Lady Chatterley y el guardabosques

 

Mis impresiones de la película de Netflix basada en la célebre novela erótica de D.E.Lawrence







Hace unos años, cuatro ya, leí la novela "El amante de lady Chatterley" del escritor británico D.E. Lawrence, que por suerte tengo en papel, en una preciosa edición tapa dura de Seix Barral, que compré de segunda mano. 
Éste libro causó un verdadero escándalo por las escenas eróticas de su protagonista, Lawrence pudo publicarla en Florencia, Italia, en 1928, pero en Gran Bretaña recién salió a la venta en 1960, lo mismo que en Estados Unidos. La editorial Penguin tuvo que ir a juicio para poder publicarla y distribuirla. Me acuerdo que en la serie de TV Mad Men, las secretarias de la agencia Sterling Cooper leían éste libro, se lo prestaban y recomendaban entre ellas. Es que justamente, ésta serie está ambientada en los años sesenta, la época del movimiento hippie y la liberación sexual de la mujer. De ahí a que Peggy Olson y sus compañeras lo leyeran. 

Es que Lawrence, en su polémica y revolucionaria obra, se atreve a hablar hasta del orgasmo femenino, algo que lo llevó a enfrentarse con la rígida e hipócrita moral de la sociedad de su época.
Por eso la publicación de ésta novela fue un escándalo en su momento y el autor hasta fue acusado de "pornográfico". No era la primera vez que un escritor profesional debía enfrentarse a la censura, ya le había pasado a Gustave Flaubert con "Madame Bovary";  tuvo que afrontar un proceso penal debido a las escenas eróticas de su libro - la escena del carruaje en la que Emma tiene sexo con uno de sus amantes, León, me parece que era-. Y el francés ni siquiera especificaba nada, imagínense lo que desató Lawrence al contar cómo una bella y adinerada aristócrata casada se acostaba con el jardinero.... Ahora... ¿A qué viene tanto espamento por una obra de ficción? La respuesta es simple: porque éstos autores hablan del placer sexual de las mujeres, un tema que estaba muy mal visto en la sociedad que les tocó vivir. 


El matrimonio ideal en la literatura hasta el siglo XIX: los maridos, aventureros e infieles como Odiseo y las esposas, sumisas y fieles tejiendo en Ítaca como Penélope. 


Lo cierto es que a lo largo de la historia de la literatura occidental, desde el comienzo de la antigüedad, se naturaliza que los hombres le sean infieles a sus esposas. Comenzando por la Ilíada de Homero, en la que todos los grandes guerreros griegos tenían esclavas, amantes, durante la guerra de Troya (Agamenón y la esclava Criseida, por ejemplo). En la Odisea, Ulises se convierte en el amante de la hechicera Circe - y en la Ilíada también tenía esclavas- , mientras su esposa legítima, Penélope, tejía y destejía una mortaja para eludir a sus pretendientes. Lo lógico es que los héroes fueran infieles, mientras más amantes tenían, más varoniles y "machotes" eran. Y estaba todo perfecto, todo bien, no se cuestionaba, nadie se indignaba. Hay una parte en la Ilíada en que Agamenón dice que "Criseida le gustaba más que su propia esposa". Hasta la propia Helena de Troya, cuando los griegos ganan la guerra, vuelve arrepentida con Menelao, al que había abandonado hacia diez años. La literatura era un reflejo de la sociedad en la que fue producida.


Sin embargo, en el siglo XIX, la novela comienza a ser el género literario por excelencia y los personajes femeninos que le son infieles a los maridos, son castigados. La fémina que se atrevía a romper los mandatos sociales, pagaba bien caro su atrevimiento. Lo perdían todo, más allá del matrimonio: dinero, posición social, seguridad, hasta la vida misma. Emma Bovary, muere endeudada y envenenada, se suicida. La Anna Karenina de Tolstoi, se suicida arrojándose a las vías del tren, porque piensa que su amante, el conde Vronsky, la va a abandonar. Y debe haber muchos más ejemplos que ahora no se me vienen a la cabeza. ¿Se piensan que el final trágico de todas éstas mujeres era una casualidad? No, no lo era.

La actriz Mia Wasikowska interpretando a Emma Bovary en la película del 2014. La muerte de Emma. 



Keira Knightley interpretando a la célebre aristócrata rusa creada por Tolstoi en la película de Joe Wright. (2012) En el cartel, se ve el tren de fondo, el que terminará quitándole la vida.


Mujer infiel, mujer que en la literatura era castigada con la muerte y la deshonra. Volvamos a la mitología griega. Mientras que el todopoderoso Zeus tenía amantes e hijos ilegítimos por doquier, las mujeres que les eran infieles a sus maridos, recibían un escarmiento. Se me viene a la cabeza Clitemnestra, reina de Micenas y esposa de Agamenón. Cuando él se va a combatir a la guerra de Troya por diez años, dejándola sola, tras haber sacrificado a su hija Ifigenia en el altar a los dioses, para que los griegos tengan un buen viaje hasta la ciudad de Príamo. La reina nunca se lo perdonó. 

Cuando el marido regresa, ella se venga del asesinato de Ifigenia, le tiende una trampa junto a su amante, Egisto, y lo asesinan. Sófocles, en su tragedia Electra, narra cómo la hija de ambos, logra convencer a su hermano Orestes de asesinar a Clitemnestra, porque le había "sido infiel a su adorado padre". O sea que, matan a la señora porque asesinó al pobrecito de Agamenón y se buscó otro, mientras su señor esposo sitiaba Troya y no dejaba títere con cabeza (entre Criseida, Briseida y vaya a saber cuántas más, Agamenón no perdió el tiempo en ésos diez años de guerra). O sea, papá sí puede engañar a mamá con cuanta mujer se le antoje, pero mamá debe quedarse casta y pura en su palacio de Micenas, esperando al héroe, tejiendo como santa Penélope, mientras su marido se va a Troya y se acuesta con toda mujer que se le pone por delante. 

¿Cómo no iba a provocar escándalo la novela de Lawrence, en una sociedad donde las mujeres debían ser los ángeles del hogar y resignarse con el marido que les había tocado en la vida, aunque fuera un pésimo amante? 


Lady Constance Chatterley, atrapada en un matrimonio infeliz


Constance Reid y su marido, Clifford Chatterley


Imagínense la alegría que sentí al leer una novela en la que una mujer infiel no termina muerta, envenenada, arrollada por un tren, endeudada y puede librarse del marido y quedarse con el amante. ¡Al fin un poco de justicia poética! Esto no significa que yo haya sido una mujer infiel con las parejas que he tenido -ni que esté a favor de las infidelidades en general, no me malinterpreten, por favor, sino que me daban mucha pena esos personajes femeninos que la pasaban tan mal-. 

Vamos a Lawrence y su novela, aunque más que nada, voy a hablar de la película de Netflix, la del 2022, porque el libro lo leí hace mucho tiempo y no lo recuerdo todo con exactitud, así que me ciño al filme, que lo vi ésta semana y  me gustó muchísimo. "El amante de lady Chatterley", trata sobre una mujer de clase alta, Constance Reid, que se casa con un adinerado y aristócrata baronet, Lord Clifford Chatterley, antes de que él se vaya a combatir a la Primera Guerra Mundial. Cuando él regresa, inválido a causa de sus heridas de guerra, el matrimonio se muda desde Londres hasta Wragby, su mansión en el medio de la campiña británica, cómo se estilaba entre su clase social. 



La adaptación fílmica de la novela, dirigida por Laure de Clermont- Tonnerre y protagonizada por los actores Emma Corrin y Jack O' Connell me pareció muy buena y bastante fiel al espíritu del libro original. Podemos ver como lady Chatterley sufre en un matrimonio infeliz, su marido, el lord, era un hombre egoísta, egocéntrico, clasista, que se la pasaba "escribiendo sus libros", menospreciándola cuando ella daba sus opiniones delante de los invitados, tratándola como si fuera su enfermera y su sirvienta, sin darle ningún respiro, y lo más indignante de todo, negándose a tener sexo con ella, porque "no tenía ganas". 

Imagínense a esa pobre mujer en la flor de la vida y de la juventud, con un esposo que no la consideraba para nada, que no le prestaba atención ni la escuchaba, que nunca era cariñoso con ella y lo único que le importaba era que su nombre saliera en los periódicos y alcanzar prestigio y fama como autor... Solamente le interesaba administrar su finca y su mina de carbón, generar más dinero y tratar a los granjeros y obreros que trabajaban para él como si fueran inferiores, sirvientes. La esposa, era un trofeo para mostrarle a sus amigos. Nada más. 

La desafortunada Constance Chatterley termina enfermándose y deprimiéndose, encerrada en su jaula de cristal, con un marido que no la toca ni la acaricia nunca, atrapada en un matrimonio infeliz. Cuando su hermana, Hilda, viene de visita -porque el marido no le permitía ir a Londres a pasear y a visitar a su familia, la quería encerrada en el medio del campo para que lo atendiera, cuando tenía un ejército de criados a su disposición- discute con Clifford, el cuñado y contrata a una enfermera para que se ocupe de él, al ver el pésimo estado de salud en el que se encontraba Connie, lady Chatterley, la protagonista. 

¡Qué hermosa era la ropa del 1900! Lady Chatterley en el jardín de su casa


Pero no solamente lord Chatterley ignora a su mujer, sino que ella tenía la obligación de traer al mundo a un hijo, para que él le deje sus propiedades y su título en herencia. Cómo él era estéril a causa de las heridas de guerra, no tiene la mejor idea que pedirle a su esposa que se busque un amante para quedarse embarazada -con discreción, por supuesto, no vaya a ser cosa que todos se enteren de que es cornudo- para luego, hacer pasar a ese bebé como propio. "Total, es un trámite como ir al dentista", le dice el señor Chatterley a su mujer.

Cuando uno ve esa escena de la película, le dan ganas de arrojarle algo por la cabeza a ése hombre, de la rabia, de la indignación. ¿¡Pero cómo se atreve a tratarla de semejante manera, a humillarla así!? ¡Cómo si ella fuera un simple animal, una vaca o una yegua, que solamente sirve para la reproducción! ¿Acaso lady Chatterley no tiene sentimientos, está hecha de piedra?"No importa con quién lo concibas, sólo es un trámite", afirma el estirado e insensible baronet. Su esposa lo escucha y no lo puede creer. No puede creer lo que le pide. 


 Al fin un hombre como la gente: el guardabosques de lady Chatterley 


Constance espiando al jardinero mientras se baña desnudo en el patio de su cabaña. 

Los Chatterley, como todos los aristócratas británicos ricos, tenían un ejército de criados: sirvientas, cocineras, lavanderas, enfermeras... y guardabosque, que se ocupaba de los enormes terrenos de la finca. Éste hombre se llamaba Oliver Mellors y vivía en una cabaña en el bosque de la propiedad, bastante alejada de la casa principal. Era un tipo rudo, serio, callado, pero también amable, educado y considerado con lady Chatterley. Su esposa, Bertha, le fue infiel con varios hombres durante la Primera Guerra Mundial y cuando él regresó, ella se había marchado con otro. 

El guardabosques apuesto y varonil. El amante de lady Chatterley.

Oliver era un hombre que había sufrido por las mujeres, por eso era solitario y hosco, solamente paseaba junto a su perra. Un día, Lord Chatterley manda a su esposa a visitar al guardabosque, a que le pregunte por la cría de faisanes. Ella lo encuentra en un cobertizo donde él construía jaulas para los polluelos. Comienza a frecuentar ése lugar por las tardes, para huir de su casa y de su apático y desagradable marido. 


Y es allí, en el cobertizo de los pájaros, donde se encuentra con Oliver, el jardinero, un hombre muy diferente de su esposo: sencillo, serio, pero no por eso menos inteligente, por algo tiene un estante con libros en su cabaña. Según la maestra del pueblo, de la que Constance se hace amiga, las maestras más mayores decían que había sido un chico inteligente en la escuela.

En la película - hablo del filme, porque el libro lo leí hace mucho y me acuerdo poco y nada- ella llora desconsolada tras acariciar a los polluelos, recordando la humillación que le provocó su esposo al exigirle que tenga un hijo de cualquier hombre. El destrato y la indiferencia de lord Chatterley la hacían muy infeliz, por eso es hermosa la escena en la que el guardabosques, la abraza y la consuela con delicadeza, considerando que era un hombre de una condición social y económica muy inferiores a la suya. Pero él, en su humildad y sencillez, demuestra tener mucha más sensibilidad, empatía y humanidad hacia la mujer que su frío, rico y aristocrático marido, el lord baronet Chatterley. 

Entonces, Constance lo toma de la mano, se la besa y le pide que por favor, no la deje sola. Ésa escena es maravillosa y desgarradora, porque vemos la tristeza y la soledad de aquella mujer, que lo tenía todo para ser feliz -según los mandatos sociales de su clase- : dinero, ropa elegante, una mansión enorme, prestigio social, título nobiliario, pero a la que le faltaba un hombre que la amara de verdad, que la tocara, que le hiciera el amor, que la hiciera sentir viva. Que la mereciera. 

¿Acaso lady Chatterley merece ser juzgada con dureza, por engañar a su marido, cuando éste se negaba a complacerla en la cama, la ninguneaba y humillaba delante de sus amigotes, y encima, la trataba como a una vulgar reproductora cuya única función en la vida era darle un heredero a él? No, por supuesto que no. Uno, como lector y espectador, la entiende. Es como ver Los puentes de Madison y enfadarse con el personaje de Meryl Streep porque engaña al marido con el fotógrafo, con el personaje de Clint Eastwood.

El humilde guardabosques, que era un tipo duro, que había sido teniente del ejército británico en la Primera Guerra Mundial, trata a Connie con más ternura, amor y cariño de lo que lo hace su propio marido. Al pedido de ella, le quita el vestido y le hace el amor en el suelo del cobertizo, hasta que ambos quedan felices, satisfechos y agotados. Y ella, Lady Chatterley, regresa por el sendero del bosque hasta su fría y solitaria jaula de cristal, sonriendo porque ése hombre, Oliver, la hizo sentir viva de nuevo, porque antes era como una zombie, una muerta viviente. 


Sin embargo, Constance, luego de su arrebato junto a Oliver, siente vergüenza y pudor y lo evita, porque se acostó con un hombre que no era de su clase social y para colmo, engañó a su marido, el lord. Aun así, la pasión y el deseo son más fuertes y vuelve a encontrarse con el guardabosques, que ésta vez no le hace el amor oculto en el cobertizo, sino en el bosque, sobre las plantas, a plena luz del día. Ella le dice que no quiere que la trate como a una lady, sino que sea rudo con ella y le pide, le exige que se acueste con ella, a lo que él accede. Es una de las escenas más eróticas y bellas de toda la película, una escena realmente preciosa - mi favorita del filme- porque al fin podemos ver a la pobre lady Chatterley viviendo una sexualidad libre, feliz, junto a un hombre que realmente la merece como amante y la valora como mujer. Todo lo que su marido reprimía y rechazaba, sale a la luz, y Constance finalmente es libre de las ataduras morales de su hipócrita clase social, donde no era más que un florero que debe permanecer callado y silencioso; jamás dar su opinión de nada ni contradecir al lord

La escena del bosque ¡Bravo, Lawrence! Por representar a mujeres reales que no se quedan a padecer con maridos egoístas y fríos. Por más lady Chatterleys y menos Penélopes.

La protagonista termina enamorándose de Oliver, su amante y se queda embarazada de él. Su padre y su hermana la invitan a un viaje de dos meses por Venecia, Italia y lord Chatterley la deja ir porque ella le dice que allí se "buscará un amante que le de un heredero". Antes del viaje, Connie le confiesa a su hermana la identidad de su amante y como era de esperarse, Hilda pone el grito en el cielo. "¿Qué será de ti cuando tu esposo lo descubra? ¡Lo despedirá! ¿Cómo va a mantenerte y a protegerte, a cuidar de ti? ¡Lo perderás todo, vas a quedar desamparada! Una cosa es encontrarse en el cobertizo y  la cabaña, y otra muy distinta es enfrentarse a la sociedad, a la alta sociedad londinense cuando te dé vuelta la cara", le dice a su hermana.


A pesar de todo a lo que deberá enfrentarse, lady Chatterley pelea y discute con su hermana, defiende su amor por Oliver Mellors, porque ése hombre, que si bien era pobre, rudo, sencillo, que no tenía ni dinero ni un título nobiliario, la había tratado a ella con más amor, pasión, dulzura y humanidad que su aristocrático, acaudalado y refinado marido, lord Clifford. Por eso la novela de Lawrence me conmueve y emociona tanto. Uno esperaría que un lord, un baronet, trate a su mujer como a una reina, y resulta que no, que el hombre estaba más empeñado en dedicarse a sí mismo que en ser dulce y amoroso con su esposa, quien sufría muchísima soledad y tristeza. 

El guardabosque le había hecho el amor a lady Constance con auténtica pasión y afecto, como en la escena de la víspera del viaje a Venecia ( ¡Qué maravillosa es ésa escena, cómo la mujer no se iba a enamorar de ése hombre! ¡Ése es un hombre de verdad, no como lord Chatterley!), la había hecho sentirse una mujer cuando su esposo la trataba como a un mueble, un trofeo del cual vanagloriarse ante sus amistades y conocidos aristócratas. Cuando ella le daba una opinión sobre libros, cuestionaba su trato hacia los empleados o los mineros de la finca, él la mandaba a callar delante de todos, diciéndole que "hablaba como una mujer", con total desprecio. 

Lady Chatterley y la señora Bolton, la enfermera de su marido.


Connie termina pidiéndole el divorcio al baronet y lo abandona
, renunciando a su título nobiliario, a sus riquezas, a sus privilegios, por amor. Y no termina muerta por mano propia ni ajena al dejar a su marido, lo cual, considerando las novelas del siglo  XIX, es un milagro. Tal vez por eso Lawrence, el autor, fue tan censurado en su momento. Porque hablaba de la importancia del orgasmo femenino, de hombres que no sabían o no querían satisfacer y complacer sexualmente a sus mujeres y de cómo éstas, se cansaban y se rebelaban. Terminaban "metiéndole los cuernos al marido" o siendo infieles, como hizo lady Chatterley, que encontró a un hombre - el rudo, guapo y varonil guardabosque- que sí sabía, quería y podía darle lo que ella necesitaba: satisfacción sexual, sexo. Pero no sólo eso, sino que también le otorgaba cariño, amor, atención. Y eso, en una novela escrita a principios del siglo XX, realmente es revolucionario y transgresor. 

Me acuerdo de una compañera mía de la facultad, una señora mayor, rebelde, hippie, que es profesora de música y danzas, fanática de Beethoven y Queen, una veterana cultísima y súper inteligente, que peina canas y que podría ser mi madre. Es una lectora apasionada, su casa está repleta de estanterías con libros por todos lados. Ella me decía, que le gustaba mucho Lawrence. "Lo acusaban de pornográfico, que sólo hablaba de sexo, pero no era así", afirmaba. Y lo cierto es que en la novela, más allá de las escenas de sexo entre Constance y Oliver, hay una aguda crítica social hacia la clase aristocrática británica, hacia los terratenientes, las condiciones de trabajo de los obreros, los mineros, la pobreza de los mismos, reducidos a la miseria y a la servidumbre.... 

Cuando leí éste libro de Lawrence, en el 2020, en plena pandemia, me gustó muchísimo y por ése motivo decidí ver la película, la adaptación del año 2022 que está disponible en Netflix. Para mi, es un filme hermoso, con una fotografía bellísima, buenos actores, un guion más que correcto y conciso y una argumento que a pesar de algún pequeño cambio, respeta bastante el espíritu original de la novela del autor británico. 

Será que a mi me encanta ver mujeres, en la ficción (ya sea literatura o cine) que desafían las convenciones sociales y que luchan por lo que quieren aunque paguen un precio elevado por eso. Que no se mueren tristes y desesperadas como Emma Bovary y Anna Karenina. Que no les tiembla el pulso y el cuerpo para meterle los cuernos al marido -cuando éste es un cretino que las destrata y las humilla como si fueran un mueble sin sentimientos ni corazón- y que aprenden a disfrutar de una pasión salvaje y desaforada en los brazos de un apuesto, rudo y varonil guardabosques, como la valiente y desinhibida lady Chatterley. 


Oliver y Constance, los amantes de la novela de Lawrence.

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