La Segunda Vida de las Flores - Jorge Fernández Díaz

 Los hombres, también sufren por amor... y le tienen miedo al rechazo





Fecha de publicación: 2009
Editorial Sudamericana
Narrativa, novela 



Hoy voy a hablar de una novela que leí hace unas semanas, en apenas tres días. No podía soltarla, porque me dejó fascinada. No me sorprendió haberla leído con tanta voracidad, porque ya me había pasado antes con otros libros de crónicas o aguafuertes sentimentales de Jorge Fernández Díaz ("Corazones desatados"  y "Te amaré locamente") o con su novela policial "Cora", que reseñé el año pasado, pero sí me quedé admirada de la capacidad y el talento de éste autor argentino para convertir experiencias personales en literatura.

"La Segunda Vida de las Flores"
es un libro con tintes biográficos, una mixtura entre novela y autobiografía
, en la que Fernández, el autor del libro -periodista y escritor- es el protagonista de la historia. Nos relata, en primera persona, sus vivencias con diferentes mujeres a las que conoce tras la disolución de su matrimonio de veinte años. Por lo tanto, es un libro que trata sobre el amor, la pasión y los vínculos sentimentales entre seres humanos, en éste caso, de las relaciones de pareja. Tras su separación, la editora y amiga de Fernández, Patricia, lo ayuda a alquilarse un departamento de soltero en Palermo, el barrio de su infancia -los que leyeron "Mamá" ya lo sabrán- y allí comienza su vida (a los cuarenta y tantos años, poco antes de que éste libro se publicara) de hombre separado o divorciado, soltero. Al verse solo en su departamento, Fernández afirma que "Una casa sin una mujer no es un hogar". Qué frase más hermosa, contundente y honesta. 


Las chicas del Montecarlo




Cuando Fernández se muda de vuelta a Palermo, frecuenta un bar que existe en la vida real, llamado Montecarlo. Es un lugar famoso, notable, que lo frecuentaba el revolucionario Che Guevara, está ubicado en la calle Paraguay 5499, en la esquina de Emilio Ravignani, en el barrio de Palermo Hollywood, uno de los más caros, cosmopolitas y exclusivos de la ciudad de Buenos Aires. Un lugar muy diferente al Palermo Pobre de su infancia, reconoce Fernández en la novela. Yo no lo conozco en persona al Montecarlo, tuve que buscarlo en Internet, porque como nací y me crié en el conurbano bonaerense, hay muchas referencias a ciertos lugares, que se me escapan. De Palermo, conozco lo básico: el Planetario, el Jardín Japonés, La Rural -donde se hace la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires todos los años- el Zoológico, que ahora es un ecoparque y poco más... Lo cierto es que si un porteño o alguien que vive hace muchos años en Baires, lee éste libro, va a identificar éstos bares, restaurantes o lugares al instante. Mis padres me llevaban poco a la Capital cuando era niña -mi padre siempre prefirió el Interior, el campo- y hoy en día, si voy sola, me pierdo, conozco poco, no me oriento bien en la City. 

La cuestión es que menciono el bar Montecarlo porque allí es donde Fernández, conoce a algunas de las "chicas" que va a mencionar en la novela. El narrador nos cuenta sus relaciones amorosas -o sexuales- con diversas mujeres: una compañera del gimnasio, una "Colorada" (que estaba casada con hijos, aunque él no lo sabía), Lola, una contadora amiga de su editora, Patricia, y por último, Milagros, una fotógrafa mexicana de la cual se enamora. Con casi todas ellas va a tener relaciones pasajeras, que no llegarán a convertirse en un noviazgo o una pareja estable. Luego de algunos encuentros o meses, el narrador terminará su vínculo con ellas. Algunas, como la Colorada y Lola, encontrarán otras parejas y hasta se casarán.

Sólo hay una mujer de todas las que Fernández conoce en su nueva vida de soltero que se robará su corazón: "Mili", como la apoda el narrador, es una turista, morena de ojos grises (parecida a la mujer de la portada del libro), con un acento mexicano dulce, le pide a uno de los camareros del bar que le presente al escritor, porque era un periodista famoso, conocía el barrio y podía ser un guía turístico para ella. Ésta joven mexicana era muy diferente a las otras mujeres con las cuales el narrador se había relacionado antes. Delgada, flexible, con "pecho escaso, casi de muchacha" (como la Lena Katelios de su amigo Pérez-Reverte), Milagros será la protagonista absoluta de la segunda parte de la novela y la fémina más importante e interesante de La Segunda Vida de las Flores. Es un personaje complejo -si entramos en el pacto ficcional, porque el autor afirma que ella sí existió- contradictorio, misterioso, repleto de dolor y cicatrices. Es una chica que tiene serios motivos para vengarse de un familiar que la abandonó y que no es clara ni sincera con Fernández respecto a los motivos que la habían traído hasta la Argentina. No vino a hacer turismo, a sacar fotografías ni a hacer un trabajo sobre el barrio de Palermo, sino a encontrar a alguien, no ahondo más para no dar más spoilers, por si alguien quiere leer el libro.

El autor utiliza en la novela una estructura de relato enmarcado, porque el narrador comienza a relatarle sus peripecias amorosas a un dermatólogo amigo, vecino de Palermo, el doctor Lalo Frangolini, un anciano de 80 años que fue un mujeriego empedernido, un eficaz seductor que había coleccionado amantes en su juventud, aunque decidió permanecer soltero. Lalo nunca se casó ni tuvo hijos y le pide a Fernández que lo acompañe a los bares y a los bailes de tango para sus últimos coqueteos con señoras. Éste carismático personaje, para el narrador, encarnaba al galán que conocía a la perfección el arte de la seducción y cómo conquistar a las mujeres, lo cual, Fernández considera que no es nada fácil. 

La Segunda Vida de las Flores
no sólo es una novela autobiográfica sino que también aparecen leyendas urbanas del barrio de Palermo, aquel desaparecido Palermo Pobre, hoy devenido en Palermo Hollywood, que en la actualidad atrae a turistas europeos y norteamericanos. Ése detalle, el de incluir éstas antiguas historias del barrio, me pareció genial, porque ayuda a contextualizar la importancia de aquel lugar para el narrador y nos lleva a los lectores, con auténtica maestría, a ésa época que ya no existe.  También resalto el carisma de otros personajes que aparecen, como el profesor de ajedrez amigo de Fernández, Amapola, una misteriosa modelo de dibujantes, entre otros. 


El bar Montecarlo de Palermo que frecuentaba Fernández. 


En Lola, la contadora, reconocí a alguna que otra amiga mía, que se puso en pareja y tuvo hijos no tanto por deseo propio o amor, sino por cumplir con el mandato social. Y después, se arrepienten y sufren las consecuencias porque son infelices. El autor aborda una temática que sigue muy vigente en la sociedad, tanto como en la época de Jane Austen, en la que la señora Bennet estaba desesperada por casar a sus cinco hijas antes de que llegaran a los veinticinco. Una mujer que llega soltera a determinada edad, en la Argentina -y me imagino que en otras partes del mundo también- es considerada una fracasada. No importa que tengas un título universitario, como Lola, o un buen empleo, si llegás a los cuarenta y no tenés un hombre a tu lado, te van a mirar como a un extraterrestre o a un bicho raro. Ésta contadora le confiesa a Fernández que se casa con el mejor candidato, aunque no lo amaba, en una escena muy triste pero a la vez muy realista de la novela. Tal vez por hablar de éstos temas en sus novelas me cautiva tanto la literatura de Fernández Díaz, él se da cuenta de ciertos detalles de cómo piensan y sienten las mujeres, que otros escritores hombres pasan por alto. Y leer a un varón que sabe mirarnos, es una experiencia fascinante y emocionante. 



"Los niños grandes que necesitan afecto": ellos también sufren por amor



Mr. Darcy, el galán más famoso de la literatura occidental, también fue rechazado por la mujer que amaba, Elizabeth Bennet. 


Lo que más me interpeló de "La Segunda Vida de las Flores" es que es una novela que más allá de las mujeres, trata sobre los hombres y su relación con ellas. Fernández se emborracha, llora y se deprime por haber perdido el amor de una mujer o por anhelarlo. Sufre porque desea a Milagros y ella lo ignora, evita tener intimidad con él, a pesar de que salían juntos a todos lados hacía más de un mes. Se siente rechazado y eso lo destroza emocionalmente. Éste libro nos demuestra que no todos los hombres son unos insensibles incapaces de amar y desmiente el hecho de que carecen de empatía o responsabilidad afectiva, como se dice ahora. 

El narrador y protagonista, el periodista y escritor, relata sin tapujos el dolor físico y emocional que le provoca el amor no correspondido por la fotógrafa mexicana. No le alcanza con compartir intimidad física con ella, no le alcanza con el sexo, porque lo que más quiere, más desea y anhela es ganar su corazón. "¿Me querés?", le pregunta a Milagros, en un momento muy erótico de la novela. Él se muestra como "un niño grande que necesita afecto", así se describe Fernández a sí mismo y a los hombres en general. 

"Las mujeres son inasibles", dice el narrador. Sostiene que cuesta conservarlas a su lado, que ellas se van. Por éste motivo, en una escena erótica de la novela (bellísima, muy bien escrita, hay que decirlo), Fernández describe cómo trata de complacer en la cama a la fotógrafa mexicana, y se propone "otorgarle el mayor placer físico que un hombre podía darle a una mujer". Él afirma que en ése momento, la prioridad no era su satisfacción sexual, sino la de Milagros. De ésta manera, siendo un buen amante, el hombre intentaba conservar a ésta mujer a su lado, pero aún así, el sexo no alcanzó porque ella se fue de todas formas. Las mujeres son inasibles. Nunca lo había pensado así. Lo enriquecedor que tiene no quedarse encerrada en un nicho -como mis antiguas compañeras de la universidad- y también leer escritores hombres, es poder percibir cómo nos ven ellos. 



Todas alguna vez, fuimos como "Mili": los hicimos llorar cuando les dijimos "no"


Cho Chang, la chica que le gustaba a Harry Potter en el libro El Cáliz de Fuego. Él la invitó al baile de Navidad y ella le dijo que no... porque antes había aceptado la invitación de Cedric Diggory. Le rompió el corazón al muchacho. El mago más famoso de la literatura juvenil también sufrió por amor.



Jorge Fernández Díaz tiene una habilidad, un talento especial para abordar en su literatura los vínculos en las relaciones de pareja, para hablar de los sentimientos y las pasiones que mueven a las personas, y no todos los escritores varones la poseen. La Segunda Vida de las Flores me ayudó a comprender más a los hombres, mientras leía el dolor que le causaba a Fernández la distancia de Milagros, la fotógrafa mexicana y las lágrimas que vertió a causa de ella, pensaba, un poco incómoda y desconcertada: yo también, como Mili, hice llorar a un hombre que me amaba -o al menos, me lo decía-  y se moría de deseo por mí, al decirle: “No, así no”, cuando quiso que pasáramos a terrenos más íntimos y carnalesY era un tipo duro, créanme, de ésos que no se dejan intimidar fácil. Lo hice llorar como a un niño, a una criatura, con mi rechazo. Le destrocé el corazón en pedazos diciéndole que “no”, porque no me gustaba la manera en la que había abordado éste asunto tan íntimo y personal. Sé que no lo hizo con mala intención, sólo era un hombre apasionado y un tanto impetuoso que no sabía cómo tratar y seducir a una chica como yo. Cada mujer es un mundo, ninguna es igual a la otra ni reacciona de la misma manera ante determinadas situaciones. 

Las féminas a veces no somos conscientes de cuánto podemos llegar a lastimar a un hombre con nuestro rechazo, de la tentación física que representamos para ellos, de la tortura que es cuando nos desean y no pueden estrecharnos entre sus brazos. Con una mirada de desaprobación o una negativa, sin darnos cuenta, podemos herirles el ego o destrozarles su autoestima. Podemos lastimarlos, sin calcular o dimensionar el daño que les provocamos. Hay una escena en la novela, en la que el protagonista, Fernández, quiere tener un encuentro sexual con una mujer holandesa y físicamente, no puede. Él se frustra por no haber podido complacerla en la cama. Ésta experiencia del narrador, me hizo reflexionar sobre una pregunta... ¿Cuánto puede llegar a dolerle a un hombre que una mujer le reclame esto o le espete que no lo hizo bien, que no logró complacerla, satisfacerla, dejarla contenta en el sexo, que no está conforme con su desempeño en éstos territorios tan carnales e íntimos

Reitero, nosotras -yo al menos- no somos conscientes de cuánto podemos lastimar a un hombre, porque muchos de ellos son orgullosos, se lo callan y se lamen las heridas solos. Recuerdo a una amiga de mi madre, divorciada, una veterana que todavía quiere dar batalla y que se sigue citando con hombres. Le dijo a mi madre que "si un hombre no tiene un buen desempeño físico" en el primer encuentro sexual con ella -como le pasó a Fernández con la chica holandesa- se enoja, lo rechaza y ya no quiere verlo más. Mi madre opina que ésta actitud es muy cruel, muy hiriente. 

"Si no es bueno en la cama, lo dejo, porque a mí me importa mucho el sexo", dice la señora y yo me desternillo de la risa, porque... hay que tener ganas a los sesenta y tantos largos años de ser tan exigente y dura con los hombres. La mujer que es guerrera, es apasionada toda su vida, como diría Rosa Montero en su magnífica novela "La carne", que también aborda el deseo sexual en las señoras mayores.

A algunas, les importa mucho el sexo y si un caballero no estuvo a la altura de lo que ellas esperaban, o no les gustó la manera en la que las encararon, se van a quejar. Antes, se callaban más. Pero las épocas, cambiaron. Yo no sería tan cruel de rechazar o no querer ver más a un hombre que no me gustó cómo se comportó la primera vez que compartimos intimidad, o que tal vez, no supo cómo hacerme sentir cómoda y complacerme en éstos territorios tan íntimos y carnales. A diferencia de la amiga de mi mamá, le daría otra oportunidad, le diría que lo intente de nuevo, que no tenga miedo. Todos somos seres humanos y por torpeza o no conocer demasiado bien al otro, nos equivocamos. Todos podemos meter la pata alguna vez. 

Eso sí, el caballero en cuestión, debería hacer una autocrítica y pensar porqué lo hizo mal la primera vez y detenerse a pensar qué es lo que le gusta a la mujer, no priorizar lo que le gusta a él. Ése es un error que muchos hombres cometen. Sino lo sabe, tiene que hablar, preguntar, indagar, no mandarse derechito como si nada, dando por sentado que al otro -a la chica, en éste caso- le agradan las mismas cosas o maneras que a él en la intimidad. O que se va a sentir cómoda. El hombre tiene que evitar volver a cometer el mismo error que provocó que fuera rechazado, que una señorita le dijera: "No, así no" o "No disfruto para nada de ésta manera". Algunos varones impetuosos y apasionados se olvidan -sin tener mala intención, aclaro- que el sexo es un arte que se practica de a dos, y que ser un buen amante implica provocarle placer físico a la mujer, antes que a sí mismos, hacerla sentir cómoda, segura, confiada, para que ella disfrute y lo pase bien. En mi caso, por ejemplo, que un hombre me venga a dar órdenes de manera imperativa o pedirme que lo agarre a cachetazos antes de consumar el acto sexual, no va a funcionar. No es una buena idea, no va a fomentar mi erotismo sino que va a provocar mi enojo, furia e ira y que les diga: "No, así no. No me gusta".  Cada mujer es un mundo, ninguna es igual a la otra. A la mujer y al viento, con mucho tiento. 

No soy tan cruel como la amiga de mi madre, siempre y cuando el caballero identifique en lo que se equivocó y busque otra manera de acercarse, de seducirme. Entonces, si lo intenta de nuevo, considerando lo que le gusta y sobre todo, lo que no le gusta a la fémina en cuestiónno debería tener miedo de ser rechazado otra vez, tendría que juntar coraje e intentarlo. Tampoco soy una desalmada que le encanta lastimar a los hombres, porque como dijo con sabiduría Fernández, son como niños grandes que necesitan afecto. Y por eso me causan mucha ternura y los quiero igual, aunque no lograran "dejarme contenta" la primera vez.


Harry Potter, otro personaje masculino famoso que sufrió por amor. Cuando tuvo una cita con Cho Chang, su primer amor, ella se puso celosa de Hermione, y le cortó el rostro a Harry. Si rechazaron a Harry Potter.... ¿Qué queda para los demás? No es una buena idea mencionar a otra chica en tu primera cita. Harry es un héroe, pero también metió la pata. 




Porqué vale la pena leer ésta novela



La Segunda Vida de las Flores
no sólo es un libro muy entretenido, ameno y bien escrito, sino que tiene el encanto de interesar al lector, porque su autor aborda temáticas que nos interpelan como seres humanos. Más allá de abordar el deseo y el amor desde un punto de vista masculino, Fernández Díaz supo describir y reflejar la individualidad de cada una de las mujeres, las amantes que tuvo en su época de separado. 

"Ninguna mujer es igual a la otra" , dice Fernández y comparto con él. Ninguna ama de la misma manera ni se comporta igual en la cama. Éste es otro libro más de éste escritor que me gustaría tener en mi biblioteca. Saber mezclar la autobiografía y lo ficcional es algo que pocos autores pueden hacer bien y salir airosos en el intento. Por eso, cada tanto busco libros de Fernández Díaz, porque leerlo, es un auténtico placer, siempre tiene algo que dejarle al lector, lo invita a pensar, a reflexionar, a hacerse preguntas hasta de su propia vida.... Y eso, es lo que debe lograr la buena literatura. 

Por último, es muy lindo que un hombre se inspire en mujeres reales para escribir, que las convierta en objeto de estudio, en literatura. La Segunda Vida de las Flores no habría existido sin sus musas: la Colorada, Lola, Amapola y Milagros... ¿La recomiendo? Sí, sin dudar. Es una novela magnífica y preciosa de Fernández Díaz, un autor que se dedicó a estudiarnos, a conocernos, a intentar comprender nuestras motivaciones y sentimientos, los más luminosos y también los más oscuros, como en el caso de Milagros. Y que nos mostró, sin miedo, sin tapujos, que los hombres también lloran por amor y que le temen al rechazo. 

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