Amantes y enemigos - Rosa Montero

 






La
 
primera vez que leí a Rosa Montero, fue hace muchos años, porque una vecina me prestó una novela suya, "El corazón del Tártaro". Recuerdo que me gustó mucho en su momento, pero por diversos motivos, no volví a leer nada más de la autora. Era la época en la que recién empezaba a estudiar y mis profesores me daban pilas y pilas de libros clásicos para leer, así que ni tiempo tenía para indagar en otros autores contemporáneos. Como estoy poco acostumbrada a leer cuentos y es un género narrativo perfecto para llevarlo al aula -por su brevedad de extensión- el año pasado decidí leer más compilaciones de relatos cortos de diversos escritores. Y terminé leyendo varios que no eran apropiados para enseñárselos a adolescentes, pero sí para que una mujer adulta los lea y los disfrute. 

Así fue como di con "La vida te despeina", una antología publicada por Editorial Planeta que recopilaba fragmentos y capítulos de novelas y relatos de varias autoras latinoamericanas. Conocía a algunas porque ya las había leído antes: la chilena Marcela Serrano (autora de "Nosotras que nos queremos tanto"), la mexicana Ángeles Mastretta -que me la recomendó una bibliotecaria, porque afirmaba que yo era "una mujer de ojos grandes", como las de los cuentos de ésta escritora- , las argentinas Liliana Heker, Ana María Shua, Luisa Valenzuela, cuatro o cinco que nunca había escuchado nombrar y una nicaragüense de la que mi profesora de Española había hablado muy bien: Gioconda Belli. 

En el libro, estaba el capítulo 19 de su novela "La mujer habitada" (1991) ambientada en la revolución sandinista de Nicaragua, en los años '70. Tras leer ése capítulo fui corriendo a la biblioteca a buscar la novela completa y me quedé enamorada de la prosa de ésta señora. Es una escritora maravillosa, describe el amor, el deseo y el erotismo femenino de una manera transgresora, honesta y rebelde, considerando la época en la que la novela fue publicada. Es sabido que para los escritores profesionales, las escenas eróticas no son nada fáciles, conozco algunos casos en los que algunas escritoras arruinaron novelas por excederse o caer en la vulgaridad, pero Gioconda me pareció una autora de un talento y una calidad excepcional. 



Fragmentos de la novela "La mujer habitada" de Gioconda Belli. 
Las imágenes del libro las tomé de Pinterest, no son mías. Subrayar una novela de ficción con resaltador me parece un horror. 


De todos los cuentos que encontré en ésta compilación, mis favoritos fueron "De viaje" de Ángeles Mastretta (la que escribe de mujeres apasionadas e infieles ¿Qué habrá querido decirme esa dichosa bibliotecaria? 😂), "La Rosa de Jericó" de Claudia Amengual, el capítulo 16 de "Nosotras que nos queremos tanto" de Marcela Serrano (novela que leí siendo adolescente y que le sacaría más provecho ahora) y por último, "Los besos de un amigo", de Rosa Montero. Volví a reencontrarme con ésta autora española después de tantos años y al leer la maestría con la que retrataba las relaciones humanas, en éste caso, entre un hombre y una mujer, decidí ir a la búsqueda de la compilación donde se encontraba éste cuento. Así fue como llegué a "Amantes y enemigos: cuentos de parejas", publicado en 1998 por la Editorial Alfaguara.



               Amantes y enemigos: amores imperfectos y reales



Sinopsis

Un hombre alcohólico y triste en busca de una mujer para vivir y para morir, para amar y envejecer con ella; una niña que se siente invadida por la otra, la nueva mujer de su padre: una mujer fea que encuentra razones para sentirse bella e inocente... Una vez más, Rosa Montero nos muestra el lado luminoso y mezquino del alma, a través de historias con un punto en común: la complejidad de las relaciones humanas. Quien haya tenido amantes y/o enemigos se encontrará retratado en estos cuentos, que no son sólo para disfrutar sino también para reflexionar.



En el prólogo, la autora afirma que todas las parejas que aparecen en ésta compilación de cuentos son extrañas, todas las historias hablan de la necesidad del otro, de amor y desamor, de obsesión y de venganza, de pasión o de rutina entre hombres y mujeres, hombres y hombres, padres e hijos, humanos y monstruos. 

Como suele ocurrir cuando uno lee un conjunto de relatos breves, algunos me gustaron más y otros menos. Lo que más admiro de Rosa Montero es su habilidad para dotar a sus personajes de una profundidad psicológica relevante -además de periodista es psicóloga, así que cuenta con una clara ventaja al respecto-  son ambiguos, grises, incómodos y descarnadamente humanos. Si bien leí pocos libros suyos, es algo que pude comprobar con los personajes de sus novelas... Volviendo a los cuentos, están escritos desde el punto de vista de personajes femeninos y masculinos y casi todos hablan de relaciones de pareja.

Por ejemplo, en "Alma Caníbal", una camarera espía a su ex novio mientras él duerme en el cine, con el cual tenía una química sexual increíble pero cuando él le propone casarse, tener hijos y le dice que es un "hombre convencional", ella lo abandona y sale huyendo. 

La vulnerabilidad de los vínculos humanos y el acecho de la muerte es otro tema que Montero aborda en "Retrato de familia" , que narra las vacaciones de un matrimonio mayor y al marido, le da un ataque al corazón en la playa, mientras su esposa le sostiene la mano, resignándose al destino. 

Ellos, los  hombres, también son protagonistas de éstas historias y conocemos sus inquietudes, sus temores, sus sentimientos de desamor y tristeza ante el abandono o la pérdida de las mujeres que aman y desean: en "Noche de Reyes" un hombre borracho pelea con su ex mujer por una heladera, en "El reencuentro", Tomás, el protagonista, se encuentra a su ex novia por la calle y  recuerda la relación que tuvieron, lamentándose porque no funcionó...

La autora nos muestra un costado de los hombres que existe y que a veces las mujeres decidimos ignorar, creyendo ingenuamente - o idealizándolos- que son héroes invulnerables de piedra cuando son de carne y hueso como nosotras: la inseguridad y los celos desde el punto de vista masculino están muy presentes en algunos cuentos. En el relato "Parece tan dulce" (uno de mis favoritos), un ejecutivo de cincuenta y tantos años en una fiesta laboral observa a su esposa de lejos, conversando con otros hombres, y se pregunta, con resignación, para quién se arreglará ella y se "pondrá guapa" (lindahermosa o bonita, diríamos en Argentina) sospecha que ella lo desprecia, que lo mira con desdén y afirma: 

"Parece tan dulce y es feroz. Ella es mi peor enemigo. Estoy seguro porque la conozco bien: es mi mujer" (Montero, 1998, pág. 84). Teme que ella mire a otro hombre con admiración como antes lo miraba a él, cuando se conocieron: 

"Tal vez a mi mujer se le hayan vuelto a encender los faros de sus ojos y esté mirando a ése tipo con la luminosa mirada del enamoramiento, que siempre es la misma y siempre parece nueva" (1998, pág. 85) 


Me fascinó éste cuento porque en la vida real, difícilmente un hombre te diga directamente que está celoso de otro o que se siente inseguro, mi experiencia personal me dice que se ponen a la defensiva o un tanto bruscos y molestos en éstas situaciones, pero nunca se abren directamente, por eso me encantó leer el fluir de la conciencia de éste varón, que se muestra tan humano y vulnerable, aunque sea un personaje ficticio.

Rosa Montero nos habla de hombres que se sienten inseguros, que sufren y temen la soledad, que no ayudan en la casa, como el de "Bodas de plata" o que son una decepción para sus mujeres, como el marido que aparece en el cuento "Mi hombre". "Me he casado con un descuartizador de aguacates", así comienza el relato. La narradora es una mujer de cuarenta y tres años que se casó a los 19 y que ya no aguantaba a su esposo, su matrimonio estaba desgastado y lo consideraba un fracaso. Se siente decepcionada de él porque no era más fuerte -por dentro- ni más listo ni más trabajador que ella y admite que para estar enamorada, ella necesita admirar al que "ha de ser su hombre".

El marido era un egoísta que venía del trabajo, al igual que ella y "se tumbaba delante de la televisión", sin ayudar con las tareas domésticas. Cuando ella protestaba y empezaba a refunfuñar y a llorar, él se ofrecía a preparar la ensalada. A pesar de que no se llevaban bien -aunque él "no era un hombre malo, no le pegaba ni le gritaba", dice la narradora- durante las noches, lo abraza en la cama para no sentirse sola, demostrando una vulnerabilidad muy humana que demuestra lo dependientes que podemos llegar a ser. La pareja de éste relato estaba junta por una cuestión de mantener la comodidad y la seguridad: 

"A veces, sin embargo, me despierto de madrugada sin saber donde estoy. Me rodea la oscuridad, me acosa el vértigo, me encuentro sola e indefensa en la inmensidad de un mundo hostil. Entonces mi brazo tropieza con una espalda blanda y cálida. (...) Es él durmiendo a mi lado; reconozco su olor, su tacto, su tibieza...  Poco  a poco, las tinieblas dejan de ser tinieblas y la habitación comienza a reconstruirse a mi alrededor. (...) La cotidianeidad triunfa una vez más sobre el vacío. Me abrazo a su espalda y, medio dormida, contemplo cómo el alba pone una línea de luz sobre el tejado de las casas vecinas. 
Y entonces, solo entonces, me digo: es mi hombre. (...)"  (1998. Pág. 70,71)


En "Bodas de plata", los hijos gemelos adolescentes de un matrimonio que vivía peleándose deciden hacerles una fiesta sorpresa a sus padres. La mujer, Diana, estaba enfadada porque su marido, Miguel,no ayudaba en la casa ni realizaba las compras. Estaba sin trabajo hacía dos años y deprimido,  a lo que ella le espeta:

"La culpa la tengo yo por consentirte tanto. Todo este tiempo viviendo como un califa y yo aperreada, que si los niños, que si la oficina, que jamás me has ayudado nunca, nunca jamás, ni cuando estuve enferma y ahora que no tienes nada que hacer, y que sólo te pido que me eches una mano". (1998.Pág. 114)

Es un relato de ficción, sí, pero sucede en la vida real y es una problemática que no pierde vigencia: tengo amigas que ya son madres y se quejan justamente de eso: llegan cansadísimas del trabajo, deben cuidar y atender a sus hijos pequeños (y cocinar, limpiar la casa, lavar la ropa) y los maridos, en lugar de ayudar, solo quieren sentarse a ver la televisión -ya sea animé, series o fútbol- en su sillón como si fueran reyes y que nadie los moleste. Ellas- como los personajes de Montero- tienen que pelear y refunfuñar para que ayuden con las tareas domésticas. Todavía falta mucho tiempo para que los hombres comprendan que ser esposas (o parejas, como se dice ahora) no significa que seamos sus sirvientas. 

Un cuento que me causó muchísima ternura es "La gloria de los feos", sobre dos niños que eran "los más feos del barrio" y que cuando llegan a ser adolescentes, se conocen de casualidad y se enamoran. Uno de los más inquietantes es "La otra" que narra los celos atroces y la amenaza que representa la nueva novia de su padre para una niña y su abuela -sucede en la ficción, sucede en la vida real. Difícilmente las hijas mujeres nos llevamos bien con las nuevas parejas de nuestros padres y viceversa-. 



"Los besos de un amigo", Ruggiero, el vecino italiano seductor y cobarde


El cuento que me motivó a volver a leer a Rosa Montero fue "Los besos de un amigo", que narra el enamoramiento y la pasión desaforada de Ana, una cocinera soltera, sin hijos, de cuarenta y tantos años, por el nuevo vecino de su edificio, Ruggiero, un periodista italiano (de Milán) alto y rubio de 35 años, casado y con dos hijos. Cuando viajaban juntos en el autobús rumbo al trabajo, el hombre coquetea con ella y la mujer termina enamorándose de él:


"Ella era autosuficiente, ella era una mujer retirada del mercado, ella era un iceberg: pero empezaban a derretírsele las láminas de hielo. Cómo la miraba Ruggiero; con qué ojos de interés y seducción y con que pareja intensidad le contemplaba Ana. Los cristales del autobús siempre se empañaban en torno a ellos". (1998, pág.92)



Lo que más me dejó admirada de Rosa Montero es cómo con unas pocas palabras logra transmitir las emociones de sus personajes y crear un ambiente propicio para ese clima de intimidad, complicidad y seducción. Y eso, es tener oficio y talento. De ahí a que agregue tantas citas de los relatos, porque estoy deslumbrada con el nivel de la prosa de ésta señora. 


Volviendo al cuento, el narrador en tercera omnisciente explica que el periodista italiano y la cocinera española podrían haber seguido así por largo tiempo pero cuando ella se crea una dirección de e-mail (el cuento debe ser de los noventa, seguro, porque hoy en día, le escribiría por Instagram o WhatsApp, no por mail), él comienza a enviarle correos para seducirla. Y ahí comienzan los problemas entre los personajes, debido a que 
Ana comienza a ser más atrevida, porque "estaba más o menos preparada para defenderse de su propio deseo cuando se encontraba cara a cara con los hombres, pero no supo manejar al Ruggiero cibernauta", es decir, no supo controlarse a sí misma cuando se imaginó al hombre al otro lado del silencio de la pantalla de la computadora. 

Una de las frases más hermosas y tiernas del cuento es cuando ella le escribe: "A veces, cuando estamos juntos en el autobús, tengo la tentación, siempre reprimida, de poner mi mano sobre tu pecho y sentir a través de la tela de tu camisa, la firme tibieza de tu carne". (1998; pág. 143) 

El italiano, al recibir éste mensaje, la besa en el autobús en ambas mejillas y en la boca, y luego, asustado ante la pasión de ella, comienza a ser más escueto en sus mensajes y a "cortarle el rostro"- como decimos en Argentina-. A veces, Ana se preguntaba si Ruggiero tenía la frialdad de los italianos del norte, como los alemanes, pero no, era latino, jacarandoso, expresivo y coqueto, pero no se "bancaba los trapos" y no sabía como salir de esa situación incómoda que él mismo había provocado, a pesar de ser un hombre comprometido. 

Ana se desespera ante el rechazo de su amado y comienza a perder la dignidad, hasta que se enfada con él porque le envía un mail donde le dice "te mando besos amistosos". Ella le aclara que no tenía la menor intención de ser su amiga y finalmente, cansada de su frialdad y su desatención, decide alejarse definitivamente de él. 

Éste cuento me pareció fascinante porque aborda la pasión de los seres humanos, que como le sucede a Ana, la lleva a ponerse en ridículo y a humillarse con tal de conseguir el afecto anhelado de su vecino. Hay un fragmento del relato que me recordó a cuando tuve que leer en la facultad algunos textos de Freud y a Lacan respecto a las pulsiones y al vacío que todas las personas intentamos inútilmente llenar. Mi profesora -una psicóloga que se dedicaba a la pedagogía para adolescentes-- nos enseñó el concepto de pulsión desregulada, pulsión de muerte, entre otros. Es el deseo que todos los humanos sentimos por hacer cosas, ya sea estudiar, trabajar, hacer deporte, escuchar música, es lo que nos mueve y nos hace seguir adelante, tratar de llenar el vacío de nuestra existencia, porque tarde o temprano nos vamos a morir. La profesora nos explicaba que algunas personas desarrollan una pulsión desregulada (tratar de tapar el vacío y el malestar) cuando tienen adicciones: como el alcohol, las drogas, el juego, las compras, el sexo, inclusive... La cultura y los límites es lo que nos ayuda a regular nuestras pulsiones. Por eso me pareció genial el siguiente fragmento del cuento:


"Que extraña enfermedad es la pasión. Desde niños llevamos en el ánimo un dolor, una herida sin nombre, una necesidad frenética de entregarnos al otro. A ese otro, que está adentro de nosotros y no es más que un vacío, lo intentamos encontrar en todas partes; nos lo inventamos en nuestros compañeros de universidad, en el colega del trabajo, en nuestro trabajo. Como Ana y Ruggiero." (1998, pág.145) 


Es decir, lo que hace la escritora española es utilizar conceptos de Freud y Lacan y convertirlos en literatura de una manera brillante y efectiva para hablar y reflexionar de la intensidad de las pasiones humanas. Rosa Montero nos retrata de manera certera a las mujeres, que cuando nos enamoramos y deseamos a un hombre, somos capaces de insistir una y otra vez hasta el final y enfrentarnos a lo que sea con tal de obtener su afecto- así de cabezotas, como dice ella, somos-: 

"La gente no entendía, no podía saber que, por entonces, Ana no tenía otro afán en la vida que el de embarcarse en el antiguo viaje, el único que en verdad merece la pena realizar, ese viaje que te conduce al otro a través del cuerpo. Porque no hay prodigio mayor en la existencia que la exploración de una piel que se añora y se desea. Conquistar el cuello del amado con la punta de los dedos, descubrir el olor de sus axilas, zambullirse en el deleite del ombligo, adentrarse en el secreto de esa boca entreabierta como quien se aventura en la inexplorada Isla del Tesoro." (1998, pág. 146)

El deseo sexual de las mujeres es un tema que la autora va a abordar en varios relatos, de una manera magistral, verosímil y realista, lo que más me gusta de su literatura es que sus personajes son personas comunes, a diferencia de otro tipo de escritoras (las de romántica, por ejemplo), Montero no recurre a estereotipos de belleza masculina -los varones de sus libros no lucen como Brad Pitt, Hugh Jackman o el galán de turno- sino que los hombres de sus cuentos son imperfectos, realistas, de todas las edades: jóvenes, maduros, mayores, de diversas profesiones e intereses y si bien poseen algunas virtudes, también tienen numerosos defectos. Podrían ser personas que uno se cruza por la calle, en el trabajo, en el supermercado, en un café, en un bar. Los humaniza y eso es lo que hace que su literatura ayude a reflexionar sobre cómo son las relaciones entre hombres y mujeres, cómo sienten, gozan o sufren el amor y el desamor, la dependencia emocional, el anhelo de ser queridos... Es una colección de relatos que en la actualidad no pierde vigencia.

Rosa, en sus relatos, se atreve a decir lo que muchas mujeres, por pudor o por vergüenza, callamos.
Pero si "Los besos de un amigo" mostraba a Ana, una mujer de 45 años (bien ahí en que sus protagonistas sean personas de mediana edad, o  sino... ¿Acaso una mujer de más de 35 ya no puede ser protagonista de un relato de ficción?) que sentía una pasión desaforada por su hermoso y seductor vecino italiano -con el que no pudo concretar nada porque él se echó atrás-, en otros de sus cuentos la autora aborda otro tipo de erotismo femenino más primitivo, intimista y bastante transgresor considerando la edad que tiene Montero (impensable en una autora argentina de su misma generación o mayor. Por ejemplo, en las novelas de Cristina Bajo, que le lleva un par de años, en las escenas de sexo, siempre "cae el telón").  

Ya quisiera yo que las mujeres mayores de mi familia me hubieran hablado de éstas cuestiones -cuando era jovencita- con la naturalidad y la falta de pudor, mojigatería y recato con que lo hace ésta autora española. Rosa Montero, ya era feminista cuando no estaba de moda serlo. En algunos relatos, habla de morbo, habla de pasión violenta y "casi masculina", habla de mujeres con una sed de erotismo casi animal, ahonda en lo más profundo de la condición humana, alejándose del estereotipo pasivo de mujer complaciente y angelical que solamente es un objeto sexual del varón que las contempla. Y esos cuentos, por su realismo descarnado -a pesar de las exageraciones y los "trucos" para convertir la obra en ficción- y por la manera perfecta y acertada en que retrata a ciertas mujeres vehementes y apasionadas, se convirtieron en mis favoritos. Aquellos cuentos se llaman "Tarde en la noche" y "El puñal en la garganta". 


"Tarde en la noche", la fantasía de una mujer solitaria. 


Uno de los relatos más impactantes, entretenidos y geniales de este libro se llama "Tarde en la noche", en la que una mujer divorciada de cuarenta y tantos años vive temporalmente en un departamento que una amiga le prestó, en un barrio peligroso de Madrid, repleto de "yonkis y borrachos". Una noche, a la madrugada, cuando regresa a su edificio, se encuentra en el portal con un joven de veintitantos con el cabello rapado, tirado en el suelo, herido, con la cabeza sangrando. Tenía una cicatriz en la cara y vestía una campera de cuero -cazadora, le dice ella- , tenía el aspecto de un pandillero siniestro y amenazante. Cuando ella sube a su departamento, asustada, él se despierta y la sigue, le pide ayuda. La mujer lo hace pasar a su casa y lo cura. Tras pasar la noche en el sillón de la sala, el joven se marcha al día siguiente. Así es como la narradora lo describe:
 

(...) Por debajo del rubiato y cortísimo pelo se adivinaban un par de cicatrices. También la mejilla derecha estaba cruzada por un tajo antiguo: una estrecha línea abultada y lívida que descendía con zigzag de rayo por su cara de niño. Aunque, ahora que le veía bien, a plena luz, alto, fuerte y rapado, con el chirlo canalla partiéndole el carrillo, ya no parecía tan niño como antes. (...)Sus ojos eran verdes y rasgados, con largas pestañas color cobre. Eran unos ojos hermosos y delicados, ojos de muchacha. O de adolescente melancólico. De nuevo me pareció muy joven. Indefenso y perdido, como yo, en la ciudad enemiga. Se quitó la cazadora y la tiró al suelo. (...) (1998, pág. 101) 



Cuando la protagonista comienza a interactuar y a conocer a los vecinos del barrio, se entera de que éstos estaban aterrorizados por una banda de skinheads, "cabezas rapadas", que "apaleaban y acuchillaban a la gente por la   calle y habían matado a un negro en la calle Valverde" (1998, pág. 102). El líder de la banda era un hombre con una espantosa cicatriz al que le llamaban "el Rajado", por lo que ella piensa que el joven herido que le ayudó podría ser ese "gamberro feroz". Es curioso pero la protagonista es un poco morbosa, porque se siente atraída y fascinada con éste personaje: "Pensé entonces en mi chico de la cabeza rota, mi náufrago de la noche del chirlo en el moflete, y se me ocurrió que a lo mejor era de la banda. En realidad en el fondo no me lo creía, pero empezó a divertirme el escalofrío de imaginármelo perverso. De haber metido en casa a uno de los gamberros más feroces." (1998.Pág. 102)

Una tarde, se lo encuentra en un bar del barrio y el joven, que se llamaba Aitor, la invita a salir y la pasa a buscar por su casa a las dos de la madrugada. La lleva a los antros y las zonas urbanas más espesas de Madrid, van a bailar a una discoteca y terminan convirtiéndose en amantes. Sin embargo, ella ve un reportaje en la televisión sobre la peligrosa banda de skinheads que asolaba su nuevo barrio y comienza a tenerle miedo, porque no sabía nada sobre él: ni donde vivía, ni lo que hacía ni cómo ganaba el dinero que gastaba. 

"Porque yo le tenía miedo. Al principio fue tan solo un temor confuso y básico, el miedo elemental al peligro del hombre que casi siempre experimenta la mujer al comenzar una relación con un varón.(...)  Me asustaba Aitor, y cuando nos encontrábamos le escrutaba a hurtadillas, intentando adivinar qué había detrás de sus gestos de adulto y su rostro de niño. Él era, en la calle, silencioso y seco, taciturno; cuando estábamos solos, juguetón y aniñado; y en la cama, salvaje." (...) (1998. Pág. 105.)

Al igual que en el cuento "El puñal en la garganta", el deseo de la mujer está rodeado de sensaciones de amenaza, de peligro, la protagonista se siente atraía por un hombre en apariencia peligroso, que puede ser un criminal, aunque se muestre de otra manera con ella: "Pero el miedo aumentaba, y cuanto más le temía más le deseaba y más enferma me sentía. Le llevaba veinte años, podía ser un asesino, yo estaba loca. Los vecinos empezaban a mirarme con desconfianza: les escandalizaba la presencia de Aitor." Eros y Tánatos. Pulsión de vida y pulsión de muerte, conceptos que la autora conoce muy bien porque estudió psicología y se vale de estas herramientas para explicar el comportamiento de sus personajes ficticios. 


Madrid, la ciudad donde están ambientados casi todos los cuentos de "Amantes y enemigos"



La protagonista pensaba que Aitor era dulce, con una dulzura torpe y desabrida y afirmaba que era un "cojo emocional", que estaba necesitado de cariño y por eso era receloso. También se pregunta en su fuero interno, si es capaz de cometer todos esos crímenes a pesar de su belleza física, como si ser un hombre bello no le impidiera cometer atrocidades. Entonces afirma que la sentimentalidad no es ajena al horror. Un asesino, un ladrón, un violador, puede ser cariñoso y afectuoso con su mujer, con sus hijos, con su mascota y tener otro lado oscuro que intenta ocultarle a la sociedad. 

No voy a spoilear el resto del relato, que es uno de los mejores de la antología, pero me parece brillante la forma en que la autora trata temas complejos como la ambigüedad moral, el sentimiento de culpa y el deseo morboso por alguien que la mujer del cuento no conoce, y que imagina que puede ser peligroso, para ella y para los vecinos de su barrio. Como en su cabeza se imagina una película y luego descubre, que Aitor no era quien parecía... Y algo no menos importante; narra una relación amorosa y sexual entre una mujer que es veinte años mayor que un hombre, algo que todavía no está bien visto en la sociedad. (Aunque nadie se queja cuando ven señores de 50 con chicas de 20 años, como las novias de Leo Di Caprio, sino échenle un vistazo al video de Taylor Swift,  "The Man").


El puñal en la garganta, "el odio que tanto se parece al amor"


«Ya verás, montaremos un número de variedades, seremos un éxito», dijo Diego. El aliento le olía un poco a alcohol. Eso hubiera debido hacerme sospechar algo malo, o al menos algo raro, porque él jamás bebía ni una sola gota. Pero me sentía tan contenta y tan poderosa dentro de mi bello traje de china que ignoré los avisos. (1998. Pág. 91)

"El puñal en la garganta"
narra la relación enfermiza entre una mujer y su pareja, Diego, que es un artista circense que tiraba dardos en Londres, cuando se mudan a Madrid, comienzan a presentarse en espectáculos en bares, donde él la utilizaba como blanco humano y le lanzaba cuchillos alrededor de su cuerpo, que se clavaban en un panel de corcho y madera. Lo que comienza como un juego termina como un duelo a muerte entre ambos, por eso al comienzo del cuento la narradora en primera persona confiesa que lo está envenenando de a poco, porque sabe que en alguna de las funciones, su pareja terminará matándola -lo cual averigua más adelante, pero no voy a decir cómo- clavándole un puñal en la garganta. Otra vez el tema simbólico de la pasión ligada a la muerte. 

Al principio, los personajes se convierten en amantes y mantienen una relación apasionada, pero luego, cuando se les acaba el dinero, él aparece con un baúl antiguo y un traje de china y le propone a ella que monten un número de variedades, afirmando que serán un éxito. Al principio, ella se niega a participar en éste espectáculo, pero él la obliga, casi a los golpes:  

"(...) Tantas veces antes me había desnudado ante sus ojos, tantas veces había disfrutado de la dulce y turbia sensualidad de ofrecerme al amante. Pero ahora su mirada me quemaba la piel, me hacía daño. Me puse el traje; algo se revolvió en mi estómago: era un espasmo de odio. Me dirigí hacia el panel con resolución: en ese momento no me importaba hacer de blanco, no me importaba lo más mínimo. El odio crecía dentro de mi vientre, mezclado con la furia, el deseo de venganza, la necesidad de humillarle y vencerle. Apoyé la espalda contra el corcho, extendí los brazos y me agarró al marco de madera labrada. Diego comenzó a arrojar los cuchillos: los puñales silbaban en el aire estancado, en la penumbra tibia. (...)
 (1998, pág. 92) 


Una vez que él le arroja los cuchillos en el hueco de las axilas, en la cintura, en la línea de las piernas, a ambos lados de las caderas, junto a los hombros y el cuello. Ella sobrevive. Luego narra el sexo entre ambos como violento, feroz, como si fuera un combate entre ambos mediante los cuerpos:  


   "Diego se acercó y me apartó del corcho. De nuevo sin un gesto, de nuevo sin palabras, empezó a hacerme el amor con rudeza, incluso con violencia. Y a mí me gustaba. Le necesitaba de una manera feroz, absoluta, distinta. Había algo desesperado en la manera en que nos aferrábamos el uno al otro, en el modo de combatirnos por medio de la carne. Entonces es cierto que el odio se parece tanto al amor, pensé. Desde el suelo veía, en el panel, la silueta de mi cuerpo hecha con cuchillos, el perfil vacío de mi otro yo." (1998. Pág. 92 y 93) 
 

Como sucede en el cuento "Tarde en la noche", las mujeres de los relatos de Montero experimentan un erotismo salvaje, violento y descarnado, muy alejado del estereotipo femenino del "ángel inocente y dulce del hogar" y más cercano a la realidad. Este tipo de representación del deseo femenino es muy distinto al que aparece en ficciones de otras autoras, en las que las mujeres aparecen como jovencitas dulces, inocentes e inexpertas a las que el viril protagonista, el  macho alfa  por excelencia, convierte por arte de magia en "una mujer ardiente y apasionada" (además de darse el mérito y alardear de que ellos fueron los primeros, por supuesto). Se me vienen a la cabeza la tradición de la novela histórico-romántica norteamericana de los '70 y los '80, por ejemplo. Y alguna autora superventas de novela romántica de mi país cuyo nombre no voy a dar, para no herir sensibilidades. O sea, comprendo que en la novela romántica todos los protagonistas masculinos van a tener al modelo Fabio como prototipo, pero los cuentos de Rosa Montero me presentan hombres y mujeres más interesantes, más reales y creo que ese es uno de los motivos por los cuales me gustaron tanto.

La autora nos muestra cómo sienten y desean las mujeres de una manera más realista, descarnada y atrevida, poniendo por escrito lo que muchas no se animan a decir en voz alta por una cuestión de prejuicios. Ni siquiera entre nosotras, en conversaciones entre amigas, nos animamos a abordar éstas cuestiones de manera directa, porque siempre está el pudor, la vergüenza o el preguntarse "qué dirá o pensará la otra". A lo sumo preguntamos, con cautela, cuando nuestra amiga tiene un nuevo amante: "¿Y, que tal estuvo, estuvo bien?". A lo que ella responde, si el caballero en cuestión tuvo un buen o mal desempeño en la materia, con una sonrisa radiante o con una mirada de profunda decepción. Con pocas palabras y sin entrar en detalles. 

Nada que ver a los hombres. Tengo un amigo varón al que le encantaba nombrarme la lista de mujeres con las que había intimado últimamente y me irritó tanto su presunción y arrogancia que tuve que recordarle que las chicas en cuestión eran personas, no postres que podían "comerse". Y pedirle que se guardara para él mismo ésa información. Los caballeros no tienen memoria. Pero él no es un caballero ni un hombre hecho y derecho, es un salame. 




Gioconda Belli, poeta y escritora nicaragüense.




V
olviendo a la literatura, escritoras como Rosa Montero, Gioconda Belli y Ángeles Mastretta -Isabel Allende también, por lo que recuerdo la magnífica "De amor y de sombra"- ponen en palabras de manera magistral, verosímil y fidedigna los deseos más viscerales, oscuros y auténticos de las mujeres, algunos morbosos, inclusive, pero que son propios de la condición humana. Sin tapujos ni pudor, pero sin perder la elegancia, la clase y el talento para utilizar las palabras y las metáforas, porque todas ellas son magníficas escritoras. 

Me ha pasado alguna vez que dejé novelas escritas por mujeres cuyas escenas eróticas eran muy vulgares y excesivamente anatómicas, por ese motivo me alegro cuando descubro autores -de ambos sexos- que logran transmitir la pasión y la carnalidad de sus personajes mediante un lenguaje estético que desprende belleza, humanidad y ternura a la vez, como en los fragmentos de la novela "La mujer habitada" de Gioconda Belli o de la siguiente, que se llama "La carta esférica" (Alfaguara,2000), que la escribió un hombre y es una de las más hermosas y conmovedoras que tuve la suerte de poder leer: 


"Quería acostarse con aquella mujer, pensó mientras bajaba por la escalera saltando peldaños de dos en dos. Quería hacerlo no una sino muchas, infinitas veces. Quería contar todas sus pecas doradas con los dedos y con la lengua y  luego ponerla boca arriba, abrir suavemente sus muslos, adentrarse en ella y besarle la boca mientras lo hacía. Besarla despacio, sin prisa, sin agobios, hasta suavizar, igual que el mar moldea la roca, aquellas líneas de dureza que tan distante la hacían parecer a veces. Quería poner chispas de luz y de sorpresa en sus ojos azul marino, cambiarle el ritmo de la respiración, provocar el latido y el estremecimiento de su carne. Y acechar atento en la penumbra, como un francotirador paciente, ese momento hecho de brevedad fugaz, de intensidad egoísta, en el que una mujer queda absorta en sí misma y tiene el rostro de todas las mujeres nacidas y por nacer." (...) (2000, pág.92) 


O la siguiente escena de la misma novela, que narra el dolor  y la impotencia de un hombre que no puede llegar al corazón de una mujer, ni siquiera mediante el acto sexual: 


"Tenía ganas de llorar al modo de cuando era niño, con lágrimas bien grandes y copiosas, incapaz de entibiar  el escalofrío de tantas soledades. (...) Y sin embargo, habría dado la vida por llegar hasta dentro de ella, infiltrado por los tejidos de su carne, y acercarse a su cerebro desnudo, para lamerlo despacio, suavemente, con toda la ternura de que era capaz, limpiándolo de todo lo que cientos de años, miles de hombres, millares de vidas, habían dejado allí como un lastre, una escoria, un tumor doloroso y maligno. (...) Pensando que nadie fue capaz nunca de dibujar la carta esférica que permite navegar a través de una mujer." (2000, pág. 341) 




Realmente da placer y satisfacción -y esperanza en el sexo masculino- poder comprobar que hay hombres que increíblemente escriben éste tipo de escenas mejor que muchas mujeres. Por eso suelo enfadarme cuando en algunos clubes de lectura sectarios vetan a los escritores hombres y se limitan, con una actitud revanchista, a "leer solo mujeres". ¿Acaso Flaubert no hablaba de la situación de las mujeres -del tedio, de la prisión de un matrimonio infeliz- en "Madame Bovary"? ¿Acaso Thomas Hardy en "Tess" no habla de la violencia sexual y económica que sufren ellas? ¿Acaso Federico García Lorca no hablaba de la opresión de las mujeres en "Yerma" y "La casa de Bernarda Alba"
Está bien que leamos, recuperemos y reivindiquemos a las escritoras mujeres, pero tampoco podemos dejar afuera del mundo a la otra mitad, me parece. Eso no es justo.



Descubriendo a Rosa Montero... ¿Qué otros libros leí de ella?


Por lo que estuve investigando en Internet, Rosa Montero lleva publicando libros desde los setenta, si bien yo la descubrí con "El Corazón del Tártaro" -que me lo prestaron- luego de "Amantes y Enemigos", leí la novela "La ridícula idea de no volver a verte", en la que la autora nos narra el duelo de la científica Marie Curie cuando muere su esposo Pierre para poder canalizar su propio dolor tras la muerte de su marido, el periodista Pablo Lizcano, quien falleció de cáncer en el 2009. Es una novela bellísima que mezcla ficción, ensayo y autobiografía, una mixtura de géneros y que me pareció magnífica. 


Rosa Montero y su marido, el periodista Pablo Lizcano. 

Me encantó el desenfado y la honestidad con que afirma que "le gustan guapos" (los hombres) y yo añadiría que también, aunque lo que más me seduce del sexo masculino es la mirada y la inteligencia, más que el físico.
El problema de algunos -que por más que luzcan como mi venerado Michael Fassbender (el hombre más bello del universo, junto a Jon Bon Jovi)- es cuando abren la boca y comienzan a hablar. Si son huecos, soberbios, arrogantes y superficiales (o estúpidos y desagradables) la belleza pierde automáticamente su encanto. En el caso de Pierre Curie y su difunto esposo, Pablo Lizcano, esto no sucedía porque la autora deja entrever en la novela que eran hombres súper inteligentes. 


Otros libros que he leído suyos éste año son "La loca de la casa", que habla de los escritores y la vocación literaria, más en clave ensayo (sigo intrigada con saber quien era el actor de Hollywood con el cual tuvo un amorío en los '70) y autobiografía y su brillante novela "La carne", en la que una mujer de sesenta años contrata a un gigoló de veintitantos, al ser abandonada por su amante de cuarenta. ¿Qué sucede con las mujeres cuando envejecen? ¿Dejan de sentir, dejan de desear? Sobre todas éstas cuestiones reflexiona ésta preciosa y atrevida novela. 


Así como soy fan de Nightwish y de Tarja, voy a hacerme fan de Rosa Montero.
A ver si voy eligiendo de a poco por cual libro suyo seguir, porque todavía me quedan varias obras de una autora sensacional para descubrir y seguir leyendo. Una escritora que no sólo maneja de manera sublime el lenguaje, sino que sabe crear personajes geniales, verosímiles, escribe de manera simple y cautivante, te engancha con las tramas y el ágil ritmo narrativo de sus libros y además, refleja como nadie cómo sentimos las mujeres -y los hombres también-. De ahí a que recomiende "Amantes y enemigos" y su literatura en general, porque me parece una gran autora cuya obra (por las temáticas que aborda) no pierde vigencia en la actualidad. 


La autora con sus perros y su biblioteca. Yo quiero unas botas como ésas. 
Toda persona que ame a los perros me cae simpática. 


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