El vendedor de libros - Arturo Pérez-Reverte (Patente de Corso)
Mis lectores se preguntarán... ¿Otra vez va a escribir sobre Pérez-Reverte? Pues resulta que sí. Pocos autores me han acompañado y marcado tanto en mi trayectoria lectora cómo él. Por varios motivos, algunos tan personales que no los voy a detallar aquí. A Reverte (o "Arturito", como lo nombra con cariño y picardía mi hermana, cuando hablamos de sus libros, porque así lo apodaron las bibliotecarias a las que le iba a pedir todos los Alatriste) lo quiero y lo adoro con todo mi corazón de lectora. Suena extraño, porque apenas he visto a éste hombre en persona durante cinco minutos a lo largo de mi vida, pero lo he leído por años y fueron sus novelas, sus personajes, los que me acompañaron, entretuvieron y consolaron en los períodos más oscuros, dolorosos y tristes de mi existencia. Así que siempre le estaré agradecida por haber escrito esos libros tan hermosos, crudos y honestos, que me hicieron viajar a lugares lejanos, mediante sus páginas de papel. Un escritor que nos ayuda a interpretar y comprender el mundo -a veces la parte más hostil y compleja del mismo- siempre es un amigo. Así que lo menos que puedo hacer, en agradecimiento, es reseñarlo cuando me apetece.

La cuestión es que el otro día estaba haciendo limpieza, tirando apuntes y fotocopias que ya no me sirven y resulta que, en medio de algunos papeles, encontré tres artículos periodísticos de éste autor español, que pensé que había perdido. Los imprimí hace varios años, antes de la pandemia. Dos de ellos se llaman "El vendedor de libros" y "Libros viejos". Lo que me gusta de Pérez-Reverte, es que además de ser escritor, es un gran lector y por lo tanto, uno, que también siente amor y pasión por los libros, lo comprende. Reconoce enseguida a los de su tribu. En ésta era de primacía de lo tecnológico, donde la gente lee muy poca literatura (200 socios tiene la biblioteca de donde soy socia, 200 socios con una colección de 40.000 volúmenes) y se aficiona más a los videojuegos, las series de TV u otros entretenimientos, es muy difícil conocer y relacionarse con otros lectores.

Es un trabajo de hormiga, lograr que un niño pequeño o un adolescente, se convierta en lector. Yo no tengo hijos, pero sí sobrinos adolescentes y a ninguno le simpatiza la literatura. Ni siquiera leen historietas, cómics o mangas japoneses. Prefieren hacer deporte -que no está mal, pero se pueden combinar ambas cosas-, navegar por Tik Tok, Instagram, ver televisión, jugar a la PlayStation antes que agarrar un libro. Les tienen alergia. Lo mismo sucede con mis alumnos. A lo sumo, he encontrado uno o dos a los que les gusta leer. A veces, pienso que mi profesión es una batalla perdida. ¿Dé que me sirve que hagan los trabajos prácticos, la tarea o las evaluaciones, si después no van a agarrar un libro para leer por placer durante el resto de su vida?. A veces me siento una burócrata de la literatura. Una simple funcionaria que dicta contenidos, toma evaluaciones, pone calificaciones, pero que no consigue contagiarles a todos ese amor por los libros. Y eso, es muy frustrante. "Tienen que formar lectores", decía mi profesor de Didáctica de la Literatura. Pues, querido profe, la formación, la educación lectora, comienza en la casa. Comienza con los padres del niño o niña quienes se tienen que ocupar de que ese pequeño tenga libros en la casa, los toque, los mire, inclusive antes de aprender a leerlos. Uno puede ayudar, pero no hacer milagros.

Volviendo al tema que me llevó a escribir esto, en "El vendedor de libros", Pérez-Reverte recuerda a José Bustillo, un hombre que a principios de los '70 vendía libros nuevos y usados en su automóvil, que circulaba por las redacciones de periódicos, radios y televisión en Madrid. En ésa época, un Reverte veinteañero -me lo imagino jovencito, alto y guapo, como en la fotografía de abajo- comenzaba su carrera como reportero en el diario Pueblo, y allí conoció al vendedor, a quien le compraba libros a crédito. Gracias a ése hombre, él comenzó a formar su propia biblioteca, que en la actualidad tiene más de 30.000 volúmenes. Además, cuenta que a José Bustillo le compró varios libros de historia, de la España de los "Austrias" -como les decía mi profesora de Española- que le ayudaron, años más tarde, a documentarse para la parte histórica de la saga del capitán Alatriste. Y es que todo escritor reconocido, debe tener su propia biblioteca. Y también, los que no lo somos, los simples y humildes lectores, deberíamos.

Arturo Pérez-Reverte (derecha), cuando era reportero de guerra y trabajaba para el diario Pueblo. ¿Cuántos años tendría en ésa fotografía? Veintipocos, calculo. Con su amigo Farid, un muchacho libanés que le ayudó cuando cubrió la guerra del Líbano, en los '70.
En Argentina, diríamos, que era muy "fachero"". Pues en ésa época ya tenía esa mirada un poco rebelde y provocadora (gamberro diría él o chulesco, su amigo Márquez, el cámara de Territorio Comanche) que destilaría en sus artículos periodísticos, décadas más tarde. A mi no me agrada el tabaco ni el olor a cigarrillo, pero en la fotografía, le queda muy bien. Como Don Draper cuando fuma. 😅
Me pareció muy bonito el homenaje a José Bustillo, porque es cierto que no es fácil adquirir libros para una biblioteca en formación y yo valoro más al humilde librero que vende itinerante por la calle, en su automóvil o que tiene un puesto en una feria, que a los que te atienden en las grandes cadenas de librerías y no tienen la más remota idea de lo que les estás pidiendo. Prueben con ir a Cúspide o a Yenny. Los vendedores no saben nada de literatura.
Respecto a los libros usados, hay una manía de algunos Booktubers, de mostrar lo que ellos llaman "su librero" o sea, su biblioteca, y van a ver todos libros nuevos, igualitos, de la colección De Bolsillo de la Editorial Penguin o de Anagrama, o la Booket de Planeta, pero no ves un solo libro usado. Es como si la biblioteca personal, más que para disfrutarla y utilizarla, estuviera para exhibirla en YouTube. "Miren que bonitos libros tengo, todos nuevos, todos lindos", como si te estuvieran mostrando una merienda en Starbucks, la Big Mac que se comieron en McDonald's o como el amigo de mi hermana que viajó a París y en vez de sacarle fotografías a los cuadros y a las esculturas, le tomó fotografías a las escaleras mecánicas del Louvre.
Lo instagrameable debe ser aesthetic, estético. Para éstos jovencitos booktubers (no son todos, sólo algunos), tener un libro usado, de segunda mano, viejo o con las páginas amarillas, es un pecado. Ves sus bibliotecas -a las que adornan con luces navideñas, por ejemplo- y es como si estuvieras mirando el escaparate de una librería. Para algunos, la biblioteca dejó de ser el refugio personal de un lector, sino un espacio para mostrar en YouTube o Instagram y presumir de todos tus ejemplares nuevitos, como si fueran simple y burda mercancía adquirida en el más salvaje capitalismo. Como cuando mostrás el celular nuevo- el móvil- que te compraste o la computadora. Yo prefiero ver bibliotecas con más personalidad, en la que se mezclan libros nuevos y usados, de diversas editoriales y épocas, con lomos de diferentes colores, texturas...
A ver, me parece bien que el que tiene la posibilidad económica se compre libros nuevos, nada más bonito que tener un ejemplar con las páginas blancas, en buen estado, pero también está bueno valorar a los libros veteranos, esos que ya no se imprimen. Por eso me gustó tanto el artículo de Pérez-Reverte, porque reivindica a los libreros y a los libros viejos, usados. Su historia con el vendedor de libros José Bustillo, me recuerda un poco a la mía.
Mi librero amigo se llama Nicolás. Tendrá cuarenta y tantos años, es alto, de cabello y ojos castaños, barba larga, cabello desprolijo, medio hippie, casado con una bibliotecaria muy simpática, pero hippie progre, de aquellos que tenían biblioteca en su casa, heredada de la abuela. De ideología de izquierdas -pero no lo anda diciendo por ahí, porque antes que nada, es un comerciante - vendía libros en los pasillos de la universidad donde estudié. Filosofía, sociología, literatura, historia... Nuevos, de editoriales económicas y usados, porque como se imaginarán, a los estudiantes no nos sobraba el presupuesto.
Debido a la pandemia del Covid-19, la facultad estuvo dos años cerrada. Entonces, él tuvo que rebuscárselas: vender libros por Internet, hacer entregas a domicilio o en el centro de la ciudad... Hasta que se puso su propio puesto (antes era de periódicos, diarios), entre dos avenidas principales de la ciudad. Cuando lo entrevistó un profesor de Historia de la universidad -un genio, nadie me enseñó la Revolución Francesa, Industrial, Rusa, el fascismo del siglo XX y el Imperialismo como él- , Nico le contó que sus clientes eran diversos: desde gente adinerada y coleccionista que buscaba primeras ediciones o raras, desde el "pibe del conurbano que se está armando su primera biblioteca" -ejem.... por ejemplo, yo-. Que tenía clientes que le compraban libros sobre la historia del Tercer Reich -extraño que venda esto, considerando que el librero es de familia judía, aunque no parece ni religioso ni practicante. Yo me enteré por su mujer, a mí nunca me lo dijo- hasta la biografía del Che Guevara o de Lenin. Y es que él, vende de todo: desde libros sobre la historia del peronismo, La razón de mi vida de Evita hasta la biografía del Che, de Lenin o lo que encuentre.
Ya he dicho que mi biblioteca es muy pequeña, no llego ni a los 200 ejemplares, estoy en 180 y tantos... La mayoría de los libros que leí, los tomé prestados de la biblioteca pública (el día que me mude a mi propia casa, por lo menos, esto no será un problema, como sí lo sería si tuviera más de 1000 libros.) Aunque por sugerencia de una de mis profesoras de la universidad (y de mi hermana) comencé a comprar libros propios, porque las fotocopias, uno las termina tirando. Sirven para aprobar las materias, pero luego... ya no.
Cuando uno es jovencito, veinteañero y no anda sobrado de presupuesto, busca precio. Por lo tanto, 3/4 de mi pequeña biblioteca en construcción se la debo a mi librero amigo. A él le compré varios de mis libros más queridos: "Los hermanos Karamazov" de Dostoievski y "El retrato de Dorian Gray" en ediciones de tapa roja y dura de la editorial Altaya, impresos hace 30 años, "El castillo" y "La metamorfosis" de Kafka (la última, traducida por Borges), varios de Jane Austen, Virginia Woolf, Frankenstein de Mary Shelley, El gran Gatsby de Fitzgerald, La Odisea, de Homero.. Algunos de Sherlock Holmes, que regalé...
También fue él quien me vendió los libros de segunda mano que tengo de Borges, Isabel Allende, Agatha Christie, alguno del capitán Alatriste (y La tabla de Flandes y Falcó, en muy buenas condiciones) y los más raros y difíciles de encontrar, porque están descatalogados en Argentina: "Un puente sobre el Drina" de Ivo Andrić (Editorial Orbis, años '80) y "Sucedió en Bosnia" o más conocido como "Crónica de Travnik" (una edición viejísima de Sudamericana, de fines de los '60).
Como comenté antes, me gusta la poesía, aunque no sea el género que más leo. Por eso le compré un par de colecciones de García Lorca (el Romancero Gitano y Poeta en Nueva York), Alfonsina Storni, Rubén Darío... Y sino he adquirido más, es porque mi presupuesto en aquel entonces no le permitía, pero sé que el 10% de mi salario irá a parar a los libros; porque me encantaría que mi biblioteca siga creciendo.
Una reflexión sobre los libreros amigos
No soy una persona muy efusiva o demostrativa, pero si hay un momento en el que estoy contenta, es cuando compro un libro, ya sea nuevo o usado. No es lo mismo que comprar una prenda de vestir, que se usa, se gasta, se termina tirando o regalando.. Porque uno, si los cuida, los atesora para siempre. Capaz, que los libros hasta lo sobreviven a uno. Mi librero me contó una vez, que cuando una persona fallecía, su familia vendía toda su biblioteca completa, sin ningún apego sentimental por los objetos personales del muerto. Él, como el mercenario de libros que es, ha comprado varias. Por lo general, con ejemplares de buena calidad y en óptimo estado para revenderlos.
Algo que noté en la última Feria del Libro de Buenos Aires, es que la gente que iba, apenas podía comprar un solo libro -los que son para adultos-. Y es que cualquier clásico de Editorial Losada, Bruguera o Penguin, está arriba de los 20.000 pesos, depende la extensión de páginas. Si una novela tiene más de 500, el precio será de 30.000 o 40.000 pesos, que para los salarios que se ganan en la Argentina, es caro. Si uno tiene que pagar un alquiler o criar un hijo -como una de mis amigas- es un gasto que no se puede permitir.
¿Porqué sucede esto? Mi librero amigo me lo explicó. Porque el precio del papel con el cual se imprimen los libros, se cotiza en dólares. Y en la Argentina, un día el dólar vale 900 pesos argentinos, otro día, 1200, otro día, 1500.... Para que se den una idea, hasta hace poco, 100 dólares era el equivalente a 140.000 pesos argentinos. O sea, nuestra moneda, no vale nada. Se ve que ésta noticia llegó hasta el extranjero: Los argentinos han dejado de comprar libros - El País, España
Y es que antes de la pandemia del Covid-19, los libros eran más accesibles y baratos, pero luego la inflación, no nos dio tregua. Con lo que antes comprabas seis libros nuevos, ahora sólo podés adquirir uno. Por suerte, existen las ferias de libros usados, las bibliotecas públicas, los que somos lectores fervientes, nos la rebuscamos... pero cuando es una novedad, ahí se nos complica un poco más. Tenemos que elegir, qué libro de qué autor vamos a comprar. Y cuando te gustan varios escritores, es difícil.
Sobre el artículo del vendedor de libros en sí, recuerdo que lo imprimí en su momento porque me encantó el reconocimiento al librero, porque es verdad que ellos, son muy importantes en la vida de un lector. No hay nada más bonito que formar tu propia biblioteca, con ésos libros que vos elegiste, pagados con tu trabajo, tu sacrificio. Saber que están al alcance de la mano, que los tenés cerca, contigo, cuando los necesitás.
Es muy lindo que un escritor famoso como Pérez-Reverte le agradezca a la persona que le ayudó a formar su propia biblioteca personal, porque aquellos libros fueron el germen de sus futuras novelas. Porque un librero que no sólo te vende libros, sino que te los recomienda, es un amigo.
Esperando la novela nueva: Jordán... y la mujer misteriosa
Así cómo estoy esperando con ansias el nuevo disco de Nightwish, también ansío tener en mis manos la nueva novela de Arturo Pérez-Reverte, porque lo último que leí suyo fue el policial El problema final (Alfaguara, 2023). Como es un autor del cual leí la mayoría de sus libros, estoy atenta a sus nuevos lanzamientos, como me pasa con Isabel Allende, Clara Usón o Claudia Piñeiro, entre otros.
La cuestión es que el autor mostró un pequeño adelanto de la trama del libro en Twitter -me enteré gracias a su club de fans, porque yo, Twitter no tengo ni tendré jamás- y como les pasó a todos sus lectores, estoy súper intrigada con la nueva historia que nos va a contar. Sospecho que la ambientó en Grecia y me imagino, que a principios del siglo XX...
Ya sabemos cómo se llama el protagonista masculino (al menos, su apellido, porque el nombre de pila, todavía no), pero de ella, del personaje principal femenino, no lo conocemos. Por lo poco que he leído, espero que Reverte le dé un final feliz a esa mujer (la próxima heroína revertiana), cuyo marido, parece que no le tiene demasiada estima, ya que la ha herido, humillado, engañado... Espero que por lo menos, la señora se rebele -como la lady Chatterley de D.E. Lawrence, por ejemplo- y deje al esposo que tanto daño le hizo por el apuesto Jordán, y que se vaya con éste al final de la novela. O a la mitad.
Por cierto, menos mal que tachó el "todavía", cuando el protagonista piensa que ella, la mujer cuyo nombre aun no sabemos, es hermosa. Decirle a una señora que "todavía" es hermosa, pues.... no sería muy bien recibido. Con ese criterio, cualquier hombre que supere los cuarenta años, va a ser considerado feo, algo con lo que yo, al menos, no estoy de acuerdo. Michael Fassbender, por ejemplo, tiene más de cuarenta y sigue siendo tan bello como a los treinta. Ni hablar de Jon Bon Jovi o Harrison Ford. En mi opinión, ni las arrugas ni las canas le quitan atractivo físico a un hombre o a una mujer.
En fin, ojalá que el autor le de un final feliz a ésta heroína revertiana ficticia, que haga justicia poética, por todas las féminas que en la vida real, no pudieron abandonar a un esposo mujeriego y seductor que no las merecía y que se comportó como un reverendo hijo de su mala madre (por no decir una mala palabra, aunque ganas no me faltan) con ellas.
Tengo la esperanza de que va a ser una muy buena novela, porque en pocas líneas y diálogos, el escritor supo reflejar todo el dolor, la soledad y la tristeza de aquella mujer, que no encuentra consuelo ni en su propia belleza (que no pueda esbozar ni una sonrisa auténtica, radiante, ya dice mucho acerca de ella, de cómo se siente).
En la mayoría de los libros de Pérez-Reverte, los protagonistas no tienen finales felices en sus historias de amor, suelen terminar solos. Ni siquiera Max Costa y Mecha Inzunza de El Tango de la Guardia Vieja (el libro más romántico y erótico del autor) lograron estar juntos. Creo que El italiano es la única excepción. Ojalá que la próxima, también lo sea. Porque ya hemos tenido muchos héroes revertianos que terminan solos, tristes, amargados y me da la sensación que ése personaje femenino -cuyo nombre todavía no sabemos- ya tuvo demasiada amargura, tristeza, sufrimiento y desengaño como para dos o tres vidas.
Es sabido que uno de los privilegios de ser un escritor, es poder manipular y manejar un mundo propio a tu antojo. Ajustar cuentas con los villanos. Cuando leo a Teresa Mendoza haciéndosela pagar caro a los malos; matando al hombre que la violó (el Gato Fierros), al que la traicionó y la estafó (Teo Aljarafe), metiendo en la cárcel a Epifanio Vargas, el que mandó a matar a su primer hombre, el Güero Dávila.... me pone feliz ver a una mujer que, a su manera, logra hacer justicia por mano propia. Ajustar cuentas. Porque no todas las mujeres de la vida real, pueden lograr lo que hizo Teresa. Y por ese motivo, es un personaje al que le guardo tanto cariño y estoy segura de que esto le sucedió a muchísimas lectoras.
Cuando salga el nuevo disco de Nightwish -ahora en septiembre- lo voy a reseñar, al igual que la nueva novela del autor español. La diferencia es que me temo que lo nuevo de mis queridos fineses no me va a gustar nada y que la novela de Arturo, me va a encantar. Eso sí, si no "cae el telón" en las escenas eróticas, como hizo en "Revolución" (Alfaguara, 2022), cuando cortó en la mejor parte la noche que pasaron juntos Martín Garret y la periodista estadounidense Diana Palmer. Me acuerdo de que me enfadé mucho por esto en su momento, porque yo, quería seguir leyendo. Pensaba, un poco decepcionada: ¡¿Porqué, Reverte?! ¿Porqué me cortás la escena justo en la mejor parte? ¡Eso no se hace, señor! Si usted sabe escribir muy bien ese tipo de escenas... Escríbala, hombre, no me deje con la intriga de saber qué pasó con esos personajes...", refunfuñaba. Tengo que admitir, que me gusta mucho cómo escribe ése tipo de escenas tan complejas para los autores de ficción. Tiene un talento para las palabras -y para elegir metáforas- que ya quisieran poseer varias novelistas de romántica...
Respecto a la novela nueva, me da la impresión de que éste personaje -por lo poco que ha mostrado hasta ahora- como sus ficticias Mecha Inzunza, Tánger Soto y Teresa Mendoza, va a requerir que no caiga el telón y que efectivamente, muestre lo que sucede con el protagonista masculino en la intimidad (con todos los detalles pertinentes). Esa señora, por lo que se ve, es de armas tomar... en todos los aspectos de la vida. Así que bueno, quedamos en la espera... Ojalá que no haga lo mismo que en Revolución, que no nos deje con la intriga de saber cómo son los protagonistas en éstas situaciones... más carnales, por así decirlo, con sutileza.
A ver si el autor iguala o supera la calidad de las escenas eróticas de El pintor de batallas, La carta esférica, El Tango de la Guardia Vieja y La Reina del Sur... que son las mejores que escribió en toda su carrera de novelista.
Para mí, la protagonista - de la novela que aun no conocemos el nombre- será parecida en algunos aspectos a Mecha Inzunza, a la que el narrador describía, como "una loba hambrienta que se iba a comer a Max Costa a dentelladas" 😅,pero sin golpes, arañazos o violencia en las escenas de sexo. Por lo que que he leído hasta el momento, me la imagino como una mujer apasionada (con una sed de erotismo salvaje y desaforado, casi animal), pero también, a la vez, más dulce, tierna y delicada que la protagonista de El Tango de la Guardia Vieja. Más sufrida también, a pesar de la coraza que se pone por fuera.
Como si fueran dos mujeres distintas encerradas en una: una más femenina y otra más "masculina" a la vez. Puede ser tierna, sensible, cautelosa o tímida, pero también agresiva, cruel y hasta insolente, al mismo tiempo. Por lo que he leído en algún artículo suyo, éste personaje le está dando algunos dolores de cabeza al autor (según él, a veces se le escapa de las manos) y no me extraña en lo absoluto. Por lo que he leído, parece bastante compleja, diferente de otras creaciones suyas, lo que imagino, debe ser todo un desafío como escritor.
Pérez-Reverte lo tendrá difícil con ésta nueva historia (no debe ser sencillo superarte cuando has escrito libros tan buenos antes, pero ya ha demostrado que tiene talento y oficio para seguir sorprendiéndonos) aunque yo, le tengo fe y seguro que sus lectores disfrutaremos muchísimo su nuevo libro. Ojalá la portada sea tan bonita como la de El Italiano, me encantan las ilustraciones de Ferrer-Dalmau. No sabemos cuánto más debemos esperar, pero ojalá que el año que viene podamos leer lo que el autor español se trae entre manos.
Deberían contratar a éste hombre para que diseñe todas las portadas de los libros de Reverte. La de El italiano, es de las mejores de toda su carrera.
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