Porqué podría ver cien veces "Orgullo y Prejuicio" (Joe Wright, 2005). Una película basada en la novela de Jane Austen

 






 -¿Qué me recomendás de Jane Austen?
-¿Para leer?
-Si. Mucho no me gustan las novelitas románticas, esas sin sexo...
-Pará- dijo ella alzándole la mano frente a la cara-. Pará. No son novelitas, primero. Y segundo, Austen no es romántica. Así que no, no son novelitas románticas.


El secreto de Jane Austen. (Margall, Gabriela. Ediciones B,2015) 





Hace unos días me enteré del fallecimiento del actor Donald Sutherland, quien interpretó muchísimos papeles a lo largo de su carrera, pero para mí siempre será el padre de una de mis heroínas literarias: Elizabeth Bennet, la protagonista de la novela "Orgullo y Prejuicio" (1813), de la escritora británica Jane Austen. En la adaptación cinematográfica de Joe Wright, Sutherland interpretó de una manera espléndida al señor Bennet, el padre de Jane, Lizzie, Lydia, Kitty y Mary. Por ese motivo, decidí escribir sobre esa película, que es una de mis favoritas de toda la vida. A lo largo de los años, la he visto una docena de veces y no me cansa nunca. Por más que ya me conozca casi de memoria los diálogos, las escenas, las locaciones del rodaje...


El señor y la señora Bennet. Los actores Brenda Blethyn y Donald Sutherland, interpretando a la señora y al señor Bennet, el padre de las cinco hermanas.



La primera vez que leí a Jane Austen tenía quince años. La conocí con su novela
"Orgullo y Prejuicio" y me enamoré para siempre de su protagonista masculino: el orgulloso aristócrata Fitzwilliam Darcy, que, dentro de su imperfección, es el hombre perfecto (porque no existe, por supuesto 😂). Con Austen fue amor, flechazo instantáneo, desde la primera lectura. Luego de terminar ese libro, no tardé en buscar el resto de su bibliografía -que no es muy extensa, porque la autora murió joven-. Así cayeron en mis manos "Sentido y Sensibilidad" (1811); la historia de las hermanas Dashwood, "Emma" (1815) (acerca de una adinerada casamentera, ese me aburrió mucho), la simpática e irónica "La abadía de Northanger" (1817), la dramática "Mansfield Park" (1814) y la póstuma "Persuasión" (1817) (de mis favoritas), que hasta fue incluida por el famoso y polémico crítico literario Harold Bloom en su libro "El canon occidental" (Anagrama, 1994). Es que Jane Austen, junto a George Eliot, Virginia Woolf y Emily Dickinson, es de las pocas autoras mujeres que aparecen en el dichoso libro del ya fallecido profesor Bloom. Pero hoy no voy a hablar de los libros de la autora británica, sino de la adaptación cinematográfica de su novela más reconocida. Una obra que jamás hubiera sido escrita si Jane Austen no se hubiera enamorado de un muchacho irlandés...


Sinopsis 


La señora Bennet ha criado a sus cinco hijas con el único deseo de encontrar marido. La llegada al vecindario de Charles Bingley, un joven rico y soltero, con algunas amistades despierta el interés de las hermanas Bennet y de las familias vecinas, que verán una excelente oportunidad para cumplir su propósito. Elizabeth, una de las hijas de los Bennet, empezará una singular relación con Darcy, uno de los amigos de Bingley, que desencadenará esta historia de orgullo y prejuicios entre los dos hasta llegar a conocer el verdadero amor. 


Las cinco hermanas Bennet en la película de Joe Wright. De izq. a derecha: Jane, Mary, Lydia, Elizabeth y Kitty, en la terraza de Netherfield Park, la casa que alquiló Charles Bingley. 


Fitzwilliam Darcy y Charles Bingley, los "galanes" de la novela de Austen. Darcy, orgulloso, altanero y antipático, se enamorará de Elizabeth. En cambio, su amigo Bingley, se flechará con la bella Jane, la hermana mayor de las Bennet. Bingley es todo lo contrario de su amigo: simpático, bonachón y agradable. 

De izq. a derecha: Darcy, Bingley, Jane y Elizabeth.




El hombre que inspiró a Mr. Darcy: Tom Lefroy 


, el muchacho guapo de rostro vivaz y ojos chispeantes del retrato era Thomas Lefroy, un joven irlandés que conoció a Austen durante unas vacaciones en Inglaterra, mientras visitaba a sus primos, quienes eran conocidos de la familia de la escritora. Nos enteramos de esto gracias a las cartas que conservó Cassandra, la hermana de la autora. No sabemos con exactitud lo que sucedió entre ambos, pero sus biógrafos sospechan que Jane y él tuvieron un romance apasionado, y que Lefroy hasta tuvo intenciones de casarse con ella. 

En la película biográfica Becoming Jane (Julian Jarrold, 2007) , se da a entender que Tom no pudo contraer matrimonio con ella porque su familia -sobre todo, el tío magistrado que financiaba sus estudios de derecho en Londres- no aprobaba su relación con Austen. Los parientes más cercanos del joven irlandés querían que se casara con una adinerada heredera de su país, para que pudiera ayudar a mantener a sus hermanos. Jane Austen era la humilde hija de un clérigo protestante, no era la candidata ideal para un futuro abogado próspero como Tom Lefroy, que llegó a ser un importante juez del Parlamento del Reino Unido, representando a Irlanda. Lo que más me interesa de éste hombre no es su currículum ni su carrera política -que fue muy exitosa, por cierto- sino su relación con una de mis escritoras preferidas.


Los actores James McAvoy y Anne Hathaway interpretando a Thomas Lefroy y a Jane Austen en la película biográfica Becoming Jane o "Conociendo a Jane Austen". Saltaban chispas por todos lados entre estos dos. Una química que inspiró la atracción entre Elizabeth Bennet y Mr. Darcy.



Cualquier fan de Austen sabe que sin él, jamás hubiera existido el ficticio Mr. Darcy.
Lefroy hizo lo que su familia esperaba de él, ya que necesitaba su apoyo económico para triunfar en su carrera profesional: se casó con una irlandesa de una clase social "importante" y tuvo siete hijos. A la primera niña, le puso de nombre Jane. Cuando la famosa escritora murió, él viajó desde Irlanda hasta Inglaterra a presentarle sus respetos y más tarde, compró en una subasta el manuscrito de "Orgullo y Prejuicio", porque sabía perfectamente que la relación entre los protagonistas de la novela, Elizabeth Bennet y Fitzwilliam Darcy, reflejaba, de manera ficcional y literaria, la pasión y el amor que habían vivido con Jane. Es más, uno de sus sobrinos confesó, años después, que su tío le confirmó -ya mayor- que cuando era joven estuvo enamorado de la autora. 

Thomas Lefroy, cuando era magistrado. Aunque es mucho más famoso por su relación con Jane Austen que por su carrera política como juez. La autora española Anna Casanovas escribió la historia de Austen y él en algunos fragmentos de su novela "Buenas intenciones". 

El actor escocés James McAvoy interpretando a Tom Lefroy.. ¡Qué hermosos eran los trajes del 1800! Mi hermana adora a éste hombre, aunque yo prefiero a Michael Fassbender... quien interpretó al señor Rochester de Jane Eyre. 




A Lizzie Bennet, como a Jane Austen, tampoco la querían como candidata los familiares de su futuro marido. Lady Catherine de Bourgh, la rica aristócrata que vivía en Rosings Park, tía del señor Darcy, cuando sospechó que su sobrino quería casarse con ella, le dice en la cara, furiosa que "era una mocosa insolente, una jovencita de linaje inferior, indigna de ser la esposa de su sobrino y por ende, la dueña de Pemberley." Digamos que la plebeya se había enamorado del príncipe. 

Lady Catherine, miembro de la nobleza británica, jamás aprobaría que su adorado sobrino de "sangre azul" contrajera matrimonio con la hija de unos simples y humildes granjeros; quienes nunca contrataron a una institutriz para educarlas, como debían hacer las chicas de "buena familia" o las "niñas bien" de la clase alta. 

 
Para su altanera y desagradable tía, Mr. Darcy, dueño de la mitad de las tierras del condado de Derbyshire y de una hermosa mansión gigante en el medio del campo, Pemberley, debía buscarse una candidata mejor, una aristócrata rica y elegante que "estuviera a su altura", si era la hija de Lady Catherine, para que todo quedara en familia, mejor (en esa época se casaban entre primos). El duelo verbal entre este personaje y la protagonista, es una de las escenas más memorables y contundentes de la película, la veterana y oscarizada Judi Dench es perfecta encarnando a la belicosa y altanera lady de Bourgh. 



  Rosings Park, el hogar de Lady Catherine de Bourgh




"Tengo 27 años, no tengo dinero ni un prospecto. Ya soy una carga para mis padres. y tengo miedo. Así que no me juzgues, Lizzie, no te atrevas a juzgarme." 

Charlotte Lucas 




A diferencia de su amiga Lizzie, Charlotte Lucas, su vecina, recibe una propuesta de matrimonio de Mr. Collins, un clérigo adulador, oportunista, pedante e insufrible, uno de los personajes más cómicos de la novela -y por ende, película-  y la acepta. El señor Collins había intentado casarse con dos de sus primas, porque era el heredero de su granja: Jane Bennet (la más linda de las cinco hermanas), que estaba comprometida con Charles Bingley y luego con Elizabeth, quien, horrorizada ante la propuesta de ese hombre, que le parecía patético, lo rechaza sin dudar, lo que enfurece a su madre. 
Pero vamos a lo que más me interesa: porqué Charlotte, de quien en la novela se dice que era "poco agraciada" o más bien, feúcha, acepta casarse con un hombre que no ama. Cuando la protagonista, sorprendida, la confronta, ella le dice ésta frase inolvidable: "Sabes que no todas podemos darnos el lujo de ser románticas. Tengo 27 años, no tengo dinero ni un prospecto. Soy una carga para mis padres. Así que no me juzgues Lizzie, no te atrevas a juzgarme".

Al principio, Elizabeth no comprendía la decisión de Charlotte, pero más tarde, cuando fue invitada a pasar una temporada en su casa, la casa parroquial que quedaba en el mismo terreno que Rosings Park, el hogar de Lady Catherine; se da cuenta de que si bien su amiga no se casó con el amor de su vida, se adaptó a las circunstancias que le tocó vivir. Se dio cuenta que ella estaba contenta y aliviada debido a su matrimonio. Porque como le dice Charlotte a su querida amiga: "ahora tengo mi propio hogar". O sea, un hombre que ganaba un salario, dinero, comodidad, seguridad. Lo máximo a lo que podía aspirar una mujer de clase humilde, granjera o burguesa, en la Inglaterra de la Regencia. Ni siquiera las de clase alta, como la rica heredera Georgiana Darcy, se iba a salvar de ése destino. Como ellas no podían estudiar en la escuela y en la universidad, heredar una propiedad, tener un trabajo bien remunerado a la par de un hombre, la única manera en la que podían sobrevivir era buscarse un marido, preferentemente uno que tuviera empleo y vivienda propia. Como el señor Collins. 

¿De qué podía trabajar una mujer en ésa época? Podía ser sirvienta, cocinera, institutriz, prostituta.... En Inglaterra, las mujeres recién pudieron votar a mediados del siglo XX y tardaron siglos en ser admitidas en la universidad. Ni a Virginia Woolf se lo permitieron y eso que una mujer de clase alta, como lo cuenta en su ensayo "Un cuarto propio" (1929), en el que comenta como la echaron de la biblioteca de Oxford simplemente por su sexo.

Las mujeres de la época de la Regencia (1790-1820), para ser consideradas unas "damas" debían tener varias cualidades: cantar, dibujar, tocar el piano, bordar almohadones, leer, aprender idiomas, vestirse bonitas, ser coquetas, elegantes, buenas anfitrionas... y sobre todo, no molestar ni opacar al marido. O sea, ser un bonito adorno doméstico, un mueble más para que el esposo la exhiba y la muestre al resto de la sociedad como si fuera un trofeo:



-Es sorprendente -dijo Bingley- la paciencia de las jovencitas en desarrollar sus talentos , porque todas son talentosas. 
-"Talentosa" es un adjetivo que se usa con demasiada generosidad. No más de una docena de mujeres, entre todas las que conozco, realmente lo merecen. [Afirmó Darcy]
-Entonces -observó Elizabeth- usted debe de incluir muchas cosas en la definición de una mujer talentosa.
-Sí, muchas.
-Por supuesto -agregó la fiel asistente de Darcy, la señorita Bingley-. Una mujer debe tener un extenso conocimiento de la música, el canto, el dibujo, la danza, y las lenguas modernas; además de esto, debo poseer un cierto "no-sé-qué" en su manera de caminar, el tono de su voz, sus expresiones. 
-Todo eso debe poseer -afirmó el señor Darcy- a lo que se añadirá algo más importante, como el desarrollo de su inteligencia a través de la lectura. 
-No me sorprende  que conozca sólo seis mujeres talentosas. [Concluyó Elizabeth] En realidad, me sorprendo de que conozca alguna. Nunca conocí a una mujer que reuniera tal elegancia, inteligencia y sabiduría. 

(Austen, Penguin, 2015)

 
Jane Austen, mediante su protagonista, muestra su opinión sobre la educación de las mujeres y el lugar que tenían en la sociedad británica de su época. Un pensamiento que contrasta con el de Mr.Darcy, en uno de los momentos más memorables de la película. Por éste motivo, se da lugar una batalla verbal entre ambos que, en lugar de enfadar al aristócrata, acrecentará la atracción que siente por ella. Lo mismo sucede cuando la ve entrar en Netherfield Park, la casa que alquiló su amigo Charles Bingley, con el cabello suelto, desprolijo y las botas llenas de barro. 

Elizabeth había ido a visitar a su hermana Jane, que estaba enferma, hospedada con los Bingley. Caroline, la hermana de éste, la mira horrorizada, porque el aspecto de la joven era todo lo contrario del de una “señorita o dama elegante”. Pero Darcy, se queda embelesado ante la actitud poco convencional y rebelde, de la señorita Bennet. Porque se da cuenta que para ella, lo más importante era comprobar el estado de salud de su adorada hermana mayor, no lucir hermosa y seductora para los dueños de la casa y los hombres que habitaban en ella. como Caroline.


Caroline Bingley, quien sí representa el "ideal femenino" de la época. Se opone al matrimonio de su hermano con Jane Bennet, a  la que considera indigna de ser su cuñada. Y a lo largo del libro y la película, intenta "levantarse" a Mr.Darcy, adulándolo en todo lo que él dice y criticando sin cesar a Elizabeth.




Jane Austen, mucho más que una escritora "romántica"

"La falta de acceso a una educación básica o al ejercicio de una profesión -uno de los pocos trabajos femeninos era el de la institutriz, que no ofrecía prestigio ni ventajas económicas- hacía del matrimonio la única alternativa para la mayoría de las mujeres. Muy pocas de ellas podían llamarse profesionales, aunque no se mantenían económicamente ni eran reconocidas como tales. La misma Jane Austen es un ejemplo: durante los últimos seis años de su vida, ganó un poco más de 100 libras anuales por sus novelas, pero los gastos de su familia sumaban cuatro veces esa cifra, y nunca participó de círculo literario alguno. Por el contrario, siempre publicó sus obras en forma anónima. Si bien esto le impidió adquirir una reputación como autora, la resguardó de la condena de una sociedad que veía la entrada de las mujeres en la esfera pública como una pérdida de la feminidad." 

(Romano, Evelia, Prólogo de "Orgullo y Prejuicio",  Editorial Cántaro, 2007. Pág. 18.)


Cuando escucho a personas que desprecian la literatura de Jane Austen por considerarla "romántica" o "rosa", me doy cuenta de que, por lo general, no la leyeron. O no la leyeron bien. Porque lejos de idealizar las relaciones entre hombres y mujeres, la autora plantea la problemática de la falta de independencia de ellas y de cómo su destino estaba en mano del hombre con el cual decidían casarse. Algunos críticos piensan que Austen estaba influenciada por el pensamiento de la escritora Mary Wollstonecraft [autora del célebre Vindicación de los derechos de la mujer (1792) y una de las primeras intelectuales feministas de la historia] quien pensaba que la debilidad y la subordinación de las mujeres era consecuencia directa de una educación que tan sólo las preparaba para el rol de esposas y les infundía nociones equivocadas sobre las virtudes femeninas. Para ella, la educación debía conducir a la realización del ser humano. 

En la época en la que vivió Jane Austen, las mujeres eran relegadas por antonomasia, eran consideradas seres emocionales, cuyo talento era ser agradables, tiernas, delicadas y modestas, todas cualidades que debían poseer para conseguir un buen marido. Sin embargo, la autora opinaba que el talento de las mujeres en lo emocional era un resultado de su rol social. En Persuasión, la protagonista, Anne Elliot, reflexiona sobre esto:

Nosotras no nos olvidamos tan pronto de ustedes como ustedes se olvidan de nosotras. Quizá es éste nuestro destino y no un mérito de nuestra parte. No podemos evitarlo. Vivimos en casa, quietas, retraídas y nuestros sentimientos nos avasallan. No podemos hacer otra cosa. Ustedes -los hombres- se ven obligados a andar. Tienen una profesión, propósitos, negocios, de una u  otra clase que los llevan sin tardar de vuelta al mundo, y la ocupación continua y el cambio mitigan las impresiones. (...) 


Lo que la autora británica cuestionaba en sus novelas eran los privilegios que la sociedad concedía a los hombres respecto a la educación. "Los hombres tienen todas las ventajas sobre nosotras por ser ellos los que cuentan la historia. Su educación ha sido mucho más completa; la pluma ha estado en sus manos", dice la protagonista de Persuasión. 

Estos fragmentos me recuerdan a la bibliografía de las materias de literatura que estudié en la facultad, en la que las autoras mujeres canónicas recién aparecían en el siglo XIX, ya en la modernidad. Había alguna que otra excepción (Safo, María de Francia, Sor Juana Inés de la Cruz, etc), pero por lo general, los que construyeron el canon literario de la época más antigua y clásica, fueron hombres. ¿Por qué sucedía esto? Porque ellos sí podían acceder a una educación formal, ir al colegio, ir a la universidad. Se supone que un escritor debe tener una sólida cultura literaria. También sucedió en la literatura argentina. ¿Quiénes la fundaron? Sarmiento y Echeverría. Las mujeres, en la Argentina, recién cobran relevancia en el siglo XX: Silvina Ocampo, Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik. Estos nombres, junto a alguno más, son de los pocos que entran en los programas de literatura argentina de las universidades. 

Volviendo a la creadora de Orgullo y Prejuicio, que irónicamente, terminó siendo canónica, al igual que las hermanas Brontë, era hija de un clérigo protestante, por lo tanto, tuvo biblioteca en su casa y una educación más esmerada que otras jovencitas de su clase social, la burguesía rural inglesa. Además de ser socia de una biblioteca circulante, lo que le permitió acceder a otras lecturas que le facilitaron su profesión como escritora. Es sabido que un buen escritor, primero debe ser un buen lector. 

En el prólogo de la edición escolar que yo tengo desde hace años (me la regalaron para un cumpleaños), Evelia Romano afirma que en Orgullo y Prejuicio es donde Austen más cuestiona la educación de la mujer y su relación con el matrimonio. Las hermanas menores de Elizabeth (Kitty y Lydia) "miden su valor a través de sus características físicas o habilidades superficiales que no garantizan el desarrollo intelectual". (Romano, 2007). Es decir, son las jovencitas tontas, superficiales, huecas y de escasa cultura, que solamente piensan en comprarse vestidos bonitos y adornos para el cabello, las que hoy llamaríamos "mujer florero" o "chica que sale en la portada de Cosmopolitan". O como dicen algunos valientes -y políticamente incorrectos- periodistas: impresentables analfabetas. No se refieren a que no sepan leer ni escribir, sino que es una metáfora para aludir a mujeres que pueden ser muy impresionantes por fuera, por su aspecto físico, pero que, en criollo, no tienen mucho cerebro ni les importa desarrollar y estimular su cultura general e inteligencia. Y para colmo, en la mayoría de los casos, suelen ser muy arrogantes y soberbias.

He conocido algunas féminas así en la vida real y suelen ser las que más desdén -y hasta desprecio, debo admitirlo, sí soy poco "sorora" en estos casos- me generan. Las que te hacen preguntarte si están enteradas de que viven en el siglo XXI y no en el XIX, como las Bennet. Porque podemos ser mucho más que una cara y un cuerpo bonitos. Mucho más que cincuenta selfies posando en Instagram, mucho más que un escote, un vestido ajustado y un par de zapatos con tacos. Pero resulta que algunas no se enteran. Como le dije una vez a mi hermana, hablando de una amiga suya, que es súper machista, a pesar de su juventud: "No todas tienen cabeza para ser feministas". Y no hablo de dogmatismos ni radicalizaciones absurdas, sino de que si nos lo proponemos y nos esforzamos (y si tenemos la oportunidad socioeconómica, por supuesto. Estudiar nunca es gratis, ni siquiera en la Argentina), podemos llegar a tener una educación y cultura iguales -o hasta superiores, en algunos casos- que los que posee un hombre (como varias de las profesoras que tuve: mujeres brillantes, cultas e inteligentes) y hablarles de diversos temas a la par de ellos. 

Kitty y Lydia, las hermanas menores de Elizabeth, que no saben cómo comportarse en un baile. Representan el tipo de mujer hueca y superficial a la que Austen critica.


No tenemos por qué quedarnos calladitas en la hora del almuerzo
, como la amiga de mi hermana, mientras su pareja alardea de su trabajo y de sus emprendimientos, de lo importante que es su vida, ante las visitas. La amiga, se queda silenciosa y obediente para no opacarlo a él, para no herirlo en su susceptible orgullo masculino. Eso, para mí, es ser una mujer que se quedó en el siglo XIX o a principios del siglo XX. El tipo de mujer que yo no quiero ser nunca. Primero el cerebro, después la imagen, la estética, lo de afuera. No está mal arreglarse ni vestirse bonita, pero que sea lo único que te interesa en la vida, como a Kitty y Lydia, es lamentable y muy triste, porque generaciones enteras de mujeres lucharon para que no nos vean como simples objetos o trofeos, como propiedad de los hombres -ya sean novios, o maridos- para que puedan alardear de nosotras delante de sus amigotes. O ahora, de sus seguidores en las redes sociales, ya sea Facebook o Instagram. Como la pareja de la amiga de mi hermana, que seguro piensa: "Miren que novia hermosa que tengo. Pero calladita, se ve más bonita. No vaya a ser cosa que sea más lista que yo y me opaque."



Jane Austen, la mujer que se negó a casarse sin amor... 


Como ya mencioné antes, Jane Austen se negó a contraer un matrimonio por conveniencia, por ese motivo, se convirtió en una "solterona" y  tuvo el destino que tanto temía su personaje ficticio, Charlotte Lucas. No
 ganaba suficiente dinero con las ventas de sus libros y cuando murió su padre, sus hermanos se ocuparon de sustentarlas económicamente a ella, a su madre y su hermana Cassandra, cuyo prometido murió. Los hermanos de la autora Francis y Charles fueron marinos, oficiales de la Royal Navy y combatieron en las guerras napoleónicas. Su hermano Henry (militar, banquero y clérigo), fue el editor de su obra, el que viajaba a Londres para negociar con las editoriales que publicaban los libros de Jane de manera anónima. En la Inglaterra de aquella época, la mayoría de las autoras publicaban bajo seudónimo porque que una mujer fuera escritora estaba mal visto por la sociedad. Menciono las profesiones de éstos familiares de Austen no por una cuestión sensacionalista, sino porque la mayoría de sus protagonistas o secundarios masculinos van a ser marinos (el capitán Frederick Wentworth de Persuasión), militares (Mr. Wickham y el coronel Brandon) o clérigos (Mr. Collins, Henry Tilney de La Abadía de Northanger, Edmund Bertram de Mansfield Park) . 

Las veces que afirmé en clubes de lectura -cuando iba, porque me han dejado afuera por no ser una sectaria fanática que solamente lee mujeres 😂- que Jane Austen era una especie de "socióloga" de su época, me refería a que supo reflejar como nadie la difícil y a veces desafortunada situación de las mujeres en la época de la Regencia. 

Las novelas de ésta señora no eran una exaltación del romanticismo cursi e idealizado de telenovela, sino que plantean una problemática bien realista: una mujer soltera, a los 27 años, ya era considerada una solterona, que quedaba totalmente desprotegida ante el mundo. Piensen que las mujeres en ésa época - a menos que sean una rica heredera de clase aristócrata como Georgiana Darcy o Lady Catherine de Bourgh- no podían tener un buen empleo remunerado y si trabajaban, les pagaban una miseria, como les pasó a las hermanas 
Brontë cuando fueron institutrices -las novelas Agnes Grey Jane Eyre reflejaban bien esta situación-. Entonces, sino lograban casarse jóvenes, al morir el padre, debían ser mantenidas por sus padres o hermanos mayores. Y soportar los desaires de las cuñadas, a las que no les agradaba para nada esta situación.

Por ejemplo, en su novela "Sentido y Sensibilidad" (1811), las hermanas Dashwood son expulsadas de su casa al fallecer su padre, que pasó a ser propiedad de su hermano y su ambiciosa y antipática cuñada, Fanny. Un pariente les ofrece alquilar  un humilde cottage, una casita de campo y  las hermanas, junto a su madre, la viuda, deciden mudarse a Devonshire. Marianne, Eleanor, su madre y su hermana pequeña quedaron desprotegidas ante la muerte del "padre de familia" y desalojadas de su hogar. Recomiendo la excelente adaptación cinematográfica de 1995, protagonizada por Emma Thompson y Kate Winslet (la famosa Rose de Titanic), quienes interpretaron a las hermanas. Austen ha tenido la suerte de que toda su obra fuera adaptada al cine o a la televisión (la BBC británica se encargó de eso, como hace con la mayoría de la literatura clásica  de su país). 


La primera propuesta de matrimonio de Mr. Darcy: todo lo que NO hay que hacer si querés que una mujer acepte casarse con vos


Fitzwilliam Darcy, enamorado de la inteligencia y la agudeza de Elizabeth, le propone matrimonio por primera vez en un día lluvioso, en el templete de Rosings Park, la mansión de su tía. Esa escena de la película es maravillosa y dolorosa a la vez. La prueba de que, hasta un hombre culto, elegante y de clase alta como Mr. Darcy puede comportarse como un idiota y "meter la pata" con una señorita. Porque decirle a una mujer que la amás en contra de tu buen juicio, a pesar de la inferioridad de su rango (Lizzie era pobre, granjera y plebeya) y de lo avergonzante, ignorante y poco decorosa que es su familia -quienes no sabían comportarse en los bailes públicos y las fiestas en sociedad- no es la mejor manera de persuadirla de que acepte casarse contigo. El estirado y orgulloso señor Darcy esperaba que como él era alguien importante, era rico, tenía mucho dinero y sangre azul en las venas, ella agachara la cabeza, soportara los insultos de buen grado y "aceptara su mano". 

Elizabeth, indignada y enfurecida, le contesta que él es un arrogante, que siente desdén por los sentimientos ajenos
-porque había separado a su amigo Charles Bingley de su hermana Jane, cuando estaban enamorados-, que cómo se atrevía a decirle que "ella le gustaba en contra de su buen juicio" y  que sobre todo, ésas no eran las palabras de un caballero. Básicamente, le espeta que es un engreído y un maleducado -lo cual, es verdad, al menos en ése momento-. Además, para agraviarlo y herirlo en su orgullo masculino, (las mujeres cuando queremos herir verbalmente a un varón, sabemos muy bien adonde "pegarles"
le grita que "él era el último hombre con el cual ella pensaría en casarse". 


Sr. Darcy: – «Señorita Elizabeth, he luchado en vano y ya no lo soporto más. Estos últimos meses han sido un tormento. Vine a Rosings con la única idea de verla a usted. He luchado contra el sentido común, las expectativas de mi familia, su inferioridad social, mi posición y circunstancias, pero estoy dispuesto a dejarlas a un lado y pedirle que ponga fin a mi agonía.»
Elizabeth: – «No comprendo.»
Sr. Darcy: – «La amo, ardientemente.»


A lo que Mr. Darcy, interpretado por el actor Matthew McFayden (magnífico en su papel, se le notaban los años en las tablas de los teatros londinenses) se le acerca a Elizabeth, con sus hermosos ojos azules destilando furia y deseo a la vez- la tensión sexual entre ellos, en varias escenas del filme, es enorme- y le pregunta, enojado: "¿Me está rechazando? ¿Usted se está burlando de mí?".

Observen el carácter y la dignidad de ésta mujer, el coraje que tiene, muy pocas féminas se hubieran atrevido a reaccionar así ante una proposición de éstas características. Rechaza a un hombre poderoso, rico, a pesar de la complicada situación económica de su familia. Resulta que las Bennet, al ser todas mujeres, cuando falleciera su padre iban a perder la casa, la granja en la que vivían, que la iba a heredar su primo, el clérigo Mr. Collins. Porque las mujeres, en la época de Jane Austen, no podían heredar propiedades, iban a parar al hijo varón o al pariente hombre más cercano. Por eso la señora Bennet estaba desesperada por casar a sus hijas, para que no se quedaran en la calle cuando falleciera su marido. 

Elizabeth Bennet rechaza dos propuestas de matrimonio
 en la primera parte de la película, sin importarle los beneficios económicos o materiales que pudiera obtener de aquellos posibles enlaces. Arriesgándose a quedarse solterona, a no conseguir un marido jamás. 
Su carácter y su moral son muy parecidos a los de su creadora, Jane Austen, quien no se casó nunca porque no quería un matrimonio por conveniencia, sino un casamiento por amor. No me cabe la menor duda de que si hubiera podido, habría sido la esposa de Tom Lefroy, pero no se le dio la oportunidad.



"¿Cuántos años tiene? ¿Tiene marido? ¿Tiene hijos?"
200 años después, hay cosas que no han cambiado.


La mayoría de las protagonistas de los libros de Jane Austen son mujeres jóvenes, de menos de 25 años. Pero hay una que no lo es: Anne Elliot, el personaje principal femenino de Persuasión, su novela póstuma y curiosamente, la favorita del crítico literario Harold Bloom. Miren que Bloom era un "tipo jodido" -como diríamos en Argentina- pero en su famoso libro alaba ésta novela y le dedica un apartado entero: 


Las principales heroínas de Austen -Elizabeth, Emma, Fanny y Anne- poseen tal libertad interior que sus individualidades no pueden reprimirse. El arte de Jane Austen como novelista no consiste en preocuparse por la génesis socioeconómica de su libertad interior, aunque el nivel de ansiedad aumenta en Mansfield Park y Persuasión. En Austen, la ironía se convierte en instrumento de la invención, que el doctor Johnson definía como la esencia de la poesía. Una concepción de la libertad interior que se centra en el rechazo de cualquier afecto que no proceda de aquel  a quien se le ha concedido esa estima, resulta una idea de lo más irónica. La suprema escena cómica de toda obra de Austen debe de ser el rechazo de la primera propuesta de matrimonio de Darcy, donde las ironías de la dialéctica de la voluntad y el afecto se vuelven casi ofensivas».

Harold Bloom. El canon occidental (Anagrama, 1994).


Anne Elliot,
de 27 años, quien en su juventud -aconsejada por una tía- había rechazado la propuesta de matrimonio del apuesto capitán de la Royal Navy Frederick Wentworth, era una solterona, vista con desdén y lástima por sus hermanas casadas, como si fuera inferior que ellas. Al principio del libro, ella visita a una de sus hermanas, casada y con hijos, y mientras sus familiares salen a divertirse, a ella le piden que "se quede a cuidar a los niños, total, no tenía marido del cual ocuparse o acompañar". 

En los libros de Austen, se muestra que una mujer completa debía ser esposa o madre, porque te elevaba de categoría, te daba otra autoridad delante de las otras féminas. Como diría una conocida periodista argentina -cuya frase se viralizó y se convirtió en meme-: "Yo soy ma-má" (pronunciado con énfasis en cada sílaba). Aunque no lo parezca, éste mandato de que para ser una "mujer completa" hay que ser "señora" y "madre" continúa vigente en la sociedad argentina. No sé cómo será en otros países, pero en el que yo vivo (y esto es muy común en toda América Latina) cuando una mujer comienza la treintena, sus parientes ya le empiezan a preguntar por la maternidad. Le sucedió a conocidas, amigas, primas... O a veces, hasta cuando tenés veintitantos. A una amiga, maestra de escuela primaria, un alumno pequeño -no tendría más de siete u ocho años- le preguntó, hace unos años, preocupado y horrorizado: "¿Tiene 25 años? ¡Seño, tiene que tener un novio! ¡Tiene que casarse!". Obviamente que a ella le dio muchísima ternura la reacción del pequeño, pero le hizo reflexionar sobre éstas cuestiones. Fíjense cómo está arraigado en la sociedad argentina que una mujer -por más títulos y profesión que tenga- debe ser esposa y madre. Sino, es vista desde afuera como una mujer incompleta, rara, extraña. Claro, como a las protagonistas de las novelas de Austen, el niño temía que su querida "seño" se quedara solterona. 

Pero éste no es un caso aislado. Lo primero que me preguntaron mis alumnas adolescentes cuando entré a un aula no fue porqué elegí mi carrera, porqué esa disciplina, ni donde estudié, sino que se dio el siguiente diálogo:


-¿Cuántos años tiene? 
-Treinta -respondí-. 
-¿¡Treinta!? Naa...Parece de 21. 
-No, no - dije, un poco alarmada- No soy tan joven (en mi profesión, la juventud te resta autoridad, es una enorme desventaja).
-¿Tiene marido? ¿Tiene hijos?
-No. Tener marido e hijos era incompatible con estudiar en la universidad -contesté, con mi habitual honestidad brutal-. 

A lo que una de las estudiantes, le gustó mi respuesta y me dijo que estaba muy bien, pero a otras les pareció extraño, raro. Hasta me preguntaron si me gustaban los hombres o las mujeres, lo cual me divirtió mucho. Vaya que son modernos, estos chicos, pensé. "Hombres. Pero está bien que lo pregunten." ,respondí. Lo que quería comentar respecto a esta anécdota personal es que no les interesaba saber sobre mi profesión ni qué me había llevado a estar allí. Estoy segura de que a un hombre no le hubieran preguntado lo mismo que a mí. Lo que más les intrigaba era saber si era "esposa", si tenía marido e hijos. No importaba que tuviera un título o una formación profesional. 

Hay mandatos que todavía no podemos eludir, ni siquiera en el siglo XXI.
 
Porque una mujer de mi edad, se supone que ya debe ser "señora" y tener dos retoños -por lo menos- a los que criar. Ese día me sentí como Anne Elliot, la solterona de Persuasión. Si algún día tengo marido, tal vez mis alumnas dejen de mirarme con una expresión extraña, o sorprendida. Responderé: "Sí, tengo marido". O "Sí, soy casada". Y el interrogatorio se terminaría ahí. 
Porque el esposo o la pareja, no importa si lo quieres o no, es algo que a determinada edad, una mujer debe tener. Sino, sos una fracasada o una solterona. Una mujer incompleta. Como Anne o "doña Rosita la soltera" de García Lorca. 

Ésta experiencia me hizo reflexionar sobre mi propia vida-´porque la buena literatura, como la de Austen, te interpela como ser humano, de alguna manera-. Se puede ser esposa, mamá y estudiar una carrera de grado -tuve muchas colegas que lo hacían y todavía lo hacen- pero yo, por cuestiones personales y muy particulares de mi propia biografía, no pude. (Los posgrados, son otro cantar, porque son sólo un par de materias, dos años de cursada y la tesis, la mayoría de mis profesoras se las dedicaban a los maridos que las apoyaron para que sigan estudiando, lo cual me pareció  muy tierno). 

Las preguntas de mis alumnas me hicieron pensar sobre algo que ya tengo asumido hace tiempo. Le dediqué casi diez años a mi carrera profesional y tuve que sacrificar muchas cosas para conseguir mi título y poder estudiar y formarme en la disciplina que me apasiona. El costo que pagué fue no tener un hombre a mi lado. Un novio, una pareja. Años de soledad -que dolieron en el cuerpo y en el corazón-. Pagué un precio elevado por acceder al conocimiento. Sangre, sudor y lágrimas. Cuando alguna compañera, un poco envidiosa o enfadada porque iba a graduarme, me lo comentaba, yo le decía: "Sí, me voy a recibir, pero no te creas que todo fue color de rosa. Yo, por ésta carrera, me privé de trabajar, de ganar dinero para darme ciertos gustos, de tener mucha vida social, de ir a las discotecas y salir con amigos todos los fines de semana. Y sobre todo, me privé de tener un novio, una pareja". Fueron sábados, domingos, feriados, hundiendo los codos en los libros, estudiando todo el día, leyendo y resumiendo textos hasta la madrugada. Meses preparando finales, en julio, en diciembre, cuando todos estaban disfrutando las vacaciones. A la universidad, le he dado toda mi veintena. Los años gloriosos de la más tierna juventud.

Una compañera, madura, casada, con hijos, se lamentaba de no poder hacer la residencia -las prácticas en las escuelas- entonces, yo le dije: "Y sí, te entiendo, te va a doler. Pero vos tenés marido, hijos -le dije, tratando de consolarla-. Tenés una familia. Yo tengo casi treinta años y estoy sola. Todo no se puede tener en la vida". Hay gente que sí, que puede combinar ambas cosas -el estudio y la pareja-, pero yo no he tenido esa suerte. 

Tengo que reconocer que el nivel y la exigencia académica a la que tuve que enfrentarme, me absorbían casi todo mi tiempo y con sinceridad, no hubiera podido dedicarle el tiempo necesario a una relación de pareja. Por eso, a mí el título me salió bien caro, a nivel personal. Pagué mi precio. Pero no me arrepiento. Yo tuve la oportunidad que no tuvieron ni mi madre ni mis abuelas, porque como ya expliqué antes, soy una chica que viene de familia trabajadora, obrera. Entonces, el esfuerzo -y la gratificación al graduarme- fue doble. Está comprobado por estadísticas que los estudiantes (al menos en Argentina) que tuvieron padres profesionales -con título universitario- tienen más posibilidades de graduarse que alguien que, como yo, es de "primera generación". Así que bueno, tengo treinta, no tengo marido ni hijos, pero tengo mi título. Anne Elliot  y Charlotte Lucas no tuvieron esa suerte. Como decía mi profesora de Literatura Española: para nosotras, todo tiempo pasado, nunca fue mejor.


Elizabeth Bennet, una heroína que desafía las convenciones sociales 


«Yo no me asusto, aunque su hermana toque tan bien. Hay una especie de terquedad en mí, que nunca me permite que me intimide nadie. Por el contrario, mi valor crece cuando alguien intenta intimidarme». 

Elizabeth Bennet

¿Porqué admiro tanto a Lizzie Bennet? Porque a pesar de que no es una mujer de familia aristocrática, es culta, inteligente, valerosa, carente de coquetería y afectación, no le importaba llenarse las botas de barro para visitar a su hermana enferma... 

No le importa ser la más bella, refinada y elegante, una muñeca adornada  e "híper femenina" como Caroline Bingley, para levantarse a un hombre,  porque una mujer así, no lo necesita. Elizabeth ni siquiera se amedrenta ante la hostil Lady Catherine y su orgulloso sobrino, Mr. Darcy, un hombre que pertenece a una clase social muy superior a la suya. Y es curioso, pero Fitzwilliam Darcy se enamora de ésas cualidades de ella, que no encuentra en mujeres de su posición social, de la "rapidez y la vitalidad intelectual" de ésta jovencita. Por eso, Lizzie es la menos preferida de su madre, quien apoyaba y fomentaba la forma de ser de sus hijas menores. Las "educa para el matrimonio, pero en sus aspectos más triviales y lucrativos". (Romano, 2007)

Y es que la película, al igual que en la novela, nos muestra a diferentes tipos de mujeres. Por un lado, están las de clase alta, como la "nueva rica", Caroline Bingley -cuya familia pertenecía a la burguesía que había hecho fortuna con el comercio-, que es una arpía que intenta impedir que Jane Bennet se case con su hermano Charles, aun sabiendo que ellos se amaban, además de hacer lo imposible por levantarse al señor Darcy (y hablar pestes de Elizabeth en la novela). O sino, Georgiana Darcy, la hermana menor del galán, que representa al "ángel del hogar", la chica buena y tierna, dulce, experta pianista y que cumple con todos los requisitos para ser una "buena señorita". No será un personaje deslumbrante pero sí es más agradable que la presumida y despectiva Caroline Bingley. 

Después tenemos a Lydia y Kitty, las hermanas menores de Elizabeth, las que no son demasiado inteligentes, sino que Austen las describe como tontas, superficiales y arrogantes. También está Mary, la más tímida y desabrida de las Bennet. Y por último, la madre, la señora, que merece un párrafo aparte porque es uno de los personajes más cómicos e hilarantes de todo el filme. Desesperada por casar a sus hijas con un buen partido, la señora Bennet se comportará de una manera imprudente y ridícula, vergonzosa, tanto que Mr. Darcy luego se lo echará en cara a Elizabeth, la falta de propiedad y decoro de toda su familia, exceptuándolas a ella y a Jane. Se la pasará alardeando de que "sufre de sus pobres nervios" y cuando finalmente se casen tres de sus hijas, alegará que las extraña, porque siente el "síndrome del nido vacío"

Su marido, interpretado por el genial Donald Sutherland, apenas le lleva la corriente y lamentará no vigilar a sus hijas más pequeñas,  -a las que en el fondo desprecia, porque las considera "huecas y estúpidas"- a las que dejará irse de vacaciones a Brighton con sus tíos y la fuga de una de ellas, Lydia, con el sinvergüenza del "señor Wickham", un apuesto soldado que era amigo de Elizabeth y un viejo conocido de Mr. Darcy. 


El señor de Pemberley y la chica de la granja: un amor polémico y difícil


Al principio de la película, Elizabeth siente un profundo desagrado por Mr. Darcy, porque él se niega a bailar con ella en un baile del pueblo, alegando que no era "lo suficientemente hermosa como para tentarlo". Comienza a tratarlo debido a la relación entre su hermana mayor, Jane y Charles Bingley, el amigo de Darcy, quien alquiló una preciosa vivienda, Netherfield Park. Más tarde, a pedido de las hermanas Bennet, Bingley ofrecerá un fastuoso baile en el que Lizzie bailará por primera vez con Fitzwilliam Darcy, sorprendida de que él la invitara a una pieza. 


El apuesto y coqueto Mr. Wickham. Simpático, encantador, manipulador y libertino... El rival y principal adversario de Mr. Darcy.


Cuando aparece en escena el seductor, atractivo y coqueto militar George Wickham, a quien el protagonista masculino conoce desde que eran niños (porque era el hijo del administrador de
Pemberley, y más tarde, un libertino, mujeriego y jugador empedernido), paseando con su amada Elizabeth, Darcy se muere de ira, celos y rabia, tanto que se aleja galopando en su caballo, furioso. 

Más tarde nos enteraremos de que el vividor, gigoló -había intentado seducir a Georgiana Darcy, de 15 años, para fugarse con ella y quedarse con su herencia-, canalla y sinvergüenza Mr. Wickham, huyó de la zona, temeroso de que su antiguo amigo desvele su verdadera personalidad ante las Bennet. Éste es el "villano" y principal antagonista de la película, quien más tarde se fugará -sin casarse- con la coqueta, insulsa y tonta Lydia Bennet a Escocia, lo cual era un escándalo que podía provocar que toda la familia quedara "deshonrada" y que ningún hombre quisiera casarse con el resto de sus hermanas. 

Darcy, tratando de ayudar a Elizabeth, es quien los busca, los encuentra y obliga al mentiroso y manipulador Wickham a casarse con la jovencita, inclusive pagó la boda, la "comisión" que exigía éste para contraer matrimonio y hasta ayudó a que la noticia de la fuga no circulara en los periódicos. Todo eso, lo hace para reconquistar a la mujer que ama. Entonces, nos damos cuenta de que no es tan malo, orgulloso y egoísta como parecía al principio de la película. 



Cómo pedirle matrimonio a una mujer sin ofenderla y que ella acepte: Mr. Darcy, el aristócrata arrepentido. 



Elizabeth cuando visita por primera vez la finca de Mr. Darcy. Se siente intimidada por la opulencia y la riqueza de
Pemberley. En ése momento, cae en la cuenta de la enorme brecha en cuanto al nivel socioeconómico de ambos. 


Luego del rechazo de la primera propuesta de matrimonio de Darcy a Elizabeth, vuelven a reencontrarse meses más tarde, cuando ella visita el Distrito de los Picos en Derbyshire, junto a sus tíos. Ellos querían conocer la finca Pemberley (Chatsworth House en la vida real, allí filmaron las locacionesel hogar del famoso Mr. Darcy. Lizzie accede a visitarla porque cree que él se encuentra en Londres, la capital. Después de rechazar su propuesta de matrimonio, no tenía ganas de cruzarse con él.





La sala de las esculturas.


La cuestión es que mientras el ama de llaves la guía por la preciosa e imponente mansión, mostrándole todas las esculturas, las pinturas y la bellísima arquitectura, ella escucha el sonido de un pianoforte en una habitación y se asoma a espiar por el umbral de la puerta. Allí ve al hombre que rechazó junto a una adolescente rubia y pequeña, que es quien ejecuta el instrumento. A él se lo veía feliz, sonriente, simpático, como nunca antes. Luego nos enteramos que esa chica es Georgiana Darcy, su hermana menor. Elizabeth es descubierta, espiando y sale corriendo hasta el jardín, avergonzada. Pero él, Mr. Darcy, la sigue y la saluda. Ambos están incómodos, pues la última vez que se vieron, discutieron casi a los gritos. 


El orgulloso Mr. Darcy en su casita. Pemberley.





Mr. Darcy, algo incómodo, cambia de actitud y la invita a ella y a sus tíos a la casa al día siguiente, para enmendar su pésimo comportamiento en la fallida propuesta de matrimonio. Al otro día, le presenta a su hermana Georgiana e invita a su tío a pescar en el lago de su propiedad. Y por primera vez, a lo largo de todo el filme, le sonríe a Elizabeth. Una sonrisa que lo hace más bonito, más bello, más humano. Menos intimidante y estirado. Una sonrisa que enamoraría a cualquier mujer. 



Él comprende, que si bien hay circunstancias inevitables que los separan y diferencian, como sus diferentes orígenes socioeconómicos (mientras él reside en una imponente finca, ella vive en una humilde granja) , eso no debería ser un impedimento para que él acepte -o al menos, tolere- a la familia de ella y que en lugar de darle importancia a los prejuicios y ofenderla, insultarla y humillarla como hizo antes, decida aceptar lo que siente por ella, aunque no sea la persona que a su aristocrática familia le hubiera gustado para él. Aunque Elizabeth Bennet sea una "jovencita de rango y linaje inferior" (como argumenta Lady Catherine), poco apropiada para "casarse" con un rico terrateniente y aristócrata, porque él, el protagonista, la ama de todas maneras. 

Enamorado, desesperado y decidido a reconquistarla de nuevo, Mr. Darcy, el galán de la novela comprende los motivos por los cuáles fue rechazado la primera vez y trata de enmendarse. Deja su característico orgullo de lado
y trata de "hacerles gancho" a su amigo Bingley y a Jane, la hermana mayor de su amada. Él fue quien convenció a Charles para que rompiera el compromiso con la mayor de las Bennet, pensando que la joven no lo amaba. Entonces, al conocer la verdad sobre la naturaleza de los sentimientos de Jane (quien era tímida y poco demostrativa) gracias a Lizzie en la famosa discusión en el templete de Rosings  Park, decide convencer a su amigo de que vuelva a 
Longbourn, la casa de los Bennet, a pedirle matrimonio a la bella Jane Bennet. Darcy, por querer ayudar a su amigo, se equivocó. Separó a dos jóvenes que se amaban, causándole infelicidad a ambos. Al final, decide ayudarlo a que se case con la chica que Charles realmente quería.

Una de las escenas más graciosas del filme es aquella en la que los dos amigos, practican cómo presentarse e hincar la rodilla en el suelo y pedirle matrimonio a una mujer. Bingley estaba muy nervioso antes de pedirle casamiento a la mayor de las Bennet. Pero tuvo suerte y al final, logró su cometido. Y reconoce, ante ella, que rompiendo el compromiso y  huyendo, se comportó como un idiota.


Todas las Bennet, recibiendo otra vez a Mr. Bingley, quien vino a pedir la mano de Jane.




Bingley ensayando en el jardín de los Bennet. Bonito sombrero, de hecho. 



Cómo se hacía antes...De rodillas. Mr. Bingley le pide matrimonio a Jane y ella acepta. 

Elizabeth, a su vez, se da cuenta, al ver la intervención del hombre que ella antes detestaba, para lograr el matrimonio de su adorada hermana y Mr. Bingley, se da cuenta de que él no era el prepotente arrogante y despectivo que aparentaba, sino que a pesar de su altivez y sus defectos, podía ser un hombre bueno, que ayudaba a sus amigos, a la gente que quería y que, como le dijo su primo, el coronel Fitzwilliam, en Rosings: "la mujer que se case con Darcy, será una mujer con suerte. Es un compañero muy leal". Lo que termina de confirmarle a ella que éste hombre no era tan malo como parecía es la confirmación, de parte de su hermana Lydia, de que él encontró a Wickham y a ella cuando se habían fugado y los obligó a casarse. Y que "el señor Darcy no se daba tanta importancia como ella".



La mano y el carruaje. La escena más sugerente de la película 



Joe Wright es un director que supo elegir bien las escenas que mostraban la evolución de la relación amorosa entre los protagonistas de la película. Y es que a lo largo del filme, vamos viendo cómo surge la atracción y  la tensión sexual entre Lizzie y Darcy: las miradas -sobre todo, las de él-, los roces mientras bailaban en Netherfield Park, el desafío en los ojos de ambos...
Y la escena más sugerente y sutilmente erótica de la película: la del carruaje.
En la Inglaterra del 1800, era impensable que una señora como Jane Austen escribiera una escena de sexo, lo máximo que podía hacer un protagonista masculino suyo era sujetarle la mano a una mujer. En la película, cuando el baile ofrecido por Mr. Bingley ya terminó, ya es de día, 6 am, las hermanas Bennet se van en un carruaje sin techo, Mr. Darcy ayuda a Elizabeth a subir al vehículo y le sujeta la mano, por primera vez. Luego, la cámara lo enfoca, mientras se aleja, con la piel de la mano con la que tocó a Elizabeth, estremecida y temblorosa, afectado por el contacto físico con ella.


Mr. Darcy no era un témpano como todos suponían... La mano, lo máximo que podía tocarle un hombre a una mujer (que no era su esposa) en la Inglaterra del siglo XIX sin faltar al decoro de esa época. 

De todos los galanes de las novelas de Jane Austen, Darcy es el más famoso y memorable. No por su condición socioeconómica, sino por la química incendiaria que tenía con la protagonista, Lizzie Bennet, que me imagino habrá tenido la propia Austen con Tom Lefroy, lo cual se refleja en varios diálogos de la novela y del filme.

La escena final de la película, la del beso de ellos, ya casados, en pijamas, en el jardín de Pemberley, durante la madrugada, fue cortada por los ingleses -porque en éste sentido, son unos pacatos, aguafiestas y amargos-. ¡¿Qué tenía de malo que se besaran a medio vestir, si ya eran marido y mujer?! ¿Qué tenía de malo que pareciera que habían pasado la noche juntos?! ¡Odio cuando hacen eso y me arruinan los finales! Por lo menos, podemos encontrarlo en YouTube en la versión extendida. 



Otra parte que me encanta de la película, porque es muy  graciosa e irónica, es aquella en  la que el adinerado y "pomposo" -como lo describen sus cuñadas- Mr. Darcy está sentado en el patio de la humilde granja de los Bennet, entre gallinas y patos, esperando su turno para pedirle la mano de Lizzie al señor Bennet (como se estilaba antes), siendo espiado por todas las hermanas de ella. Es que el novio debía ir a pedirle al futuro suegro la mano de su hija, y si éste le daba la bendición, podía llevarla al altar.

Y respecto a éste inminente matrimonio, el señor Bennet
 se mostró preocupado. Por ese motivo le pregunta a Elizabeth si realmente lo quería tanto a Darcy como para casarse con él: "Es un caballero orgulloso y poco agradable. Pero no importaría si a ti te agrada. Tendrás carruajes y vestidos más elegantes que los de Jane. Pero... ¿Eso te hará feliz?" A diferencia de sus esposa, él no quiere que sus hijas se casen por motivos económicos, sino que lo hagan por amor. Una de mis escenas preferidas de la película es el final. La conversación entre padre e hija, luego de que él le dio su bendición a Darcy para la boda. Aunque en la película lo modificaron, el diálogo original de la novela es éste:

"Sé que no podrías sentirte feliz ni respetada a menos que, realmente, quieras a tu marido y lo consideres superior a ti. Tu inteligencia y tus talentos pondrían en riesgo una relación con alguien inferior. Hija, evítame el dolor de verte incapaz de respetar a tu marido. No sabes lo que eso significa."


En cambio, en el filme, el personaje interpretado por Donald Sutherland, dice esto: 


"No creí que alguien pudiera merecerte. mi Lizzie. No te hubiera dejado marchar con alguien menos digno de ti. "


Para el señor Bennet, era importante que su hija respetara al hombre que elegiría para casarse y sobre todo, que fuera digno de ella, que no fuera inferior. Por eso la apoya cuando ella rechaza la propuesta de matrimonio del señor Collins, y le cuestiona, preocupado, su casamiento con Mr.Darcy, porque tenía serias dudas de que ese hombre antipático -por más dinero y "sangre azul" que tuviera- mereciera a su hija favorita.




Palabras finales...
 Jane Austen y Thomas Lefroy, los "verdaderos" Elizabeth Bennet y Fitzwilliam Darcy


Los actores Anne Hathaway y James McAvoy interpretando a Jane Austen y Tom Lefroy en la película "Conociendo a Jane Austen". Los admiradores de la obra de Austen jamás dejaremos de agradecerle a ese joven irlandés haber inspirado a tan magnífico personaje masculino, que pasó a ser parte de la historia de la literatura inglesa y universal.


Jane Austen escribió la historia que a ella misma le hubiera gustado vivir. Es más que evidente que el personaje de Fitzwilliam Darcy está inspirado por la personalidad arrolladora de Tom Lefroy, su amado irlandés, y que Lizzie Bennet, es un álter ego de ella misma. Sólo en una obra de ficción una chica inglesa pobre, de familia humilde, iba a poder casarse con un aristócrata que tenía una mansión gigante y que era dueño de la mitad de las tierras del condado de Derbyshire. Ya que vamos a imaginar, imaginemos a lo grande, habrá pensado Austen. 

"Orgullo y Prejuicio"
, junto a "Sentido y Sensibilidad" y "Persuasión" son mis novelas preferidas de la escritora británica. Y no se engañen, la señora no se limitaba a contar historias cursis de amor de niñas ricas, sino que reflejaba la cruel realidad de las mujeres de clase burguesa  y de condición humilde de su época. Que no era nada bonita. Si no eras bella, ni tenías dinero, y se te pasaba la edad de casarte como a Charlotte Lucas, te convertías en una carga para tus padres o hermanos varones, y quedabas indefensa ante el mundo. Siempre dependiente de un hombre. Primero el padre, luego el marido. Nunca libres. Casarse era la única manera de sobrevivir en un mundo que era de los hombres - y que sigue siéndolo, por más que ahora podemos estudiar, trabajar y heredar propiedades-, como dijo con certeza la historiadora y escritora argentina Gabriela Margall en su novela "El secreto de Jane Austen".

Y es que la autora británica, los había calado a todos los hombres: los heroicos, los buenos, los mujeriegos, los jugadores, los hipócritas, los aduladores, los canallas, cobardes (los villanos, como Wickham o Willoughby) o los virtuosos y formidables, como sus protagonistas masculinos (Darcy, el coronel Brandon, el capitán Wentworth, entre otros).

Pocos autores lograron capturar la esencia del ser humano como Jane Austen. Irónica, intelectual, de genio alegre y chispeante (cómo diría Victoria Ocampo), la señora era una escritora monumental. Y por ese motivo, por lo buena narradora de historias que era, podría ver cien veces la película de Joe Wright sin cansarme. No sólo por la bellísima fotografía, la hermosa banda sonora de Darío Marianelli (que tengo en CD físico y la he oído incontables veces), las magníficas actuaciones del casting, sino que es una historia tierna, compleja, dulce y maravillosa. 

Es el triunfo del amor verdadero entre dos personas en una sociedad clasista, desigual e hipócrita. Es el ascenso y triunfo social de una joven humilde, pero inteligente y valiente, leal para con los suyos, digna. También es la historia de un hombre orgulloso y altanero, que reconoce que se equivocó, cambia de actitud y lucha hasta lo imposible, por obtener el favor de la mujer que ama, aun contra su voluntad. Que termina enfrentándose a su temible tía, Lady Catherine, quien se oponía a ésta unión, por considerar a Lizzie una plebeya inferior, sin pensar que esa plebeya, a pesar de su origen social, hacía feliz de verdad a su sobrino. Era una gran mujer, con título nobiliario o sin él. Darcy, que era un hombre hecho y derecho, se enfrenta a su familia, le pide perdón a su futura esposa por los insultos y el comportamiento de su tía y termina casándose con ella, porque la valora como lo que es, una gran mujer. 



“Si sus sentimientos son los mismos que en abril, dígalo de una vez, una palabra suya me silenciara para siempre. Si sus sentimientos hubiesen cambiado, tendría que decirle que me ha hechizado en cuerpo y alma y la amo, la amo, la amo, no quiero estar sin usted otro día.”

Mr.Darcy



(Ahora sí. Mr. Darcy. Dudo que alguna mujer rechazara una propuesta de matrimonio después de esa declaración 😅. Aprendió la lección) 




Después de la noche de bodas....La escena que los ingleses decidieron borrar de la película. ¡Eso no se hace! 😒 Pero qué pacatos, por Dios... 




La escena final de la película, en la versión inglesa.



El final alternativo , el que correspondía.💓


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