Taylor Swift - The Tortured Poets Department (Edición Estándar)
Synth pop, chamber pop, folk pop
Año: 2024
Sello: Republic
Tracklist
1. "Fortnight" (featuring Post Malone)- 3:48
2. "The Tortured Poets Department" - 4:53
3. "My Boy Only Breaks His Favorite Toys" - 3:23
4. "Down Bad" - 4:21
5. "So Long, London" - 4:22
6. "But Daddy I Love Him" - 5:40
7. "Fresh Out the Slammer" - 3:30
8. "Florida!!!" (featuring Florence and the Machine) - 3:35
9. "Guilty as Sin?" - 4:14
10. "Who's Afraid of Little Old Me?" - 5:34
11. "I Can Fix Him (No Really I Can)" - 2:36
12. "Loml" - 4:37
13. "I Can Do It with a Broken Heart" - 3:38
14. "The Smallest Man Who Ever Lived" - 4:05
15. "The Alchemy" - 3:16
16. "Clara Bow" - 3:36
Escucho la música de Taylor Swift desde los 14 o 15 años, he crecido con ella. Pasé incontables horas de mi adolescencia escuchando sus discos “Fearless” (2008), el homónimo "Taylor Swift" (2006) -que era una mezcla de country y pop- y “Speak Now” (2010) el de la portada con el vestido violeta. Entre los álbumes de Aerosmith, Bon Jovi, AC/DC, Guns N’ Roses y los Ramones que oía en aquel entonces, también estaban incluidos los de ésta chica rubia de rulos estadounidense. Cabe aclarar que nunca fui purista ni cerrada con la música, más allá de escuchar rock pesado o hard rock, disfrutaba escuchando a artistas de otros géneros como Madonna, Lady Gaga, Roxette, los Beatles, Eric Clapton, entre otros.
Taylor es unos años mayor que yo, nació en 1989 y es un símbolo, un ícono de una generación. Yo la vi ganar todos aquellos Grammys en el 2010 con “el vestidito y la guitarrita”, diría mi madre, cuando ya a principios de su carrera, prometía ser la enorme superestrella que es hoy. La vi ganarle a Rihanna, a Lady Gaga, a Katy Perry, a Beyoncé, el mejor disco del año, que obtuvo por el multiplatino “Fearless”. ¿Cuál es el secreto de su éxito? En mi opinión, escribir canciones con cuyas letras las mujeres de todo el mundo podemos identificarnos. En ésa época, yo era una adolescente como ella y la señorita hablaba de cosas que todas vivíamos: lo que era tener quince años y que el chico que te gustaba te llevara al baile de la escuela (“Fifteen”), enamorarte del que tus padres desaprobaban, a lo Romeo y Julieta (“Love Story”), del futbolista del colegio que salía con la porrista, con la chica guapa que no escuchaba country (“You Belong With Me”) o los sinsabores de los primeros romances fallidos y de los muchachos que rompieron tu corazón (“White Horse” y “Forever and Always”, dedicada a Joe Jonas, que rompió su noviazgo con ella por teléfono, porque estaba encaprichado con la actriz Camilla Belle). No era la primera artista adolescente que tenía éxito y se hacía híper famosa (Britney, Christina Aguilera Hilary Duff… en fin, recuerdan) pero la diferencia es que Swift no había salido de la factoría Disney y que las letras, las escribía ella. También coescribía la música, con otros compositores. Taylor Swift siempre tuvo el dominio de su carrera, en cuanto al concepto artístico y musical de sus discos.
Mi historia con la música de la blonda americana es larga, extensa y no viene a cuento. Conozco casi toda su discografía del derecho y del revés, sobre todo su primera etapa, la country pop (hasta “Red”). Cuando comenzó con el pop, dejó de apasionarme e interpelarme tanto como antes. “1989” es un álbum simpático, agradable, pero escrito con la evidente intención de vender y ganar Grammys, lo cual, logró con éxito. No es casualidad que Max Martin fuera uno de sus productores. Para mí, su música, envuelta en sintetizadores y efectos electrónicos, videoclips donde parecía una diva del cine de Hollywood clásico, era un cambio radical con su estética anterior. Sonaba impostado, como una lavada de cara para adquirir nuevos fans, distintos de los que la seguíamos desde el principio de su carrera.
Si uno lo analiza desde el punto de vista de la industria musical, lo comprende. No iba a poder competir con sus colegas con el cabello con rulos, los vestidos de princesa y la guitarra acústica, con aquel aire angelical. Había que ganarles a las demás y por eso, lucir como una estrella del pop: cabello lacio, corto, bodys; ropa ajustada y brillante en los escenarios, bailes, coreografías, pantallas, coros… Una estrategia muy inteligente la de sus mánagers porque dio resultado: Taylor ganó el Grammy al mejor álbum del año -otra vez- éste fue un éxito rotundo y tras el laureado “Reputation” (2017) se convirtió en la estrella pop femenina más grande del mundo.
De su segunda etapa, mi disco favorito es el que acabo de citar, porque los que grabó después me dejaron un sabor agridulce: “Lover” (2017), el disco del amor a su novio londinense de aquel entonces, el actor Joe Alwyn, nunca terminó de convencerme porque parece dos álbumes diferentes. Uno más indie pop y otro, fiestero, alegre, dicharachero, un tanto infantil. No le encuentro coherencia a la lista de canciones, al tracklist. Se nota que la música fue escrita por cinco o seis personas diferentes. La primera parte, fue producida y compuesta por Jack Antonoff y la segunda, por Joel Little. Rescato un par de canciones (como "Cornelia's Street", "The Archer" y "False God"), pero en general, me deja fría. Poca atención le presté a sus dos discos de folk -"Folklore" (2020) y "Evermore" (2020)- porque no es un género que me atraiga escuchar. El que sí oí con atención fue “Midnights” (2022) y me pareció un embole de aburrido. Poco inspirado y grabado en piloto automático. Me gustan un par de canciones, como “Lavender Haze”, “Bejeweled” y “Anti-Hero”, pero el resto, me causan somnolencia. El pop electrónico relajado y discotequero no va conmigo.
Por eso, cuando mi hermana me insistió para que oyera el reciente “The Tortured Poets Department”, lanzado a la venta éste año, tardé en hacerle caso. Ya había tirado la toalla con la señorita Swift. Su música, ya no me conmovía, no me emocionaba, como antes. Debo admitir, que me llevé una grata sorpresa con el disco del departamento de los poetas malditos torturados. Si bien la música es tranquila, relajada, repleta de medios tiempos, pianos y sintetizadores a cargo de los productores Jack Antonoff y Aaron Dressler, sus habituales colaboradores desde hace algunos años, Taylor desnudó su alma en las letras, en cada canción, haciendo catarsis de dos relaciones de pareja fallidas, dos noviazgos que fracasaron.
Por un lado, tenemos unas pocas canciones dedicadas a su novio de seis años, el actor británico Joe Alwyn, con quien hasta estuvo prometida en matrimonio. Pero parece que el joven no soportaba la fama y la exposición mediática de su novia y dejó morir la relación, como lo acusa ella en “So Long, London”. Por el otro, se encuentran los temas dedicados al músico Matthew Healy de la banda The 1975, un hombre problemático con un largo historial de escándalos y abusos de sustancias. Las malas lenguas afirman que en el ocaso de su relación con Alwyn ella ya le había echado el ojo a éste músico, a éste “chico malo”. El affaire, como era de esperarse, duró pocos meses, pero le sirvió de inspiración para componer.
Taylor Swift y Matthew Healy, el chico malo que inspiró casi todas las canciones de The Tortured Poets Department.
Todo hombre que se relacione con Swift sabe que tarde o temprano, tras la ruptura, aparecerá en sus canciones –a veces hasta con nombre de pila incluido, como John Mayer- la mayor parte de las veces, no será elogiado ni admirado. Taylor es conocida por sacar los trapos sucios al sol y mandar al frente a los ex en sus letras, como hizo con Joe Jonas, Jake Gyllenhaal -le dedicó casi todo ”Red”-, John Mayer, Calvin Harris, Tom Hiddleston, Harry Styles… Lo más curioso es que gracias al despecho y la furia, nos ha entregado canciones hermosas, como “All too well”, “I Almost Do”, “Last Kiss”, “Red”, “Begin Again”… En fin, la cuestión es que me sorprendió que en lugar de dedicarle el nuevo álbum al novio que tuvo durante seis años, su relación más larga, el que inspirara la mayoría del disco sea el chico malo, Matthew Healy. Apenas hay una sola canción para su novio actual, el futbolista Travis Kelce.
La primera parte del disco es la que más me gusta. “Fortnight” fue el single de presentación, con la participación de Post Malone. Es un medio tiempo precioso, repleto de sintetizadores suaves y una producción impecable de parte de Antonoff, en la misma onda de “Midnights”. Por otro lado, la homónima “The Tortured Poets Department” es entretenida, tiene gancho y la parte instrumental, está bien facturada. Es una letra de corazón roto, en la que menciona a algunos de sus artistas favoritos, como Charlie Puth, Patti Smith y el poeta Dylan Thomas. De entrada, éste disco me sedujo mucho más que sus dos predecesores “Lover” y “Midnights”. Para mí, la Taylor que más provecho sabe sacarle a su talento, es la que está con mal de amores. A veces, un corazón roto puede ser una excelente fuente de inspiración, al menos en su caso, siempre dio resultado.
Uno de los temas que más me divierten del álbum es “My Boy Only Break His Favorite Toys”, es una metáfora de un hombre que no se compromete con su novia, que la trata como si fuera un juguete de usar y tirar. Es una alusión para Healy, por supuesto. Pop suave, exquisito, pegadizo y escrito con mucha clase. Hace poco, un colega un tanto exquisito me dijo que ésta mujer “le hacía daño a la industria musical”. No comparto ésta opinión. Sí, lo que Swift hace es música comercial y para vender, pero en éste álbum, a su manera, le puso su alma, su dolor, sus fracasos… Claro que no tiene una gran formación musical, que se apoya en otros compositores para escribir sus canciones. No es una vocalista virtuosa ni una excelsa instrumentista, pero tiene carisma. Sabe transmitir emociones, vivencias, sentimientos, y por eso llegó a conquistar un público enorme. De ella, no podemos exigir excentricidades o barroquismos como de una Björk o Tori Amos. Su propuesta musical es muy simple y directa, la tomas o la dejas.
“Bad Down”, con su influencia del trip hop, se parece a la música de Halsey, es de las que más me atraparon. Otra letra para el chico de The 1975, en la que maldice e insulta por no poder tener a ése hombre que desea. Amores fallidos, relaciones que no funcionan… El departamento de los poetas torturados es un ejercicio de catarsis auténtica para su creadora.
Todos los fans esperaban que Taylor despotricara contra su ex, Joe Alwyn, con quien estuvo en pareja durante seis años y con quien planeaba casarse. Lo hizo en “So Long, London”, la ciudad natal del actor. Es una canción desoladora, triste, casi una confesión, en la que la voz de ella resalta, acompañada por cuerdas y un piano minimalista. Ella lo acusa de que él es frío, indiferente, de dejarla sola, de casi plantarla en el altar, de dejar morir su noviazgo. Hasta le reprocha haber desperdiciado los mejores años de su juventud con él. Sabe apuñalar, siempre lo supo. Sin duda, es de lo más destacado del álbum y de lo mejor que escribió en los últimos años. Tristeza, rabia y dolor que desborda cada línea, cada estrofa.
Pero si pensaban que Taylor iba a seguir desquitándose contra el “muñequito de torta -o pastel- inglés”, como lo llaman algunos fans de ella, de manera despectiva, se equivocan. La señorita le dedica gran parte del álbum al problemático, inconveniente, rebelde y desastroso músico Matthew Healy. En el entrañable y bonito medio tiempo “But Daddy I Love Him” cita a la Sirenita de Disney, se la nota enamorada, tal vez encaprichada. Las guitarras y las armonías vocales me recuerdan a las canciones más intimistas de “Red” o “Speak Now”.
En “Guilty as Sin”, cuya letra es erótica y autobiográfica a más no poder, Swift fantasea con serle infiel a su novio con otro hombre. El fandom ya sacó la conclusión de que ésta canción se la escribió al líder de The 1975 mientras su noviazgo con Alwyn agonizaba. Jack Antonoff sabe hacer bien su trabajo: la electrónica no satura, sino que los sintetizadores, los violines delicados de fondo, aportan suavidad y elegancia a éste track repleto de erotismo sutil, para nada vulgar, parecido a aquel magnífico “False God” de su disco “Lover”.
Por su parte, "I Can Fix Him”, de cadencia lenta, me aburre un poco, aun así, la parte instrumental es impecable. Aquí la blonda americana nos habla de un hombre peligroso al que quiere arreglar, por supuesto, se refiere a Healy. Todavía no cayó en la cuenta de que éste tipo de ejemplar masculino no tiene reparación alguna. Es un caso perdido.
Taylor Swift y sus productores: Aaron Dressner (izquierda) y Jack Antonoff (derecha). Gracias a ellos, cosechó gran parte de la cantidad de Grammys que ganó.
En “loml” (loss of my life, significan las siglas), Taylor sigue lamentándose porque la relación con éste músico no funcionó. Es una balada al piano bellísima, emotiva y sencilla, casi como una confesión. Ella desnudó su corazón en éste álbum y se nota. Hablar de sí misma, como dijo Mariana Enríquez en su excelente reseña, es lo que mejor le sale:
“¿Quién me dirá la verdad cuando llegaste con los vientos del destino? Y me dijiste que te había transformado/ ¿Cuándo tus pinturas impresionistas del cielo resultaron ser falsas? /Bueno, también me llevaste al infierno/Y de una sola vez, la tinta se derrama.
Un estafador vende a un tonto un esquema para obtener amor rápidamente /Un vacío como ese, nunca lo había sentido, y lo he sentido desde entonces.
/El cobarde decía que era un león/ Estoy desentrañando las mentiras/Nunca me iré, no te preocupes/Nuestro campo de sueños consumido por las llamas.”
¿Pensaron que eso era todo? No, porque parece que Matthew Healy hizo enfurecer tanto a ésta mujer que le escribió una canción que se titula “The Smallest Man Who Ever Lived”: “el hombre más pequeño que ha vivido”. El héroe se resquebrajó rápido:
“Y no extraño lo que teníamos, pero ¿Podría alguien, por favor enviarle un mensaje al hombre más pequeño que ha vivido?
Me colgaste en tu pared/Me apuñalaste con tus tachuelas/ En público, has presumido de mí/ Luego hundías en un olvido ebrio
/Porque una vez que tu reina llegó/La trataste como a una extra/No estuviste a la altura/De un hombre en ninguna medida.”
No es de extrañar el éxito de Taylor Swift y la legión de admiradores que tiene, porque mediante la catarsis de sus experiencias personales, muchísimas mujeres pueden identificarse con las letras de sus canciones. Ella habla del amor, de la pasión, del desengaño, del fracaso, la desilusión, de sentimientos que son propios de la condición humana y sobre todo, lo hace desde un punto de vista muy femenino. Su pluma, es afiladísima y peligrosa. Cuando está despechada o herida, puede ser muy cruel con sus ex. Lo que no quita que ellos se lo tengan merecido. A los que se quejan de esto, los animo a que recuerden la infinidad de letras de canciones escritas por hombres en la que se demoniza a las mujeres o se las critica por el mismo motivo, por una cuestión de desamor. “You Give Love a Bad Name” de Bon Jovi, es la primera que se me viene a la mente, “Black Dog” de Led Zeppelin, “Tornado of Souls” de Megadeth, etc… Sí, nosotras no somos las únicas despechadas, créanme.
Pero volviendo al departamento de los poetas torturados en sí, hay un par de canciones que vale la pena mencionar, la ambiental y cautivante “Fresh Out the Slammer”, que es preciosa, una belleza, la juguetona “Who’s Afraid of Little Old Me?”, en la que despotrica contra la prensa, habla de sus antiguos escándalos y peleas contra personajes como Kanye West y Kim Kardashian, de cómo pasó a ser la “niña buena” a la “serpiente” -así la apodó la celebrity norteamericana-, la chica mala. Taylor se luce con algunos beltings, que me recuerdan un poquito al “Melodrama” de su amiga Lorde. Cito fragmentos de la letra:
“El escándalo fue contenido/La bala apenas rozó/
A toda costa, mantén tu buena reputación/
No tienes el derecho a decirme que te sientes mal/
Era dócil, era gentil, hasta que la vida de circo me volvió malvada/
No se preocupen, gente, le quitamos todos sus dientes.” (...)
“Así que dime que no todo se trata de mí, ¿pero qué pasa si lo es?/
Entonces digan que no lo hicieron para lastimarme, ¿pero qué pasa si lo hicieron?
Quiero gruñir y enseñarte lo perturbada que me has dejado
/No durarías ni una hora en el sanatorio donde me criaron/
Así que todos ustedes, niños, pueden colarse en mi casa llena de telarañas.”
“Siempre estoy borracha de mis propias lágrimas, ¿no es lo que todos dicen?/ Que te demandaré si pisas mi césped/
Que soy temible, que soy deplorable, que estoy equivocada/
Pongo drogas en todas mis canciones/Y por eso sigues cantando junto a mí.”
Ella se refiere a la fama mundial, a la exposición pública, a estar en el ojo de la tormenta, a los periodistas sensacionalistas que la criticaban en los medios de su país por su vida personal, la temática de sus letras, sus peleas con Katy Perry y West... Aunque vuelvo a exponer mi hipótesis, de que Taylor nunca fue muy tolerante respecto a las críticas, al punto de dedicarle una canción entera a un crítico musical cuya música no le gustaba, el tema se llama “Mean” y se encuentra en su disco “Speak Now”.
El único dueto en “The Tortured Poets Department” es con la pelirroja Florence Welsh de la banda Florence and the Machine, una cantante con un registro de voz mucho más virtuoso, poderoso y superior que el de la propia Swift. Por algo Lady Gaga también la invitó a colaborar en su disco “Joanne”. “Florida!!!” es un medio tiempo alegre pero a la vez introspectivo y melancólico, como lo es todo el resto del disco y se convirtió en uno de mis favoritos. Es que ya escuchar la voz de Florence es una delicia para los oídos, presten atención a su timbre de voz, cómo varía los tonos, los matices que demuestra a la hora de interpretar…. La canción la escribieron juntas y a diferencia de cuando hizo el dueto “Snow on the Beach” con Lana del Rey, aquí Taylor le dio el lugar que le correspondía a su colega.
Es curioso pero la única canción que Swift le dedicó a su novio actual, Travis Kelce, es “The Alchemy”, cuya letra tiene múltiples referencias al fútbol. Entretiene y punto. No es lo más notable del álbum. En su caso, el resentimiento, el rencor y el desprecio son mucho más inspiradores para componer música que el amor de pareja y la felicidad.
La que cierra la edición estándar -the Anthology, el que contiene el otro disco, merece una reseña aparte- se llama “Clara Bow” y trata sobre algunas conversaciones que la cantante escuchó de los ejecutivos de discográficas, respecto a cómo hacen competir a las mujeres unas contra las otras, para lucrar. Habla sobre una industria en la que una reemplaza a la otra, porque hay pocos lugares para todas en la escena musical, sobre todo, en la del pop. Pero lo irónico, es que la misma Taylor compitió con todas sus contemporáneas hasta ganarles el trono de la “reina del pop actual”. En cuánto a éxito, popularidad y número de ventas, dejó atrás a varias: a Miley Cyrus, Lady Gaga, Rihanna, Katy Perry… Hasta Madonna declaró públicamente que la rubia nativa de Pensilvania era su sucesora. Tori Amos ya había escrito sobre esto en los noventa, pero con los años, la competencia voraz entre cantantes, fue cada vez más intensa, más hostil.
Travis Kelce, mi novio favorito de Taylor. No es un amargado como el muñequito de torta londinense -muy carilindo Joe Alwyn, pero bien frío el señorito- y tampoco un desastre como Healy. Con éste futbolista, se la ve feliz. Y es un caballero que sabe darle su lugar y la trata como lo que es: una diosa, una reina del pop. Un hombre que está a su altura. Ojalá tenga mucha suerte con él.
“The Tortured Poets Department” es el disco de Taylor Swift que más me convenció y me gustó de su última etapa. "Lover" y "Midnights" me parecieron trabajos más artificiales, insípidos, monótonos, pero por suerte, volví a encontrarme con la faceta más fructífera y creativa de la estadounidense. Cuando tiene el corazón roto, escribe unas canciones geniales, repletas de furia, dolor y honestidad, autenticidad. No está pensando en ganar Grammys o facturar más, sino en desahogarse. Yo no creo, como un colega mío, que ella "le esté haciendo daño a la industria musical". Swift tiene talento, siempre lo tuvo. Tal vez no sea la vocalista más virtuosa del mundo ni tampoco tenga amplios conocimientos de teoría musical, pero en lo suyo, es buena. Por algo cada disco suyo llega a ser platino, por algo es la artista más escuchada en Spotify, por algo llena estadios enteros en todo el mundo. Su música, tiene algo que conecta con la gente. Que hace que la escuchen mujeres de treinta como yo y mis alumnas de diecisiete años.
Taylor Swift es una mujer fuerte que supo sobrevivir en una industria cruel y hostil, algo que no todas lograron. No voy a dar nombres, pero hay varias cantantes pop, que ya sea por problemas de salud, familias o mánagers codiciosos, porque no soportaron la presión de la fama y el éxito masivo, desbarrancaron y se quedaron afuera del mapa. Como una rubia que cantaba "Baby One More Time". Cuando me dicen que prefieren a Rosalía porque tiene educación musical, es más creativa y arriesgada, que es una artista de verdad, pienso... Sí, puede ser. Pero a mí, su "Motomami" no me gusta. La música urbana en español, no entra dentro de mis afinidades musicales. Una cosa era el flamenco combinado con música popular que hacía antes y otra, lo que escribe ahora. Que me perdonen mis lectores españoles, pero entre la música de ésta chica y la de Taylor Swift, me quedo con la de Miss Americana.
¿Adivinen en quién está inspirado mi corte de cabello y el color que llevo ahora? En la cantante que marcó gran parte de mi adolescencia y también, parte de mi adultez. Luego de ella, conocí a otras compositoras que me llegaron más al corazón como Tori Amos o PJ Harvey, pero siempre voy a sentir cariño y afinidad con la música de la chica que se hizo famosa cantando country con su guitarra acústica y sus rulos rubios, cual Ricitos de Oro. Y que en poco más de una década, conquistó al mundo del pop y se convirtió en la superestrella de éste género más grande del mundo.
Puntuación: 9/10.
Dejo el link de la reseña de Mariana Enríquez, por si quieren leerla.
Músicos:
Taylor Swift – voz, piano (tracks 3, 17), coros (17)
Jack Antonoff – sintetizador, programación, batería, guitarra eléctrica, acústica, piano, cello, coros, bajo, percusión, órgano, teclados.
Post Malone – voz (track 1)
Mikey Freedom Hart – guitarra acústica, bajo, guitarra eléctrica, sintetizador, percusión, etc.
Michael Riddleberger – batería y percusión
Aaron Dessner – piano (tracks 5, 10, 12, 16), sintetizador (5, 12, 14, 16), batería, batería programada (5, 14, 16), guitarra eléctrica (5, 14), guitarra acústica (6), teclados, bajo, percusión, mandolina, etc.
Florence Welch – voz, batería, percusión, piano (track 8)
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