Sobre gustos (musicales y literarios) y ofensas




Nightwish, mi banda preferida, cuya música a mis familiares les desagrada.



Hoy voy a escribir de algo que sucede a menudo. A veces, nos recomiendan o recomendamos un grupo musical, un disco o un libro a un amigo o conocido. Y cuando nos preguntan qué nos pareció y contestamos, con honestidad, que "no nos gustó" o que "nos aburrió o no nos enganchó", hay personas que se lo toman bien, o con estoica resignación y otros que se indignan o enfurecen y se lo toman casi como si fuera un insulto a su persona. Que se lo toman muy a pecho y se enfadan de verdad. Que no pueden aceptar que no entremos en el club de fans de su músico o escritor favorito.

Lo que me llevó a reflexionar sobre éste asunto es un video que vi en YouTube, del canal de difusión de música El Cuartel del Metal, en el que Federico Solari, un chico argentino, comentaba lo que le pareció el nuevo disco solista de Bruce Dickinson, el cantante de Iron Maiden. La cuestión es que a él no le gustó nada, pero los fans más acérrimos de la banda le insistían una y otra vez en que "debía darle más oportunidades y escucharlo de nuevo", que no podían entender cómo el joven se atrevía a decir que lo nuevo de Bruce, no le había convencido. Dejo el link del video, por si lo quieren ver:


No hagas esto cuando a alguien no le guste un disco -El Cuartel del Metal


Ésta actitud se da mucho entre los metaleros, sobre todo los que son fans a ultranza de los grupos más clásicos. Cuando salen los nuevos discos y la gente empieza a dar su opinión en webs especializadas en heavy metal, (o en los comentarios de YouTube) los usuarios comienzan a pelearse unos con los otros. A veces, a discutir de manera irracional porque no toleran que alguien diga que no le gustó lo nuevo de Iron Maiden, de Metallica, de Accept, entre otros. Hay gente que vive la música de manera muy personal, fanática y ya se exceden de dogmatismo. 

Hace poco, nos pasó a la reseñista mexicana Selena González y a mí, en su canal de YouTube. Comentábamos sobre el nuevo single de Nightwish, que no nos terminó de convencer, y ya salió un fanboy empedernido a tirar hate, a decir que "fuéramos a escuchar a Piñón Fijo porque no sabíamos nada de música". Seguro. Hace 12 años que soy admiradora o fan de Nightwish y me conozco su discografía del derecho y del revés. ¡¿Cómo me voy a atrever a escribir en Internet que lo nuevo de San Holopainen casi me hace echar a dormir una siesta?! Y lo más gracioso, es que no soy la única que piensa eso. Sino, miren la reseña de éste chico argentino, el mismo del video de arriba. Me hace sentir que no fui tan cruel y tan mala con el single de mis adorados fineses:



En el primer video, Federico dice que los metaleros más fieles de Bruce Dickinson, deberían dejarlo expresarse con libertad acerca del nuevo disco del célebre cantante de Iron Maiden. Es que algunos fanboys, cuando alguien se atreve a decir que "el disco está bien, pero no excelente", "es más de lo mismo" o directamente: "no me gustó", pues... se lo toman a mal. Ahora yo me pregunto... ¿Porqué esa manía de ciertos heavies, de ciertos metaleros, de enfadarse o querer imponer sus gustos sobre los de los demás? Una cosa es recomendar, otra muy distinta obligar al otro a que adore un álbum como vos. ¿Porqué llegamos al punto de descalificar o agredir a otra persona, a la que a veces ni conocemos en persona, debido a que no compartimos la misma opinión sobre un objeto cultural o artístico?

A Selena y a mí nos mandaron a "escuchar a un payaso" por expresar que lo nuevo de Nightwish, no está a la altura de su legado. Simplemente por dar nuestra opinión. Les cuento una cosa: cuando el disco salga, va a ser un rotundo éxito. Porque lleva el nombre de Nightwish. No importa lo que dos chicas latinoamericanas tengan para decir al respecto en Internet. Sus seguidores, lo van a comprar igual y Tuomas va a poder ganarse el pan - y construirse otra mansión gigante como la que tiene en Kitee, su pueblo natal- aunque el álbum sea un embole de aburrido.

Como reseñista, esto me sucedió muchas veces. Los que me leen hace rato saben cómo soy cuando escribo sobre un disco. A la hora de evaluar, no tengo favoritismos ni  piedad, ni siquiera con mis bandas preferidas, como Nightwish, Within Temptation, Lacuna Coil, Evanescence o mi querida Charlotte Wessels, cuyo disco solista destrocé porque me pareció malísimo. Y agradezcan que no les muestro mi cuenta de Goodreads, porque cuando un libro no me gusta, no me tiembla el pulso en calificarlo con dos estrellitas y escribirle una crítica negativa (constructiva, eso sí, no me gusta tirarle mugre a nadie gratuitamente) al autor. Para eso están esos lugares. Para que los lectores y oyentes, den su opinión y que nadie los censure por ello. 

Bueno, cuando reseñaba en otra web española, tuve problemas por dar escribir de manera honesta y sin pelos en la lengua lo que pensaba de cada disco que criticaba. Cuando publiqué la reseña del entonces nuevo álbum de los holandeses Epica, "Omega", los admiradores más fieles de la banda, me saltaron al cuello, se enfurecieron. Les voy a dejar el  link  por si a alguien le interesa leerla. Los comentarios ya no están, se perdieron cuando cambió la interfaz de la web. Pero tuve que batirme a duelo con varios por la crítica. Con mucho gusto, por supuesto. Con lo belicosa que soy -nunca provoquen a alguien de Aries o algún otro signo de fuego del zodíaco. No creo en los horóscopos, pero sí en los signos-, jamás renuncio a una buena batalla verbal o debate si tengo que hacerlo. Con respeto y educación, por supuesto. Pero si me arrojan un guante, lo voy a recoger. 

¿Porqué se enojaron tanto los fans de éste grupo? Porque a pesar de darles una calificación de 7/10, me atreví a decir que Mark Jansen no innova, que va siempre en piloto automático, que el disco está bien, pero que es inferior a los anteriores y sobre todo, tirarle unos cuántos palos a su vocalista, la pelirroja Simone Simons, que está más empeñada en ser una influencer de las redes sociales que en cantar lírico como lo hacía 10 años antes -ni siquiera es capaz de hacerlo en su totalidad en los conciertos del grupo, ya no tiene el mismo nivel-. Ella ya no practica ni toma clases de canto, como hace Tarja Turunen, por ejemplo. 

Digamos que la señora nunca me cayó muy simpática, por su bonita costumbre de hablar mal de sus colegas -las otras cantantes del sinfónico, como Sharon den Adel y Amy Lee- a la prensa y de destratar a los fans. O directamente, maltratarlos, enfadarse cuando alguien le va a pedir un autógrafo o como les dijo a un grupo de admiradores colombianos, a la salida de un concierto "¡Don't touch me!", subiéndose rápido a la camioneta del grupo, sin firmarles ni un pedazo de papel o tomarse una fotografía con sus admiradores. Sí, está el video en YouTube. No les miento. O como cuando se negó a tomarse una fotografía con un fan en un restaurante y el admirador se tuvo que conformar con sacarse una foto con la cantante de Visions of Atlantis, que era Nicole Bogner en ésa época. 

Para mí, Simone Simons es una diva que "se subió al pony o se la cree", como decimos en Argentina. Mucha estética, muchas sesiones de fotos y maquillaje, haciendo campañas para L'Oreal Holanda (sí, la señora es muy guapa, pero a mí me interesa cómo canta) pero como vocalista, ya no tiene el registro de antes ni logra cantar toda una canción en lírico en directo, lo cual se puede comprobar en el DVD Retrospect. Cuando escribí que si en Omega hubiera cantado Floor Jansen, Tarja o Dianne Van Giersbergen -que sí mantienen y cuidan su voz- el disco hubiera sido mucho mejor, los fans de Epica se enojaron conmigo. 

Aclaro que no tengo nada en contra de Mark Jansen, quien me parece un compositor genial, humilde, buena persona, pero el "Omega" no me pareció la obra maestra que todos comentaban. Porque el álbum lleve el nombre de Epica, no iba a ponerle un diez ni alabarlo porque sí. 

Casi me crucifican por eso, pero no me arrepiento de haber escrito una reseña honesta, tal vez cruel y poco simpática para los seguidores de la banda, pero deberían darse cuenta de que es sólo una opinión y que se supone, que vivimos en democracia y cada cual es libre de expresarla. También algunos se ofendieron cuando me atreví a decir que "Human Nature" era el peor disco de toda la carrera de Nightwish. Hubo gente que se ofendió por una simple opinión subjetiva, personal, cuando no era para tanto. Nadie más que yo desea que el grupo grabe buen material, porque les tengo mucha estima gracias a las horas maravillosas que me hicieron vivir con su música. Pero de ahí a poner por los cielos todo lo que hagan, hay un abismo.


La "princesita del disney metal" en medio de los rudos heavies que escuchan metal extremo 


Lo de "princesita del Disney metal" fue un apodo que me puso un usuario de la antigua web en la que escribía. Yo me lo tomé con humor, porque era un tipo de lo más extraño y caricaturesco. Nunca me lo dijo directamente, sino que lo comentaba con otros. Yo de princesa no tengo nada, eso se los puedo asegurar. Pero vamos a otra cuestión.


Yo estoy acostumbrada a que a mis familiares más próximos, no les guste el metal sinfónico, mi subgénero preferido de ésta música. Para ellos, es una tortura que yo escuche Nightwish, Within Temptation o Tarja a todo volumen. No les gusta, no les causan gracia esas voces líricas con instrumentos del rock, del metal. Respetan mis gustos musicales, pero no los comparten. A mi madre, por ejemplo, le gusta la música latina, en español: Luis Fonsi, Cinco, Luciano Pereyra, La Oreja de Van Gogh, Ricky Martin, Daddy Yankee... Para ella, el metal es "ruido a lata". Y yo comprendo, porque... ¿Qué derecho tengo a exigirle que sea metalera? A veces, me ha dicho: "Hija, esa música que escuchás es horrible". Y bueno, que voy a hacer... ¿Enojarme, ofenderme? No le simpatiza y punto. 

A la mayoría de las personas no les agrada el heavy metal, es música ruidosa, agresiva, invasiva... No es para todo el mundo y está bien, que a mí me guste no signifique que a todos los que aprecio, deban sentir lo mismo.  


Los que escuchamos metal, sabemos que éste tiene múltiples subgéneros: heavy metal clásico, speed metal, power metal, symphonic metal, metal progresivo, black metal, death metal, thrash metal, gothic metal... 
Nightwish no es lo mismo que Metallica, Iron Maiden o Mayhem. Muchos de mis antiguos colegas reseñistas, de mis amigos de otros países del mundo -como España, Venezuela o Chile- son seguidores del metal extremo, del death y el black metal. Aman las voces guturales y a esos robustos nórdicos que se maquillan toda la cara de blanco como cadáveres, para lucir como antiguos guerreros vikingos y darle miedo a los espectadores. El extremo es música muy agresiva y casi inaccesible para que el que no esté acostumbrado, no es amigable al oído. No preponderan ni las melodías y las voces limpias, que es lo que a mí más me cautiva del metal. El sinfónico, para algunos de ellos es "música para mujeres", "blandita" o "pomposa y artificial". No les gusta. Y están en todo su derecho de que no les agrade. ¿Acaso piensan que yo me ofendo por eso, que me enfado? No, por supuesto que no.


Marduk, una de las bandas favoritas de mis amigos. Una banda que yo no escucharía ni en mis peores pesadillas... Como ellos, tampoco oirían jamás un disco de Nightwish o las bandas de sinfónico que a mí me gustan. 



Miren cómo se viste Sharon den Adel, una de mis vocalistas favoritas...Igualito a los muchachos del black metal, que se pintarrajean toda la cara... 😁


Cuando publicábamos en El Portal, los usuarios podían leer en la portada, las reseñas de ellos, de death, black o thrash metal inclusive y las mías, que la mayoría, eran de metal sinfónico, alternativo o gótico. Convivíamos juntos allí y "llevábamos la fiesta en paz". Somos colegas, somos amigos. No tenemos los mismos gustos musicales, tal vez coincidamos en alguno (Iron Maiden, Megadeth, Metallica, Led Zeppelin o Helloween), pero hablamos de otras cosas, de películas, de libros, de la vida. 

Cada dos por tres, me hacen comentarios de que debería abandonar el sinfónico, menos Nightwish y pasarme al "lado oscuro". Es más, hasta me hicieron escuchar a Nocturnal Mortum, una banda de folk extremo que no estaba nada mal. Y yo, me lo tomo con humor. No están obligados a que les gusten las mismas bandas que a mí, las que reseño acá. Tampoco yo voy a hacerme fan del metal extremo, que no es para mí. Que no entren dentro de mis preferencias musicales no significa que sean grupos que no posean calidad, al contrario. Por algo son bandas clásicas, prestigiosas o reconocidas. 

Pero no logro conectar con el metal extremo,. A mí, ése subgénero, se me hace muy pesado, muy invasivo, muy abrumador. Por más metalera que sea, no dejo de ser una mujer. Me atraen más las voces limpias y los arreglos orquestales. Hay que aprender a respetar los gustos de los demás y cuando no coinciden con nosotros, no ofenderse ni tomárselo como algo personal.


Una metalera en medio de una familia convencional


Como mencioné antes, estoy acostumbrada a que a nadie de mi familia le guste el metal. Por ese motivo, a los conciertos, casi siempre voy sola. Y el día que tenga un novio, va a tener que ser metalero, porque ningún otro hombre soportaría que escuche en casa esa música ruidosa e invasiva, como dice mi madre. Yo con un reggaetonero, pues... no funcionaría la cosa, me temo. No me soportaría.

Volvamos a hablar de la familia. A mi hermana, no le gusta el heavy metal... Escucha rock alternativo -casi todo británico- de los noventa: Oasis, Blur, Gorillaz, Radiohead, My Bloody Valentine, Cocteau Twins, The Strokes, Arctic Monkeys... Sí, compartimos el amor por Nirvana, U2, Gustavo Cerati, Tori Amos, PJ Harvey, Oasis y algún que otro artista más, pero pocos. Ella tiene otra personalidad muy opuesta a la mía. Y eso, se refleja en la música que escucha: más melódica, más suave, más tranquila. Ha ido a tres conciertos, dos de ellos fueron Radiohead y Blur, el año pasado. Y a ambos fue sola, porque si bien me gustan ésos grupos, no soy lo suficientemente fan como para pagar la entrada, que en la Argentina, nunca es barata.

Yo comprendo que a mi familia no le apasione el heavy metal. Ya sé que musicalmente, soy una oveja negra. No voy a enfadarme o enfurecerme porque no les agrade, están en todo su derecho de que no les guste. Por ese motivo, mi pasión por el metal la comparto con otros: mis amigos de distintas partes del mundo, que sí la entienden. 



Los autores que deberían gustarme... pero que no he podido con ellos


Lo mismo que sucede con la música, sucede con la literatura. Amo a Harry Potter, los libros de J.K.Rowling, pero nunca pude convencer a mi madre de que los lea. No le gusta el fantástico y por más que cuando era más joven le insistía en que le diera una oportunidad, ella no quiso. Me he resignado. No le agradan las aventuras del niño mago y tampoco está obligada a adorarlo como yo. A veces, nos "duele" no poder compartir ciertos escritores con las personas que más amamos, pero es parte de la vida. 

Hay autores canónicos y prestigiosos que tienen una legión de seguidores y admiradores, que a mí directamente me aburren o no me entusiasman para nada. Autores con una calidad literaria indiscutible, inclusive Premios Nobel de Literatura, pero que a mí, en lo personal, me dejan fría. No me enganchan ni su estilo literario, ni los argumentos de sus novelas o cuentos ni los temas que abordan. Voy a dar dos ejemplos que seguro todos los que son grandes lectores conocen: Gabriel García Márquez y James Joyce. 


Empecemos por el Nobel colombiano. En Sudamérica, García Márquez es casi un dios. Al punto de que es lectura obligatoria en las escuelas secundarias argentinas. Lo tuve que leer varias veces, por obligación, y si bien "Crónica de una muerte anunciada" no estaba tan mal, nunca llegó a apasionarme ni logré convertirme en una lectora fiel de su obra. Cuando una de mis profesoras de la escuela nos hizo leer "Relato de un naúfrago", me pareció una novela aburridísima, soporífera, que no logró interpelarme y hacerme amar la literatura. No tengo nada personal contra él, sé que es prestigioso, que tenía muchísimo talento y calidad literaria -el Nobel no se lo dan a cualquiera- y conozco todo su impresionante currículum, pero aun así, no termina de gustarme. 

Nunca voy a ser una lectora ferviente de García Márquez. Recuerdo que una vez, una bibliotecaria me dijo que le parecía "soporífero". Me adhiero a ésa opinión. ¿Significa que el autor es malo? No, para nada. Pero sus libros no son para mí. No consigo establecer una afinidad con ellos, no los disfruto. 

Debo admitir que no soy muy amante de la literatura latinoamericana, antes que al autor colombiano, prefiero a José María Arguedas, Elena Poniatowska, Isabel Allende, Clarice Lispector. Inclusive a Julio Cortázar, que es un autor que estoy releyendo ahora y que me genera sentimientos encontrados. 


Cortázar es venerado en la Argentina, era un maestro formidable del relato corto, del género fantástico, pero a veces me da la sensación de que algunos de ellos, -sus relatos- no envejecieron bien. Aunque me gustan algunos de sus cuentos, como Lejana, Continuidad de los parques, Circe, Casa Tomada, otros no han logrado cautivarme o agradarme. De una compilación de diez relatos de Cortázar, me gustan tres o cuatro (lo cual no me sucede con Borges, por ejemplo). A veces, me aburre, me provoca indiferencia o me desagrada. No logré amar al bueno de Julio por más que lo intentara, por más que mis colegas hablen maravillas de él y me insistan en que lea la mítica "Rayuela", de la que tengo el presentimiento, de que, conociendo mis gustos, no va a entusiasmarme demasiado. Y eso que el hombre, aunque esté muerto, me cae muy simpático, no es nada personal contra él. Sólo que por alguna extraña razón, no ha conseguido calar hondo en mí, como sí lo hizo Borges, que de los clásicos, es mi escritor preferido de la Argentina, el país en el que me tocó nacer.


Vamos con otro peso pesado de la literatura universal,  James Joyce: uno de los escritores más grandes e importantes del siglo XX, junto a Franz Kafka y Marcel Proust. Todavía recuerdo a mi profesora de Literatura de los siglos XX y XXI diciéndonos que aquellos tres señores cambiaron la forma de concebir y escribir narrativa para siempre. Cuando tuve que leer la compilación de cuentos "Dublineses" del autor irlandés, pues... me quedé a la mitad. Joyce me aburre, no puedo con su literatura. Lo digo así, sin anestesia. Jamás me atrevería a hacer la afirmación de que es un mal escritor, porque no lo era, era brillante, pero a mí, en lo personal, no me interpela, no me apasiona, no logra emocionarme. Y nadie -ni siquiera los seguidores o fanáticos más acérrimos de Joyce- debería ofenderse por eso o tomárselo como algo personal. Gustos son gustos. Cada cual tiene los suyos. 

Mi escritor preferido del siglo XX, de los canónicos, es Franz Kafka. Otro día escribiré sobre eso. Al checo, lo amé desde la primera lectura. Mi novela predilecta suya es El proceso. También me gustan mucho Borges y Virginia Woolf. Proust, si bien era un autor genial, se me hace muy cuesta arriba. Algún día lo retomaré, pero no es de los que más me gustan.


 Ni Proust ni Joyce. Franz Kafka, mi escritor preferido del siglo XX, de los del canon. 


En cuanto a Tolkien, el famoso autor de El señor de los Anillos, tampoco soy una gran admiradora o fanática suya. A ver, me vi todas las películas, la historia está buenísima, los personajes son geniales... pero el libro La comunidad del Anillo, se me hizo muy cuesta arriba. Entre todas las descripciones de los tipos de hobbits, comencé a darme cuenta de que no iba a poder con esa novela. No porque no fuera capaz de leerla -en la facultad me enfrenté a autores mucho más complejos- sino porque me aburría. Y la vida es muy corta para desperdiciarla en un escritor que no logra generarme pasión, o por lo menos agrado, simpatía, con su literatura. Cuando lo comenté con algunos amigos admiradores del británico, no les cayó simpático. Pero uno de ellos dijo, en mi defensa, que sí, que el estilo de Tolkien puede llegar a ser un poco complejo, un poco denso, que tiene su dificultad y que a menos que te enganche la historia, no vas a querer leerte semejante ladrillazo de libro. 

Otra saga que hizo furor es la de Juego de Tronos, de George R.R.Martin. Yo intenté leer el primer tomo, Canción de Fuego y Hielo, pero lo abandoné en la página 200. No he vuelto a retomarlo y creo que no lo haré nunca. Algún día, tal vez vea la serie de TV, pero el autor no logró cautivarme. Me sentía incómoda con los personajes y con la historia. Demasiada sangre, demasiada maldad y crueldad. Pero ése no era el problema, porque me encanta la Ilíada de Homero, por ejemplo. Que es un poema que no escatima en sangre y violencia. Pero hubo algo, no sé que es, que hizo que no continuara leyendo el libro de Martin y que lo devolviera a la biblioteca. Conozco gente a la que le encanta esta saga, pero yo no pude ser una más de ellos. No era para mí. 


"Lo lamento mucho, pero Dream Theater me duermen"


Los que somos admiradores y seguidores del heavy metal, solemos intercambiar discos de música entre nosotros. Una vez, cuando era más joven -tendría unos veinte años- y más  imprudente e impulsiva que ahora, le dije a una amiga que Dream Theater, una banda que ella oía desde pequeña, me aburría. Que me daban sueño, que no podía con ellos. Que sí, que son unos grandes músicos, todos graduados del Berklee College of Music, que son un grupo clásico del metal progresivo, pero que a mí, no me enganchan. Y miren que me escuché algún compilatorio de ellos, pero no hubo caso. Excepto Queensryche, la antigua banda de Geoff Tate, el progresivo no es lo mío ni lo va a ser nunca. Y ella, no se ofendió. Hay que tener una predisposición especial para ése tipo de música, canciones instrumentales de más de 30 minutos, pura técnica. No es para mí. Ya lo tengo más que asumido.

O cuando me preguntaron, que opinaba de la banda femenina de punk rock The Donnas, contesté: "Son una copia de The Runaways". Y lo son, musicalmente son iguales que ellas, pero con una producción de los 2000. Ella amaba esa música, pero a mí, ya a mis veinte, el punk me había quedado muy atrás. Me gustaban otras cosas: el metal sinfónico, el alternativo...  

Le presté mis discos de Nightwish, Tarja y todas las bandas que me gustan, hasta de Tori Amos, pero no se hizo fan de ninguna. Y yo tampoco esperaba que lo fuera. Sólo quería que viera lo que me gustaba, a ver si algo le agradaba. Compartimos otros gustos: Megadeth, Pantera, Metallica, Polly Harvey, Garbage... Pero en algunos, discernimos.
 Yo jamás voy a hacerme fan del grupo The Pretty Reckless - al cual ella adora- porque no me gusta ni su música, ni cómo canta su cantante ni su estética. Es más, es un grupo que me desagrada. Y no tengo ningún problema en decirlo, creo que ya lo comenté, en cuanto a la música, soy más cruel y honesta que con la literatura. Porque sé que escribir un libro demora mucho más tiempo y trabajo que componer doce canciones. Aunque hay escritores a los que les tengo mucho cariño y otros - y créanme que no es personal- a los que no los puedo ni ver. No a ellos, sino a sus libros.  

Para no extenderme más de la cuenta, sobre gustos, no hay nada escrito. Es muy difícil recomendarle una banda, un escritor o una novela a otra persona. Porque el gusto por la literatura y la música es muy personal, muy subjetivo. Cuando uno dice que algo no le gusta, no significa que lo esté criticando o degradando, simplemente, que hubo algo de de la obra de ese artista que no logró establecer una conexión, ya sea emocional o artística, con uno. 


Tal vez, por su biografía, por el lugar donde nació, por las cosas que vivió, hay autores que trabajan temáticas que a un determinado lector, le interesan más que otras.
 Mi profesor de didáctica de literatura, decía que había lecturas, que por la biografía de uno, lo van a interpelar más que a otro lector. No es lo mismo leer "El beso de la mujer araña" de Manuel Puig si uno es homosexual, como su protagonista, que si es heterosexual. O no es lo mismo leer "Chicas muertas" de Selva Almada si sos hombre o sos mujer. No te va a impactar de la misma manera. 

Y es verdad. Hay autores y libros que a mí, por las circunstancias que me tocaron vivir en la vida, me marcaron más que otros. Cuando era niña, los libros más importantes fueron la saga de Harry Potter de J.K.Rowling. De adolescente, Cumbres Borrascosas de Emily  Brontë. Y ahora, ya de adulta, si fuera el fin del mundo, hay un par de libros que me llevaría conmigo a una isla desierta, serían todos los de Dubravka Ugrešić y tres o cuatro de Pérez-Reverte (todos los que he reseñado y La Reina del Sur.).


Pero volvamos al tema de las afinidades con los autores. Yo, que nací y me crié en el conurbano bonaerense, me siento más interpelada por los cuentos y novelas de  Mariana Enríquez que por la literatura de James Joyce, por ejemplo. O de algún otro escritor europeo canónico. Porque no nací junto al mar Mediterráneo (de donde sí venían parte de mis bisabuelos), ni junto a los ríos Támesis o Danubio, sino que me tocó venir al mundo en lo que Borges llamaba "las orillas",  "el sur" , en la zona más pobre, poco agraciada, peligrosa y conflictiva de la provincia de Buenos Aires. No vivo ni en Barrio Norte, ni en Recoleta. No nací en una bonita casa junto al mar o río, al lado de un hermoso puerto de la Argentina. 

Entonces mis gustos lectores y mi afinidad e intereses, van a ser muy distintos que de los de un lector ruso, un estadounidense, un japonés o un europeo, ya sea del Este u occidental.  Y créanlo o no, la historia, la biografía de uno, el lugar donde se crió, donde nació, hace que ciertos escritores te marquen más que otros. 

yo, por más libros y autores diversos que haya leído, por más carrera de Letras que haya estudiado en la facultad (donde tuve docentes porteñísimos, con sus magísteres y doctorados, que sí pertenecen a la élite intelectual y cultural argentina. La mayoría, profesores de la UBA) ; por más que algún día, quizás, tenga la posibilidad de conocer otros lugares y paisajes, o aunque por ahí, me mude o me vaya a vivir a un pueblito del interior, a la Ciudad de Buenos Aires o a Perú, en el fondo, nunca voy a dejar de ser una chica argentina que nació y se crió en el conurbano bonaerense, un lugar repleto de cemento, de fábricas abandonadas y calles, que a veces están sin asfaltar, que salen en los noticiarios en la sección de delitos violentos, en sitios donde no es recomendable caminar solo por la noche - y a veces, durante el día-. 

Por eso, va a haber escritores que me van a cautivar más y otros, dada mi biografía y mis experiencias personales, mis vivencias, a los que voy a sentir muy lejanos a mi persona. Y no tiene nada que ver con la nacionalidad, sino con las temáticas que abordan, el tipo de personajes que crean. Y créanme que esto, a veces, determina tus gustos y afinidades. Musicales, literarios... 

No es casualidad que el heavy metal surgiera en Birmingham, una ciudad industrial de Inglaterra, y que sus músicos fueran obreros en las fábricas. Una música tan ruidosa, agresiva e invasiva, sólo podría haber nacido en un lugar así, no en un sitio alegre como el Caribe. 

Y esto, es todo lo que tengo para decir sobre los gustos y las afinidades de cada uno. No hay lector u oyente igual al otro. Lo que a mí me fascina o apasiona, a otro puede no gustarle o agradarle. Y que pase esto, es lo más normal del mundo. Será que yo, por ser una mujer a la que le encanta el heavy metal, estoy acostumbrada a que a los demás (parientes cercanos, colegas, compañeros de estudios), no les cautive la música que yo escucho ni la disfruten. Que esas mujeres que cantan ópera combinadas con metal, les hagan doler la cabeza o los incomode. ¿Cuál es mi conclusión al respecto? Que cada cual, tiene sus gustos. 
Si tengo que ir a un concierto de Nightwish o Tarja, sé que voy a ir sola, porque no conozco a nadie que desee acompañarme. A ésta altura del partido, me da igual. Y si entre mis lectores, hay algún admirador de García Márquez... pues, "sabrá disculparme" pero sobre gustos, no hay colores. 




Birmingham, Reino Unido. La ciudad donde en los '70, surgieron dos de las bandas más importantes del heavy metal: Black Sabbath y Judas Priest. Solamente un lugar gris, repleto de humo, chimeneas de fábricas, hollín y ruido a metal, podría haber dado lugar a semejante música estridente y poco amigable.  



                                                          

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