la mujer que los acompaña no es una pequeña y delicada liliputiense que no los "amenaza" con su estatura.


Las mejores amigas de una estudiante... Las Converse All Star, y las Puma de cuero


En mi armario, tengo zapatos de todo tipo. Hay botas con taco, sandalias estilo stiletto, de plataforma de madera... Lo que más usaba en mi época de estudiante eran zapatillas (de lona en verano, mis adoradas Converse All Star negras) o de cuero en invierno, me gustan mucho las Puma blancas o negras, sobrias. No soy fan del calzado estrafalario y colorinche. Cuando he ido a la zapatería de compras y quise traerme unas Adidas de cuero blancas, no conseguí talle y las únicas que me suelen ir bien de horma son las de marca Puma. Tengo que comprarme modelo de hombre, porque para mi talla no hay de mujer.

Las zapatillas que más me gusta usar en verano. Con la edad que tengo, ya no uso botitas, pero sí las que son bajas. Las descubrí a los 13 años y se convirtieron en mis favoritas. Tuve de cuero, negras, azules... 


Para ir a cursar a la facultad, tenía que tomar dos colectivos -o autobuses-, viajando de pie como sardina enlatada y vigilando que los pungas no me robaran la billetera o el teléfono celular, caminar por avenidas transitadas, subir dos pisos de escaleras (sin ascensor) para llegar al aula... 

La mujer que camina por la vida con stilettos sabe conducir y tiene un automóvil propio. ¿A quién en su sano juicio se le ocurriría usar tacones aguja de 10cm para ir a la universidad? Ni mis profesoras, que venían en tren desde la Capital, lo hacían. Queremos comodidad y practicidad. Soy una mujer que vive en el siglo XXI, no en el siglo XIX -o principios del siglo XX-. Quería poder correr para alcanzar el colectivo que me llevaba a casa a las 22hs. Quería poder caminar rápido las tres cuadras que separan la avenida principal hasta mi casa, cuando no hay un alma en la calle y la noche está oscura como boca de lobo. No quería torcerme un tobillo subiendo y bajando pisos de escaleras cuando el ascensor de la universidad no funcionaba -que era casi siempre-.

Y eso no quita que no me gusten las sandalias, que no piense que son bonitas, femeninas y elegantes. Alguna que otra vez me he fotografiado para seducir a algún caballero utilizando éste tipo de calzado de 10 o 12cm. Como toda mujer, sé utilizar mis encantos cuando la ocasión lo requiere. No soy una puritana ni una feminista fanática.

Pero en la vida real y cotidiana evito el calzado con taco elevado. Huyo de los stilettos como de la peste. No me gustan. No los soporto. Yo les sugeriría a los hombres que son fans de éstos odiosos aparatos, que hagan la prueba de calzarse unos y caminar un par de cuadras con ellos, a ver cómo se sienten. Que sepan lo bonito que es hacer malabares para no caerte y romperte un pie. Que sepan lo hermoso que es tener el pie en una postura antinatural y que se te achicharren todos los dedos. No tienen idea del dolor físico que se siente al calzar uno de esos incomodísimos e infernales stilettos. Hay mujeres que lo soportan, que lo hacen sin protestar para gustarle a los hombres y para complacerlos. Porque quieren verse lindas, quieren verse más "femeninas". No las juzgo, cada cual hace con su vida y con sus pies lo que se le da la gana. 

Pero yo no, no señor. Yo me niego. Prefiero caminar segura y estable con un par de tacos gruesos y razonables, o con calzados directamente sin taco, que andar tambaleándome por la vida y padeciendo con esos zapatos para complacer o lograr la mirada admirativa del sexo masculino. Yo no soy ése tipo de mujer, que quede bien claro. 😑Nunca voy a sacrificar mi comodidad por nadie. Mucho menos, por un hombre. Respecto a ésto, solamente deseo ser honesta y sincera, aunque sea una honestidad tal vez cruel y poco simpática. 

Y sí, cuando me enfado puedo ser tan malvada, colérica y feroz como la citada Cersei Lannister o su antepasada directa, Milady de Winter. No hay nada más peligroso que una mujer herida y créanme, los que dicen esto, no se equivocan. Puedo negociar utilizar un par de tacos con plataforma -tampoco soy una extremista, que conste-, pero no me pidan que use tacos aguja. ¡No, por favor! Con éstas afirmaciones del párrafo anterior, no es mi intención herir o lastimar a nadie, -😇 - pero me gustaría dejar en claro -para los que no me conocen personalmente o tal vez, ni siquiera demasiado- lo que soy y lo que no soy, al menos respecto a éste pequeño asunto de moda femenina y calzado. Porque aunque los hombres no lo crean - tengo amigos varones, así que sé muy bien como piensan, son mucho más simples y "menos complicados" que nosotras- cómo se viste y también lo que calza una mujer, lo que lleva puesto en los pies, a veces dice mucho acerca de ella.


Las "botas de Amy Lee"...



Amy Lee, vocalista y compositora de Evanescence


Mi calzado favorito de invierno son los borcegos de cuero estilo militar, negros o marrones. También tengo unas botas altas de cuero negras que me llegan hasta la mitad de las piernas, son cálidas, cómodas y abrigadas. Las "botas de Amy Lee", las llama mi madre. No son bellas, ni femeninas ni elegantes. Pero cumplían su función cuando estudiaba en el frío campus de la facultad en pleno invierno, es el tipo de calzado que me encanta usar. Sé que si llegaran a la Argentina y si pudiera, me compraría unas Doc Martens como las que usan PJ Harvey y la periodista musical británica Caitlin Moran. 


Polly Harvey, multiinstrumentista y compositora inglesa 



Polly fotografiada por María Mochnacz. Su disco "To Bring You My Love" es uno de mis favoritos de toda la vida. 



Yo soy fanática del rock, del heavy metal. No me interesa ser una muñequita delicada y ultra "femenina" para exhibirme y recibir miradas masculinas de admiración. Tampoco soy una femme fatale a lo Britney Spears como mi amiga de la secundaria -que era modelo y le ponían libros en la cabeza para que aprendiera a caminar con zapatos de tacos aguja-. Soy una chica dura, de carácter fuerte, impulsivo y aguerrido -por algo soy de Aries, signo regido por Marte, el dios romano de la guerra😁-  a la que le gusta ir a recitales de heavy metal en los que hay guitarras estridentes y voces poderosas, donde los stilettos no son cómodos ni ideales para recibir pisotones en el medio del campo. Mi personalidad y mis gustos musicales no encajan para nada con el uso de esos zapatitos incomodísimos que te destrozan los pies. 




Las Doc Martens británicas que se calzaban Polly Harvey y Caitlin Moran. Tengo dos pares similares a ésos y son lo más cómodo, abrigado y canchero que puede haber. Mis zapatos favoritos para usar en invierno.

La cuestión es que cada mujer es libre de ponerse lo que se le da la gana en los pies. Ésta es solo mi opinión y experiencia personal. Sí me gusta usar sandalias con plataformas de vez en cuando ¿A quién no le gusta, si son elegantes y quedan lindas, si te "estilizan"? pero le digo un rotundo NO a los stilettos. No sabría ni cómo caminar con ellos sin quebrarme una pierna o torcerme un tobillo. Por lo menos, tengo la suerte -gracias a parte de mis ancestros- de poder afirmar con desdén y un poquito de arrogancia (o bastante, tal vez), a lo Cersei Lannister: que no, no los necesito para lucir más alta de lo que ya soy. Y que no soy menos mujer que nadie por eso. 




La periodista musical británica Caitlin Moran, quien escribía en la revista Melody Maker y fue una de las principales reporteras que cubrió el fenómeno del britpop en los noventa. Escribió algunos libros de ficción divertidísimos, como la trilogía de Johanna Morrigan, "Cómo se hace una chica", traducido y publicado por la Editorial Anagrama.



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