Cine en casa: "El Cid" (Anthony Mann, 1961). Las hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador

 





Antes que nada, debo aclarar que esto no es una reseña de la película "El Cid" (Anthony Mann, 1961). Solamente aprovecho la ocasión para comentar porqué decidí ver éste filme y que me pareció. Así que voy a tratar de no extenderme demasiado y de no escribir sobre el argumento completo de ésta adaptación cinematográfica, porque no es la intención de éste texto. 
No sé si lo mencioné antes, pero me gustan mucho las películas antiguas, aquellas que se estrenaron antes de 1970. La verdad es que la mayoría de los filmes que vi son de las décadas del '80, '90 y de los 2000, porque son las que grababa de los canales de cable, cuando era adolescente y tenía DIrecTV Plus, allá por el 2008. Las veía con mi madre, quien fue la que me inculcó el amor por el séptimo arte. Aun así, no me considero una cinéfila, ni mucho menos. Yo no soy de esas personas que siguen a varios directores de cine y se ven toda la filmografía del mismo. No tengo la paciencia, la minuciosidad ni el tiempo necesarios para eso. 

Si tuviera que poner en una balanza a la literatura y al cine, en mi vida pesaron más los libros. Pero eso no quita que el cine me guste mucho. Sobre todo, cuando el guion cuenta una historia interesante o recrea una época antigua y lejana en la que no viví. El cine es un arte, que en determinadas ocasiones, me conmueve. Me pone contenta, me entretiene o me hace llorar. Pienso que es uno de los mejores inventos del ser humano.

A diferencia de cuando era más joven y solamente tenía acceso a las películas que pasaban en la televisión, ahora, gracias al Internet y a los streamings, puedo mirar algunas que hoy consideraríamos "viejas", que no están repletas de efectos especiales hechos con computadora ni tienen definición HD, pero que poseen una calidad extraordinaria. 
Algunas de las películas de antes de 1970 que vi fueron "Rebecca" (1940)  y "Psicosis" (1960) de Alfred Hitchcock, "Casablanca" (1942), "Lo que el viento se llevó" (1939), que es la favorita de mi madre, "El expreso de Shanghai" (1932) -la primera vez que vi en una peli a Marlene Dietrich, una actriz fascinante- , "Lawrence de Arabia" (1962), "Matar un ruiseñor" (1962) -con Gregory Peck, basada en la novela de Harper Lee-.

También pude ver algunas con el famoso actor Humphrey Bogart, el de Casablanca, como "El sueño eterno" (1946) (que miré luego de leer la novela de Raymond Chandler),  "Tener y no tener" (1944), con una jovencísima Lauren Bacall, "El halcón maltés" (1941), basada en la novela de Dashiell Hammett. Me parecen bonitas y pintorescas las películas clásicas del cine noir, pero a nivel literario, me apasiona más la novela negra escandinava o mediterránea actual (Mankell, Larsson, Camilleri, etc), pero bueno, yo soy de otra generación. 

En mi vida como lectora, -siendo una mujer que nació a fines del siglo XX- me marcaron mucho más personajes como Lisbeth Salander, Salvo Montalbano, Kurt Wallander, Erica Falck, Rebecka Martinson, el detective Harry Hole de Jo Nesbo que Sam Spade o Philip Marlowe. Porque los siento más cercanos, más contemporáneos a la época en la que me tocó vivir. Aun así, me interesa mirar alguna que otra película clásica del canon del cine negro, por curiosidad. Hace poco, por recomendación, miré "Vértigo" (1958), con Kim Novak y James Stewart, que si bien me costó un poco al principio, me terminó enganchando con su trama de suspenso y los bellísimos paisajes de San Francisco. Miraba la ropa de Kim Novak y me acordaba de la serie Mad Men, por el tipo de indumentaria que ella utilizaba. 

Una de las últimas películas antiguas que vi con mi madre fue "¿Por quién doblan las campanas?" de (1943), la adaptación cinematográfica de la novela de Ernest Hemingway, los protagonistas eran Gary Cooper e Ingrid Bergman. Calculo que Metallica vio este filme como inspiración para su canción "For Whom the Bell Tolls", de su disco Ride the Lightning

En parte, me gusta ver éste tipo de filmes antiguos porque gracias a ellos conocí a otros galanes que no son Leonardo Di Caprio, Brad Pitt, Tom Cruise, Richard Gere, etc. Me quedé sorprendida de lo diferentes que eran los hombres de los '40, los '50 y '60. Claro, la de Bogart, Gary Cooper, James Stewart, Clark Gable o Charlton Heston, el protagonista de "El Cid", era una masculinidad muy diferente a la de los galanes contemporáneos. Eran hombres más varoniles, más rudos, más... rudimentarios, tal vez. Pero eran bellísimos, seductores, atractivos. Cuando vi a Gary Cooper o a Charlton Heston por primera vez... mamma mia. ¡Qué hombres, por el amor de Dios! 

En lo personal, debo admitir que nunca me atrajo Brad Pitt, quien fue el mayor sex symbol del cine hollywoodense durante el último cuarto del siglo XX. Demasiado carilindo y hegemónico para mi gusto. Mi actor y galán preferido de los contemporáneos, de los vivos, es Michael Fassbender, en mi opinión, el hombre más sexy que haya pisado la tierra. 


Michael Fasssbender interpretando a un joven Magneto -Erik Lehnsherr- en X-Men. 


Dejando de lado la belleza de éstos señores y volviendo al tema del cine, cuando se me da por mirar una película antigua, mi madre siempre me pide que la veamos juntas. Porque ella, es una mujer del siglo XX, entonces le da nostalgia de su juventud. Así que el domingo pasado miramos las tres horas de "El Cid", de Anthony Mann.


"El Cid", una adaptación de la historia de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. 



Por motivos laborales, busqué una adaptación cinematográfica del Cantar del mio Cid, un cantar de gesta que narra las hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar, un caballero medieval español que fue desterrado por el rey Alfonso VI de León, y tuvo que buscarse la vida guerreando y conquistando tierras -ciudades- de los moros, los musulmanes que vivían y gobernaban el sur de los territorios que hoy conforman España. 
Me llamó muchísimo la atención el hecho de que no hubiera películas actuales, nuevas sobre el Cid Campeador, solamente encontré una de dibujos animados. La única que conseguí interpretada por actores de carne y hueso fue la dirigida por Anthony Mann, de 1961 y protagonizada por Charlton Heston y la diva italiana Sophia Loren. 


De éste filme, lo primero que capturó mi interés fue la banda sonora, que me parece una belleza. Mirando la película, comprendí porque no realizaron una nueva adaptación, el presupuesto para filmar semejante producción debe ser carísimo: el vestuario, los trajes y las armaduras medievales, los castillos, las escenas de batallas, los ejércitos... "El Cid" es una superproducción, que imagino habrá causado furor cuando se estrenó, en los sesenta. 

Me resultó un poco raro ver a Rodrigo Díaz de Vivar hablando en inglés, pero aun así, el protagonista, Charlton Heston, encaja a la perfección en el papel del héroe medieval. Alto, corpulento, con apariencia de guerrero, me pareció un gran actor, un excelente intérprete. En cuando a Sophia Loren, me sorprendió, porque más allá de ser una mujer muy hermosa, era una magnífica actriz. Su Jimena Díaz es perfecta, las caras de bronca y odio de Loren cuando Rodrigo mata a su padre, son tremendas. Y el resto de los actores, como los príncipes Sancho y Alfonso, el emir Ben Yusuf, la princesa Urraca, también son geniales. A pesar de que la película no es muy fiel al cantar de gesta, sino que se centra más en el Cid como personaje histórico, me gustó muchísimo. 
Rodrigo Díaz de Vivar era todo un estratega militar, mucho más astuto, inteligente y hábil que su soberano, el rey Alfonso. 

Mientras veía la película, le comentaba a mi madre cuánto ha cambiado el ideal de belleza femenino con el paso de las décadas. Los de los '50, '60 y los del 2000 en adelante, son muy diferentes. Cuando veía a Sophia Loren, pensaba que si hoy fuera joven y le tocara dar sus primeros pasos en Hollywood, los directores de cine la habrían mandado derechito al cirujano plástico: a que le afilen las mejillas - bichectomía se llama- para que tenga los pómulos menos prominentes y el rostro más fino, más delgado -a lo Ariana Grande, Miley Cyrus,  Megan Fox, entre otras- a que le operen la nariz y se la dejen más pequeña  (la tiene demasiado ancha y grande para los estándares de belleza actuales) y seguro le hubieran puesto botox o colágeno en los labios, como hicieron varias actrices y cantantes de mi país, a las que no voy a nombrar -además de teñirle el cabello de rubio platino-. 


Sophia Loren, una mujer de belleza natural. Hoy en día, Hollywood no le perdonaría ni esos pómulos, ni el corte de cara ni la nariz... La mandarían derechito al cirujano plástico. 


Los directores de cine la mandarían a hacer dieta y a adelgazar, como hicieron con  Jennifer Lawrence, por no ser demasiado delgada y pequeña para protagonizar una película. Una Sophia Loren, natural, así como vino al mundo, no hubiera triunfado en el Hollywood post 2000, sin unos cuántos retoques estéticos que le hubieran dejado el rostro como todas las demás artistas de la industria del cine. Hoy en día, vivimos en una era, en una sociedad, donde muchas mujeres del ambiente artístico tienen la misma cara, el mismo rostro, que sino no lo poseen de nacimiento, van derechito al cirujano plástico para obtenerlo. Lo cual me parece algo espantoso, horrible.

Supongo que ver a una mujer con una belleza natural, fue uno de los motivos por los cuales me gustó tanto la película "El Cid". Porque Sophia Loren era una mujer más real, de una apariencia auténtica, natural, lo mismo me pasa cuando veo un filme con Ingrid Bergman o Marlene Dietrich -otra a la que no le hubieran perdonado la nariz más ancha de lo esperable, en la actualidad-. Mujeres, que si bien eran divas y estrellas del cine, mostraban una belleza natural, es decir, no necesitaron pasar por un quirófano y cambiarse todos los rasgos de la cara con un bisturí para triunfar en sus carreras. Pero eran otras épocas, por supuesto. 
Volviendo a la película en sí, me pareció hermosa, magnífica. El guion, las actuaciones, las escenas de batalla, el villano -el temible emir Ben Yusuf- , el vestuario, las locaciones donde filmaron. El director del filme logra transportar al espectador hasta la España medieval, lo cual, agradecí con creces, porque era lo que buscaba cuando la  elegí para verla. 



"Una película que dura tres horas no está hecha para los espectadores de hoy"


Respecto a la duración, mi hermana me comentaba esto: "Una película de tres horas no está hecha para los espectadores de hoy en día". La verdad es que no me imagino a mis sobrinos - o a otros jóvenes de su generación- dedicándole tres horas de su vida a un filme de éstas características. Es una lástima que en una era donde predomina la inmediatez tecnológica (los reels de Instagram, Tik Tok, etc) , la gente -más joven, por supuesto, no hablo de los cinéfilos más veteranos- ya no se tome un tiempo para dedicarle a un largometraje que dure más de dos horas. Mi sobrina adolescente, por ejemplo, comienza una película y la deja a los veinte minutos, porque no le resulta tan atrapante como navegar en su smarthphone. 

Yo nací en 1994, y por suerte, al menos pude vivir la transición de una época -comienzos de los 2000- en la que no todos teníamos acceso a Internet en la Argentina, y pude ver familiares y amigos comprando discos de música, películas, en formato físico. Yo misma los compraba, todavía los tengo, guardados en dos cajas de zapatos. 

Conocí una era sin smartphone, sin WiFi, sin YouTube, Facebook o Instagram. Ojo, no estoy renegando de todas las redes sociales, son herramientas muy útiles para fines comerciales, publicitarios o simplemente para contactar con amigos y familiares, pero no se puede negar que la tecnología nos dio y nos quitó muchas cosas, muchos placeres. Como oír el disco de tu banda favorita por primera vez, en un equipo de música y no en YouTube o Spotify. La experiencia, no es la misma. 

O tener una película en DVD, disponible siempre para cuando la queramos ver y no estar rogando que Netflix o Amazon Prime no la quiten de su catálogo. Me pasa con los libros, no es lo mismo tener una novela en formato ePUB, que en formato físico, en papel. O con las fotografías. Se te rompe la computadora o el celular y de repente, te quedas sin nada porque ya no las imprimimos. Todo es digital. Yo casi no tengo fotos mías impresas después de los dieciséis años. O sea que, si se avería la PC, el pendrive, adiós a mis fotografías de los 18 hasta los 30 años. 

Para ir terminando y no extenderme más de la cuenta, cada vez que me animo a ver una película de antes de los '70, es como hacer arqueología, tengo que rebuscar en Internet y en los streamings a ver si consigo alguna que me transporte en el tiempo a una época en la que no viví. Por suerte, en HBO Max hay varias, porque son difíciles de conseguir en formato físico. Por lo general, llego a ver ésos filmes por recomendación de alguien mayor que yo. 

Aunque yo crecí, viendo más que nada, cine de los '80 y los '90, de vez en cuando me gusta adentrarme en el de otras épocas, porque es una manera de acercarme al mundo de mis padres, o  de mis abuelos, a los que no conocí. A cuando mi madre era jovencita -los setenta- y se deleitaba en el cine con sus amigos, viendo películas con Cary Grant -su favorito- ,John Wayne, Rita Hayworth, Marlene Dietrich, Gregory Peck o Sandro, un ícono de la música y del cine argentino. Ella no recuerda los títulos, pero sí que le encantaba ir a ver películas, que en una época -plena dictadura militar, por eso no llegaban todos los filmes- donde no había Internet ni televisión con cable (recién tuvo en los noventa) y era uno de los pocos entretenimientos que había. 
Lástima que cuando se casó con mi padre, no pudo seguir yendo, porque a él, no le gustaba. Por lo menos, ella tomó la revancha llevándonos a mi hermana y a mí al cine cuatro o cinco veces durante las vacaciones de invierno o verano. Y continuó viendo películas en la televisión, costumbre que mantiene hasta el día de hoy. 




El actor John Wayne. Mi madre ama los westerns, las películas de vaqueros. 



Así que gracias a esa chica rubia, de ojos verdes, bajita y delgada que en los setenta era aficionada a la pantalla grande -así me la imagino yo, por las fotos que he visto de cuando era joven- , a mí me gusta mirar películas. Y que hasta el día de hoy, ya con arrugas y canas, se emociona como  una niña cuando ve a Ingrid Bergman despidiéndose de Gary Cooper en el final de ¿Por quién doblan las campanas? o sufre y no quiere mirar cuando intuye que al Cid Campeador de Charlton Heston lo van a matar en batalla con los moros y no podrá regresar a los brazos de su amada.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Listado de Reseñas

Porqué me apodaron la "Cersei Lannister" de las reseñas sinfónicas (y literarias)

¿Dónde encuentro la belleza en el arte? Una reflexión muy personal al respecto