La primera vez que vi la película "Troya" (Wolfgang Petersen, 2004), basada en la "Ilíada" de Homero, era una adolescente. Recuerdo que me gustó mucho en su momento, pero cuando la volví a ver hoy, porque estoy releyendo el poema de nuevo (voy por el Canto XV, en el que los troyanos, envalentonados por Zeus les incendian una nave a los griegos) y no me acordaba casi nada del filme protagonizado por Brad Pitt. Cuando terminé de verla, pensaba cuánto cambia nuestra perspectiva a la hora de apreciar el arte y comprender los sentimientos y comportamientos de los protagonistas de las historias literarias y ficticias con la edad. Cómo cambiamos los seres humanos cuando crecemos y la vida nos da los primeros zarpazos, cómo podemos empatizar brevemente con personajes ficticios que antes nos resultaban indiferentes o que los veíamos como lejanos.
Brad Pitt interpretando a Aquiles en la película "Troya"
Tal vez, la primera vez que vi Troya era demasiado pequeña para saber apreciar su argumento con todos los matices que implicaba, más allá de ver a un par de guerreros de dos bandos matándose entre sí, en una playa frente a las murallas de una ciudad antigua fortificada. Será que ahora soy una mujer y puedo comprender los sentimientos y las motivaciones de personajes como Helena, Andrómaca y Briseida. Es difícil que una película o libro me haga llorar -de niña, lo hacía El jorobado de Notre Dame, cuando Esmeralda abandonaba a Quasimodo, en la versión animada de Disney-. A lo largo de mi vida, habrán sido tres libros y un par de filmes los que me arrancaron un par de lágrimas. Pero no muchos más.
Bueno, hoy lloré como una Magdalena en una de las escenas finales de Troya: cuando Aquiles agoniza tras ser herido por el príncipe Paris con sus flechas, y tiene la última conversación con su amante y antigua esclava, Briseida. En silencio, se me caían lágrimas y lágrimas porque él (en medio de la ciudad en llamas), le pedía que se fuera, y le decía que "ella le dio paz en una vida llena de guerra".
Aquiles y Briseida, cuando él ya estaba herido de muerte
Ver al poderoso, aguerrido y casi indestructible Aquiles morir en brazos de una mujer, mostrándose vulnerable como pocos, me hizo quebrarme y llorar de manera desconsolada. Llevaba más de dos horas viéndolo matar a diestro y siniestro, sin tener piedad con sus enemigos -arrastrando el cadáver de Héctor atado a su carro, por ejemplo- , pero aún así, entró en la ciudad que estaba siendo saqueada por los griegos para salvarla a ella. Claro que ésta escena no está en el poema original y es una licencia de los guionistas que adaptaron la "Ilíada", pero me conmovió de todas formas. Y cuando apagué el televisor, me preguntaba... ¿Porqué ésta película me hace llorar de ésta manera? ¿Qué ha cambiado en mí para que eso suceda, si cuando la vi por primera vez me daba igual quien muriera? Son los años, pensé...
Héctor (interpretado por el actor Eric Bana), Aquiles (interpretado por Brad Pitt) y Paris (interpretado por el actor Orlando Bloom)
Las mujeres de Troya: Helena, Andrómaca y Briseida
Ser mujer en la guerra de Troya no era un lugar cómodo y bonito. Las miradas de Helena, Andrómaca y Briseida lo dicen todo. Era sentir terror y miedo por el destino y la suerte de los hombres que amaban. Por quedar desprotegidas, por convertirse en botín de guerra del enemigo. La escena en la que Agamenón le quita a Briseida a Aquiles y se la entrega a "los soldados que perdieron la batalla para que se divirtieran" es una prueba de lo que sufrían las mujeres del bando perdedor en la antigüedad (escena que lamentablemente siguió repitiéndose en las futuras guerras de la humanidad, hasta en los siglos XX y XXI: la violación como arma de guerra).
Héctor y Andrómaca. Príncipes de Troya.
La cara de espanto de las dos princesas troyanas cuando Paris decide batirse a duelo con Menelao frente a las murallas de Troya es un ejemplo de esto. Ellas eran meras espectadoras, si sus hombres caían en batalla, sabían que las siguientes iban a ser ellas. Sabemos que al final Helena se salva de la muerte, pero Andrómaca es humillada y esclavizada cuando los griegos saquean y toman la ciudad. Por su parte, Briseida ya al comienzo del poema (en la película, es una princesa troyana. una sacerdotisa del templo de Apolo) es una "compensación" o mejor dicho, "premio" de Aquiles por conquistar y saquear una ciudad vecina. Un botín de guerra entre dos hombres, el ambicioso y arrogante rey Agamenón y el mejor guerrero de los aqueos, el de "los pies ligeros".

En el poema original de Homero, el peor temor de Héctor -el hijo mayor del rey Príamo- es que tras su muerte, los aqueos finalmente ganen la guerra, conquisten Troya y se lleven a Andrómaca, su esposa, como esclava en un barco. Era la peor humillación que podía recibir: ver a su mujer como esclava sexual del vencedor. Cuando ella le suplica que por favor no combata, que podía morir y dejarla viuda, él le dice que sino iba a pelear por sus hombres y su ciudad sería un cobarde. Y que era su deber y obligación defender Troya y a sus ciudadanos. Héctor es un buen hombre, un héroe en toda regla, no como Paris -que no me parece muy admirable que digamos- , que en la película se esconde tras su hermano mayor y es un desastre en el combate cuerpo a cuerpo. Muy "vivo" para quitarle la mujer a otro rey, a Helena de Esparta, pero no para hacerse cargo de las consecuencias que trajo su imprudente acción.
Héctor, Andrómaca y su hijo Astianax, una de las parejas más hermosas y entrañables del poema
El adiós de Héctor
En la película, Héctor sabía que no podía vencer a Aquiles, pero aun así decide luchar contra él y se enfrenta a su destino fatal y heroico. Es valiente, fuerte, leal a los suyos, un buen esposo y un buen padre. Un hombre hecho y derecho. Es uno de mis personajes favoritos de la "Ilíada", no como Paris, que es un "guaperas" -como dicen los españoles- que lo único que hace es buscarse problemas. Y esconderse bajo las faldas (o mejor dicho, la espada) de su hermano mayor. ¡¿Qué le vio Helena a ése, por favor?!
Héctor muere a manos de Aquiles, quien se vengó del asesinato de su primo Patroclo.
Una de las escenas de la película que más me sorprendió fue el llanto de Aquiles, después que el rey Príamo en persona le va a pedir que le devuelva el cadáver de su hijo para poder enterrarlo según los ritos fúnebres de ellos, es decir, con dos monedas para Caronte en los ojos y prendiéndole fuego en una pira funeraria, al estilo griego. "Hasta los enemigos merecen respeto", le espeta el anciano rey. Antes de devolver el cuerpo de su enemigo, Aquiles le dice a los restos de Héctor: "Nos veremos pronto, hermano". Porque sabía que su destino era morir en batalla y que jamás iba a regresar a su hogar. Le dice al rey Príamo que Héctor fue el mejor rival que ha tenido en una guerra.
Paris y Helena
Sin embargo, tampoco pude evitar empatizar con la desdichada Helena de Esparta (¡Cuánta desgracia trajo su belleza!), que abandona a su marido Menelao -con quien la habían casado siendo una jovencita- por el atractivo y bello Paris, príncipe de Troya. El amor de ellos, imprudente y desaforado, también es muy humano. Pero cuando los barcos griegos llegan a las playas de la ciudad de Príamo, la mirada de terror de Helena lo dice todo. ¿Valió la pena escaparse con Paris, sabiendo lo que les esperaba? Cuando los guerreros troyanos comienzan a morir a manos de los aqueos, ella se siente culpable por todas las mujeres que quedaron viudas debido a la guerra que desencadenaron ella y su príncipe adorado. La mirada de culpa y tristeza de Helena cuando ve partir a Héctor, su cuñado, a enfrentarse con Aquiles en el duelo final, es muy elocuente.

Y Paris... pues es muy fácil raptar a una mujer casada con un rey que tenía un hermano poderoso como Agamenón y que otros se hagan cargo... Imprudente, el muchacho. Pero así lo querían los dioses griegos. En la "Ilíada", solo había tres lugares para las mujeres (las mortales, no las diosas): la esposa, la esclava o la viuda. Espectadoras secundarias de una tragedia. Mientras ellos, los hombres, los protagonistas del poema y la película, bajan al campo de batalla a matarse entre sí -hay que tener valor y coraje para eso, hay que decirlo- sus mujeres observan desde lejos o esperan en la tienda de campaña (como Briseida) aterrorizadas de perderlos en la guerra. Helena y Andrómaca temen por la suerte de sus hombres. Y ya pasaron más de 2000 años y sigue ocurriendo en la actualidad, cuando vemos fotografías de ucranianas despidiendo a sus esposos, que van camino a la guerra contra Rusia, a defender a su país.
Los príncipes troyanos Héctor y Paris, frente a sus tropas en la playa de Troya.
Odiseo, rey de Ítaca
Otro de mis personajes favoritos de la película - y del poema de Homero- es el inteligente, astuto y sagaz Odiseo (Ulises), quien calma los ánimos cuando las cosas se ponen feas entre Aquiles y Agamenón, da los mejores consejos y curiosamente, es el rey que más respeta el feroz hijo de Tetis y Peleo. El protagonista de "La Odisea" es el hombre al que se le ocurrió la idea de construir el célebre Caballo de Troya para engañar a los troyanos, introducirse en la ciudad fortificada y ganarles la guerra. Mientras que Aquiles es colérico, impetuoso e imprudente en algunas ocasiones -como cuando destroza la estatua del templo de Apolo-, Odiseo es todo lo contrario. Valiente, pero con la cabeza fría, siempre sabe decir las palabras justas e indicadas y por eso sobrevive a tantas aventuras y peripecias, que Homero contará en su otro poema, "La Odisea".
Por su parte, el rey Agamenón, en la película -interpretado de manera magistral por el actor Brian Cox, el Logan Roy de Succession- es detestable: cobarde, ambicioso, arrogante, ofensivo... Abusa de su poder y debido a sus enfrentamientos con Aquiles termina perjudicando a su propio ejército. Sin embargo, cuando regrese feliz y triunfal a Micenas no va a tener un recibimiento muy hospitalario de su esposa Clitemnestra... pero ésa es otra historia.
Aquiles y Briseida... el héroe sanguinario y feroz que también podía amar

Aquiles era el mejor guerrero que tenía el ejército griego, como le recuerda en reiteradas ocasiones Odiseo a Agamenón. Era casi invencible: feroz, fuerte, agresivo, hábil y diestro para el combate; su presencia intimidaba a cualquier ejército enemigo. En el filme, él no pelea por Grecia, sino por la gloria de ser recordado después de su muerte, para que su nombre se vuelva inmortal. Desde el principio de la película, lo vemos combatir con ferocidad, con precisión, es una auténtica máquina de matar. Pero también tenía sentimientos y justamente, a causa de una mujer es que se enciende su cólera y decide abandonar el campo de batalla. Él y su ejército (los temibles mirmidones) se retiran del combate tras la ofensa que le hizo Agamenón: quitarle a su esclava, la joven Briseida. A la que él amaba -por más que no fuera su esposa y a la vista de todos, solo una "recompensa" o botín"- como le cuenta a Odiseo en el poema de Homero cuando trata de convencerlo de que regrese a pelear con ellos. La ausencia de Aquiles en las batallas les permitió a los troyanos inclinar la balanza de la guerra a su favor. No hay peor ofensa ni ultraje para el Peleida que Agamenón le quite a la que él consideraba su mujer, por más esclava que fuera.
En la adaptación cinematográfica, vemos que Aquiles trata a Briseida -que estaba aterrorizada, pensando que él la iba a violar- con cuidado y amabilidad, con delicadeza y humanidad (algo sorprendente de un hombre que se la pasó matando a otros en la primera parte del filme), no con la brutalidad de Agamenón. Por algún extraño motivo, siente piedad por ésa mujer. La alimenta, y le dice que no le tema, que es la única troyana que no debe tenerle miedo a él. Ella sufre y se compadece de su destino y le suplica que no vaya a pelear con Héctor, y llora horrorizada cuando él regresa cubierto de la sangre del príncipe troyano. Me pregunto si así serán las guerras de verdad: hombres que luchan, repletos de sangre del enemigo y mujeres asustadas anegadas en lágrimas. Temerosas de la suerte de sus maridos y de sus hijos. Como Briseida, como Andrómaca, como Helena.
Tal vez fue por eso que lloré como una Magdalena por Aquiles: porque muere intentando proteger a la mujer que amaba. Porque la deja ir para que no se la lleven prisionera o porque tal vez, en el momento de su muerte -donde se mostró tan vulnerable- se encontró entre los brazos de una mujer, que no era físicamente fuerte e imponente como él, que tal vez no era alguien socialmente importante, pero que lo amaba de verdad y se le partía el corazón perderlo para siempre de esa manera tan triste y tan cruel (pero eran las reglas del juego, más en una guerra). Con Briseida (como Héctor con su esposa, Andrómaca) el feroz Aquiles mostraba su lado más humano, más tierno y compasivo. Puede que eso fuera lo que me enterneció. Ver que los hombres griegos, a pesar de mostrarse aguerridos, valientes, crueles y combativos, eran capaces de amar y valorar a sus mujeres. De morir por ellas. O por su pueblo. O por la gloria eterna. Como Paris, como Héctor, como Aquiles en la película y en el poema.
Troya no es sólo una película de guerra, sino que también aborda el valor y el coraje de los héroes, la audacia de las mujeres -en el caso de Helena, que abandona a un marido que la hacía infeliz-, el sufrimiento y el dolor de la pérdida de ellas cuando sus hombres mueren -como Andrómaca y Briseida-, el triste destino al ser conquistadas por el ejército enemigo... Escenas que se volvieron a repetir en la historia de la humanidad, con otros métodos, con otras tecnologías. Pero en las guerras, ellos, los hombres, siguen siendo soldados, guerreros y nosotras, las mujeres, el botín de guerra. Las Briseidas y las Andrómacas de la historia. Eso sí que no ha cambiado con el paso de los años.
De los protagonistas de la historia, mis héroes preferidos son Héctor, Odiseo y Aquiles, aunque se me parte el corazón cuando mata al príncipe troyano... Aquiles, a veces me cae simpático y a veces me da miedo. Cuando es una máquina de matar en el campo de batalla, intimida y cuando está con su amada, enternece. Aun así, terminé, como la pobre Briseida, llorando desconsolada por él cuando Paris lo mata con sus flechas. Qué triste destino para un hombre tan valiente.

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