Territorio Comanche - Arturo Pérez-Reverte




José Luis Márquez y Pérez-Reverte en Vukovar, Croacia. 

No es un secreto que Arturo Pérez-Reverte es uno de mis escritores favoritos. Descubrí su literatura hace un par de años, y cada tanto, en medio de la vorágine de mis lecturas universitarias obligatorias (algunas muy placenteras y otras, muy tediosas) de vez en cuando vuelvo a releerlo y a darle una chance a sus últimos lanzamientos, que por suerte, no me han defraudado. 

Cuando uno conoce bien la obra de un escritor, ya sabe el estilo literario, los trucos, las mañas, el arquetipo de personajes con los que se va a encontrar, pero también llega a sorprenderse cuando sigue publicando libros de una calidad excepcional que te hacen seguir apostando por él. Eso me sucedió con la reciente "Revolución", que no pude evitar devorar en un par de días y con la bellísima y conmovedora "El italiano", todavía sigo suspirando por el protagonista, Teseo Lombardo, quien me tocó una fibra muy íntima, por ciertas cualidades suyas que afortunadamente me he encontrado en personas de la vida real. 

Si bien tengo leídos la mayor parte de la obra clásica de Arturo, (desde El Húsar, su ópera prima, siguiendo por El maestro de esgrima, La Tabla de Flandes, [mi favorita de su primera etapa, tal vez porque su trama es bien borgeana], El Club Dumas, La piel del tambor y los siete volúmenes del Capitán Alatriste, entre otros), lo primero que leí suyo fue Territorio Comanche (Alfaguara, 1994) que no es una novela de ficción, sino que es un relato o nouvelle totalmente autobiográfico excepto el nombre de Barlés, el protagonista (que es el propio Pérez-Reverte, con otro nombre).

Territorio Comanche  es una obra breve, de poco más de 140 páginas, en la que el autor narra cómo era el trabajo de los reporteros de guerra (fotógrafos, camarógrafos, entre otros) paseándonos por los paisajes de la muerte y la destrucción, contándonos sus experiencias en las guerras de los años '70, '80 y 90's, como las de Eritrea, Chipre, Mozambique, El Salvador, Nicaragua, la Guerra del Golfo, el Líbano, un paseo por la "geografía de la catástrofe", que culmina en las Guerras de los Balcanes (Croacia y Bosnia- Herzegovina), las últimas en las que el escritor trabajó como periodista antes de retirarse, en 1994.



Este libro, además de ser un testimonio autobiográfico y documental de lo que era el periodismo de guerra en aquella época, es un homenaje a sus compañeros de trabajo, a los que todavía siguen vivos y a los que ya murieron, haciendo su trabajo o en guerras posteriores a la publicación del mismo (como ocurrió con Julio Fuentes, asesinado en Afganistán en el 2001 o Miguel Gil Moreno, en Sierra Leona, en el 2000). El principal homenajeado es el camarógrafo José Luis Márquez, un detalle hermoso, que refleja la amistad y la camaradería de estos profesionales que se jugaban la vida para poder informarle al mundo las atrocidades que se cometían en las guerras.




José Luis Márquez, el camarógrafo de TVE al que está dedicado el libro. 


          Sobre guerras y hoteles

"Para Barlés, como para cualquier reportero veterano, cada guerra estaba ligada al nombre de un hotel. Cuando la tribu de los enviados especiales desentierra el hacha y acude al olor de la pólvora, muchos rostros e identificaciones se sitúan mencionando fechas y hoteles: el Ledra Place en Chipre, el Commodore y el Alexandre en Beirut, los Intercontinental de Managua, Bucarest o Amman, el Hilton en Kuwait.... Los hoteles elegidos como cuartel general por los reporteros contienen un mundo singular y pintoresco: equipos de televisión entrando y saliendo, cables que cruzan el vestíbulo y las escaleras (...) , el bar sometido a expolio sistemático, apagones, velas en las habitaciones, camareros, soldados, proxenetas, traficantes.... A veces, como en Chipre, Kuwait o Sarajevo, también hay agua chorreando por las escaleras, cristales rotos a tiros y habitaciones deshechas a bombazos, colchonetas en los pasillos y el ruido de los generadores de gasolina para conseguir energía eléctrica. (Pérez- Reverte, 1994, pág. 27) 



Los periodistas que cubrieron la Guerra de Bosnia, en el hotel Holiday Inn de Sarajevo


La fachada exterior del Holiday Inn de Sarajevo durante la Guerra de los Balcanes

Imposible no pensar en Territorio Comanche considerando lo que está sucediendo ahora en Ucrania. Me pregunto cuántos años faltan para que empiecen a escribirse los libros de ficción y no ficción que nos relaten los horrores que se están cometiendo allí en la actualidad. 

Si hay un protagonista que no es humano pero que siempre está presente en éste libro, es Sarajevo, la capital bosnia, sitiada y asediada durante cuatro largos años por el ejército de Ratko Mladic, pero también Croacia, las ciudades de Vukovar y Mostar también tienen un lugar importante en Territorio Comanche. Es  un libro duro, en el que se relatan las aberraciones que pueden cometer los seres humanos en un conflicto bélico, la parte más cruel y miserable de los mismos, pero también la entereza y fortaleza que mostraban algunas personas que estaban pasando por esa terrible tragedia. Es evidente que la Guerra de los Balcanes es la que más ha marcado a este autor, porque en obras posteriores volvió a retomar estos escenarios, como en la novela de ficción El Pintor de Batallas (2006) 


"Todos eran tipos duros, pero Márquez era el más duro de todos. Barlés pensaba eso mientras lo veía acercarse cojeando. (...) El eterno dilema en territorio comanche es que demasiado lejos no consigues la imagen y demasiado cerca no te queda salud para contarlo, (...) Le fastidiaba que Barlés o cualquier otro se le metiera en cuadro mientras grababa niños muertos entre ruinas, aunque a veces, cuando ya no podía más, dejaba la cámara en el suelo y también se ponía a remover escombros; pero cuando tenía suficiente imagen para minuto y medio en el Telediario. Márquez era rubio, pequeño y duro, con los ojos claros, y las tías lo encontraban atractivo. (1994, pág. 11)"






Lo más entretenido del libro es leer las anécdotas de las experiencias de los periodistas, como se las apañaban para aguantar el dolor, desde las borracheras en hoteles "con apagones, velas en las habitaciones, cristales rotos a tiros y  habitaciones deshechas a bombazos, colchonetas en los pasillos y el ruido de  generadores de gasolina para conseguir energía eléctrica" (Pérez- Reverte, 1994. Pág. 27) , hasta las fiestas de cumpleaños organizadas en medio de la guerra, además de los variopintos personajes que se nos presentan a lo largo del texto.

Lo más emocionante de Territorio Comanche es que el autor nos habla de personas de verdad, esto no es ficción, por lo tanto la lectura es apasionante y enriquecedora, porque más allá de las tragedias narradas, el uso de la ironía, el humor negro y ciertas técnicas narrativas aligeran la lectura y te dan ganas de llegar hasta el final [aunque a veces te marees ante tanto nombre desconocido, más cuando no sos española, claro y encima, naciste en el mismo año en que se publicó el libro]. No podés evitar sonreír ante determinadas descripciones, especialmente de ciertos periodistas que son caracterizados con cariño y afecto y otros que son criticados con una elegancia y maestría que delatan la inteligencia del autor y la cantidad de libros leídos que llevaba en sus espaldas. 

Poco más tengo que añadir sobre esta obra, sin spoilear todo el argumento. Mi personaje favorito es Jadranka, la valiente intérprete que acompañaba a Márquez y a Barlés por las trincheras y los pueblos arrasados por Croacia. También me encantó el capítulo en el que el autor reivindica el trabajo de sus colegas mujeres, como Christiane Amanpour de la CNN, la italiana Oriana Fallaci, Aglae Masini, la fotógrafa estadounidense Corinne Dufka, entre otras: 


"Mujeres en la guerra. Jadranka, Maite, Heidi y sus palomas.  Catherine Leroy con sus cámaras al hombro, discutiendo con un soldado israelí en Tiro. Carmen Romero, de Efe, mojada de nieve en el Intercontinental de Bucarest, buscando un teléfono para transmitir que había muertos en las calles. (...) Carmen Sarmiento contando en directo una emboscada, en Nicaragua. Arianne conduciendo con chaleco antibalas  y un cigarrillo en la boca mientras los francotiradores disparaban en la Sniper Avenue de Sarajevo y en la radio del coche Lou Reed cantaba Caminando por el lado salvaje. (...) Corinne Dufka recortada a contraluz en las llamas del hotel Europa, con el cabello recogido en una trenza, los ceñidos tejanos y las Nikon colgadas del cuello, el día que Barlés no pudo quedarse quieto y ella lo fotografió sacando niños en brazos. (1994, pág. 48) 



Jadranka, la valiente intérprete croata que acompañaba a Barlés y a Márquez

Los que más me enternecieron fueron Manuel Ortiz, el argentino que siempre llegaba tarde para tomar la fotografía que lo hiciera famoso y Gervasio Sánchez, autor de la famosa imagen de la incendiada Biblioteca Nacional de Sarajevo que dio la vuelta al mundo en su momento, y luego publicó unos libros fascinantes sobre su experiencia como corresponsal en las guerras.

Cuando reseño un libro, suelo abordar otras cuestiones, pero Territorio Comanche es una de esas obras que te atraviesan e interpelan como ser humano, que te hacen replantearte un montón de cuestiones, que mientras lo leés te invaden un montón de sensaciones... es una lección de historia, de geografía, de amistad, camaradería, y también del horror, la miseria y el sufrimiento que son capaces de provocar las personas con poder y sin escrúpulos, que "se fuman un puro en sus despachos mientras planifican su  próxima guerra", como afirma el autor.


En fin, este libro me cautivó tanto, no solo por lo que se contaba en él, sino por la prosa del escritor, que decidí leer todo lo que más pude del mismo y no me defraudó para nada. No sólo vale la pena leer a Pérez-Reverte por la calidad que tiene como narrador de historias (por las descripciones de los escenarios, la manera en la que adjetiva, el desarrollo psicológico de los personajes, etc) sino porque es alguien que sabe de lo que está hablando, que vivió esas experiencias en carne propia y que cuando te cuenta una historia de guerra, no sólo la leyó en los libros sino que de verdad estuvo allí. 

"El horror puede vivirse o ser mostrado, pero no puede comunicarse jamás. La gente cree que el colmo de la guerra son los muertos, las tripas y la sangre. Pero el horror es algo tan simple como la mirada del niño, o el vacío en la expresión de un soldado al que van fusilar." (1994, pág. 51) 

Por lo tanto, tiene una manera de percibir la vida y escribir literatura muy diferente a otros escritores, su mirada lúcida, aguda, crítica, sombría en ocasiones, tal vez pesimista respecto a la condición humana, me resulta fascinante, porque como lectora me parece muy interesante y enriquecedor ver otros puntos de vista, muy distintos a los de ciudadanos que nunca estuvieron en un conflicto bélico.  Esto es lo que me llevó, después de leer Territorio Comanche, a leerme por lo menos veinte títulos más de Arturo Pérez-Reverte, en cuatro o cinco años (lo cual me sucede con pocos escritores, que conste). Porque el suyo es un mundo literario en el que me apetece permanecer porque, por alguna extraña razón, me hace disfrutar.


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