"Stevenson, Salgari y Verne sí, Kafka, Proust, Woolf y Joyce, no": una opinión sobre el canon literario

 




La profesora María y su defensa del canon literario 


Hay docentes que marcan nuestras vidas, aquellos de los que no nos vamos a olvidar nunca, aunque ya no caminen por éste mundo. En mi caso, esa docente se llama María, ahora está jubilada y fue mi profesora de Literatura Española en la universidad donde estudié. Profesora en Letras por la Universidad del Salvador, Mágister en Literatura Latinoamericana y Doctora en Literatura Argentina por la Universidad de Buenos Aires, se dedicó a la docencia en escuelas secundarias, en institutos terciarios y luego, en la universidad. 

Ella amaba el Siglo de Oro español
, tanto, que nombró Francisco y Miguel a dos de sus hijos, en honor a Quevedo y a Cervantes. Fue ella la que me enseñó a leerlos, no sólo a ellos, sino a Garcilaso de la Vega, a Góngora, Lope, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Lorca, Sender.... y a muchos otros más. Académica de pura cepa, pero a la vez humana, generosa y empática con los estudiantes, nunca nos hizo sentir mal porque nos equivocáramos o nos hizo callar cuando quisimos hacer un aporte en clase, como la cervantista que tuve en Literatura Medieval y Barroca. "No, eso que estás diciendo no es así", nos contestaba, cuando errábamos. Cero pedagogía. 

Pero la profe María se hizo de abajo, porque era del conurbano como nosotros y como nos dijo ella: "Yo no nací adentro de una oficina de investigación de la universidad", en referencia a otras colegas. Era una docente de la fiel infantería. Por eso le pedí a ella que me entregara mi diploma el 1 de noviembre del 2024. Éramos una dupla curiosa: ella morena, canosa, bajita, veterana, casi setenta años, muy sencilla, y yo alta,  llegando a los treinta años, vestida con camisa y falda negra ajustada arriba de las rodillas, calzada con tacones (de plataformas, por supuesto), le sacaba una cabeza a María. Le sumo 8cm a mi metro setenta y tres y en total, su reseñista, Cassandra, medía 1.81mts de estatura en su Acto de Colación. María era más pequeña que yo en altura, pero mucho más grande, porque fue mi maestra. De la que aprendí lo que tenía que hacer y lo que no, cuando estuviera en un aula frente a mis alumnos. 

"Pensé que no iba a llegar nunca", le comenté, cuando bajamos del escenario del Auditorio. Me refería a graduarme. Me llevó ocho años de sangre, sudor y lágrimas, más que a cualquier otro estudiante que cursara conmigo. 

María era una profesora muy particular.
Escribió su tesis de doctorado sobre Martín Kohan, un escritor argentino vivo, lo cual le ocasionó comentarios de censura de algunas colegas, escandalizadas porque no eligió a un escritor que estuviera muerto hace más de 200 años. Con ella, cuando cursaba mi Seminario de Lírica, de poesía Medieval, Renacentista y Barroca (Nos enseñó el Polifemo de Góngora entero) y nos tocó leer a Quevedo, mencionamos al creado por un escritor español del siglo XX. Ella es una gran admiradora de la saga del Capitán Alatriste, y en los pasillos de la universidad, hablábamos del Quevedo convertido en personaje de novela. "Esos libros son buenísimos", me dijo, entusiasmada. Había leído hasta el quinto tomo, que es mi preferido de la saga. El caballero del jubón amarillo. Y después algunos afirman que los "académicos son sectarios, son exigentes, que no saben valorar la literatura popular". Sí, claro. Qué bonito que es generalizar y meter a todos en la misma bolsa. Hermoso. 

La cervantista esnob que miraba mal a la profe María por la tesis de doctorado sobre Kohan, también fue mi profesora. A pesar de que no me caía simpática porque era muy pedante y engreída, tenía con qué. Ganó el premio a la mejor tesis de doctorado del Quijote de Cervantes, es decir, el 
IV Premio de Investigación Cervantista “José María Casasayas”  y logró que se la publicaran, en formato libro. Ésa mujer fue mi docente y debo admitir que aprendí muchísimo con ella, aunque sus modos no me gustaran. Fue la que me enseñó a leer a Petrarca, Boccaccio, Chaucer, Rabelais, Shakespeare, Pico de la Mirandolla y muchos otros... Por eso yo me enojo tanto cuando alguien me menosprecia a la hora de reseñar un libro. Si querés forrearme, primero estudiá cinco, seis, ocho años en la facultad Literatura/Filología como lo hice yo.

Pero volviendo al canon literario, la profe María decía que nuestra obligación como docentes de Literatura era enseñarles los clásicos a nuestros alumnos. "¿Si no lo hacemos nosotros, quién lo va a hacer?", nos decía, preocupada. Una vez nos contó una anécdota terrible: les hizo ver la película de Romeo y Julieta, basada en la obra de Shakespeare a sus alumnos de 15 años y una chica, no sabía cómo terminaba la historia. Otro estudiante, en plena crisis del 2001, le espetó que para qué quería saber de Literatura, si él no iba a estudiar ninguna carrera, sino trabajar en una casa de comidas rápidas. 

María nos dijo que el estudiante tenía razón, la Literatura, a efectos prácticos y económicos, no nos sirve para nada, pero que era su obligación otorgarle el acceso a la cultura, a la alta cultura. Y yo, pienso igual que ella. Yo soy argentina y hablo de mi país. No todos, tienen la suerte de nacer en una casa con Biblioteca ni con padres lectores o con estudios universitarios. Entonces, si nosotros no les acercamos los clásicos a los jóvenes... ¿Quiénes lo van a hacer? Los dejamos a la deriva. 


El canon literario.... sí, es cuestionable, pero nos sirve igual 

Harold Bloom, profesor de Literatura en Yale y autor de El canon occidental.


Es cierto que el canon literario está sujeto a múltiples debates y cuestionamientos, y que muchas veces está influenciado por cuestiones ajenas a la Literatura: el nacionalismo, la política, intereses de grupos sociales y culturales poderosos... Sería de necios defender un canon único, al que hay que seguir de manera sagrada. El canon cambia, muta, se moderniza. Incluye y excluye. 

Aún así, es la memoria de la literatura. El enojo de muchos contra el canon es que lo determinan las Academias, las universidades, no la industria cultural. Sé que lo que escribo puede ser incómodo para algunos, pero es la verdad. En el canon literario no está el que vende más, sino el autor al que lo van a seguir leyendo 200 o 300 años después de su muerte. Sé que la gente que trabaja en la industria cultural va a despotricar contra el canon y a aborrecerlo, pero señores, es lo que hay. A no enfadarse, son las reglas del juego.

Silvina Ocampo vendía poco y nada en vida y después de muerta, se convirtió en una escritora del canon argentino. O sino, el caso contrario, en vida, Roberto Arlt fue despreciado por el canon literario de su época por ser periodista, un autor popular y desde hace veinte años, está en el programa de Literatura Argentina II de la UBA, el programa que creó Beatriz Sarlo. Arlt, fue canonizado.

Yo creo que los que amamos los libros y escribimos con amor y pasión sobre ellos, desde diferentes partes del mundo, en distintos ámbitos (yo, una bloguera independiente a la que leen 1000 personas por mes, hasta los periodistas culturales más reconocidos que publican en diarios grandes) no deberíamos convertir la Literatura en una guerra entre clásicos del canon y bestsellers. Se pueden leer y valorar los dos y no hay ningún problema con eso. 

Yo adoro a Dubravka Ugrešić, que es una autora de las que ganan premios importantes en universidades (enseñó en Harvard, por ejemplo) y estuvo nominada al Nobel, al Booker; pero también me encanta Stephen King, que no va a ganar el Nobel en su vida, y es un autor súper popular. Y tampoco está obligado a hacerlo. Son diferentes tipos de escritores y me parece bien que existan. No hay que demonizar a unos o glorificar a otros, esto no es un River vs Boca, o un Atlético vs Real Madrid. 

Dubravka tuvo el prestigio que le otorgó la aprobación de la Academia, pero nunca pudo vivir exclusivamente de sus libros. Tenía que dar clases en universidades y escribir artículos en periódicos para pagar el alquiler, ni siquiera tenía casa propia. No se hizo multimillonaria vendiendo libros ni se alojaba en hoteles cinco estrellas en sus presentaciones. Pagó su precio, un precio muy caro por ser el tipo de escritora que era. Y que les quede claro, a mí me encanta como escritora no sólo por su estilo literario o sus conocimientos académicos, sino que, sobre todo, por mi biografía. El que la conozca bien, debería comprender porqué me fascinan e interpelan tanto los libros de ésta mujer. Dos más dos son cuatro, estimados lectores.  😉

No se puede tenerlo todo en la vida: ser un bestseller y pretender que te den o te nominen al Nobel. Lo importante, es estar conforme y orgulloso del tipo de escritor que uno sea, y aceptar las reglas del juego. No sentirse acomplejado porque no vas a ganar el Nobel o restarle importancia al Premio. No enojarte (o ponerte celoso) porque otra persona elogia a un autor que estuvo nominado. Puede que aquel lector, sepa valorar a ambos tipos de escritores: al popular, que vende mucho, y al que estuvo nominado o ganó el Booker. 

El que afirma que ganar el Premio Nobel de Literatura, no tiene importancia,
se miente a sí mismo. La tiene, a pesar de las polémicas y los cuestionamientos, del premio a Bob Dylan, por ejemplo. Revisen la lista de los que lo ganaron en el siglo XX y después me cuentan
Yo no voy a caer en el patriotismo de mesa chica de afirmar, que como no se lo dieron a Borges, que era argentino como yo, el Premio no vale nada. Borges lamentó toda su vida que no se lo dieran, pero no dio el brazo a torcer. Sus ideas políticas le impidieron recibir el galardón. No lo ganó, pero no pasa nada, sigue siendo un grande de la Literatura del siglo XX. Los escritores no están obligados a ganar éste premio. 


Pero volviendo al
canon literario, claro que es cuestionable. Harold Bloom, en su polémico libro, "El canon occidental", pone a Shakespeare en el centro, lo convierte en "Shakespeare Superstar" , como diría con ironía el escritor, crítico literario y profesor argentino, Carlos Gamerro. Podemos no estar de acuerdo con el canon de Bloom, que sentía preferencia por los anglosajones, pero no podemos negar que era un gran especialista en Shakespeare y un excelente crítico literario. Vale la pena leer ése libro, aunque no estemos de acuerdo con él. El análisis que hace de la obra de ciertos escritores (Goethe, Cervantes, Shakespeare, Kafka, Jane Austen, Borges, etc), vale muchísimo la pena. Bloom era un erudito, un hombre muy culto e inteligente, más allá de sus mañas. Ponernos en modo "todos los académicos y críticos literarios son malos, elitistas, mañosos, prejuiciosos" no nos ayuda en nada a estudiar, comprender y aprender más de Literatura, a cultivar nuestra inteligencia. Tienen sus defectos, sí claro, pero también sus virtudes. 

La universidad y la escuela tienen la obligación de enseñar el canon literario
y también de incorporar autores nuevos, porque lo demás, la literatura popular, el niño o adolescente lo puede adquirir por su cuenta, con ayuda de sus padres, amigos o de un Bibliotecario. En Argentina, el Diseño Curricular de Prácticas del Lenguaje (los primeros años de Secundaria, 1° a 3° año) incluye lecturas sugeridas de los siguientes escritores: Poe, H.G.Wells, Stevenson, Salgari, Mark Twain, Defoe, Verne, Oscar Wilde... clásicos de aventuras, policiales, ciencia ficción, terror, además de mitología griega y latinoamericana. 

Los últimos tres años, el Diseño Curricular de Literatura para 4to, 5to y 6to año incluye épica, epopeya, tragedia, ciencia ficción, realismo, realismo mágico y en sexto, vanguardias, europeas y latinoamericanas
Yo doy clases en sexto año, por lo tanto, les enseñé a mis alumnos poesía y narrativa vanguardista. Ya saben: Breton, Apollinaire y sus caligramas, Tzara, Rubén Darío, Storni, Vallejo, Pizarnik, Girondo, José Martí, entre otros. Leímos cuentos de Borges, Bioy Casares, Silvina Ocampo, Julio Cortázar, pero también les enseñé relatos de autoras vivas, de géneros populares: Claudia Piñeiro, que se dedica al policial y Mariana Enriquez, que escribe terror.


Porqué les leí a Kafka a mis alumnos adolescentes 




Uno de los últimos textos que les leí a mis estudiantes fue un fragmento de la novela de Kafka, "El proceso", que está como lectura sugerida en el manual de sexto año. El proceso, la novela del "yo puro" y del "yo como fachada", del "yo roto", que los alumnos comprendieron a la primera (al menos el argumento y las motivaciones del protagonista, también su dualidad).Por supuesto que no les voy a exigir que me hagan una tesis de un estudiante de posgrado. Hice lo que me enseñaron en el profesorado: bajarlo a su nivel, la adaptación pedagógica. Tengo colegas que les leyeron a los estudiantes "La metamorfosis" y quedaron fascinados con ése texto, no por las técnicas vanguardistas, sino por la alienación y la discriminación que sufre Gregor Samsa de su familia. Los chicos empatizaron con el personaje. 

¿Por qué les leí a chicos de 17 años una novela de un autor complejo, vanguardista, que "no es popular"? Porque considero que privar a un joven de la lectura de géneros que no sean fáciles y para entretenerse, quitarles la posibilidad de conocer a uno de los mejores escritores del siglo XX por prejuicios, es una falta de respeto a lo que llamamos con tanta ligereza "cultura". Sería una irresponsabilidad tremenda para mí como docente, ponerme en plan de inquisidora de la Literatura y negarles aunque sea un poquito de Kafka, Joyce, Woolf a chicos que en otro lugar, no van a tener la oportunidad de leerlos y saber que existen. Eso es democratizar la cultura, la literatura. 
Y esto lo escribe una persona que adora La isla del Tesoro, Los tigres de Mompracem, Peter Pan, El conde de Montecristo... 


Sí, señores, la reseñista esnob a la que le gustan los escritores vanguardistas estudió Letras gracias a Harry Potter. ¿Qué es Harry Potter, sino novelas de fantasía y aventuras que vendieron millones de ejemplares? 



¿Cómo no les voy a enseñar a Kafka a mis alumnos, porque era un escritor vanguardista, que usaba técnicas literarias distintas a las del siglo XIX? ¿Cómo lo voy a dejar de lado, a ningunear y a despreciar, porque es más complejo que otros escritores más populares, que un Stevenson, un Verne, un Dumas? ¿Para qué leo, entonces? ¿Para hacer una "grieta de la Literatura" y ponerme en plan de inquisidora de lo que vale la pena leer y lo que no?

Me parece horroroso negarles a los jóvenes una Literatura que es más compleja, que requiere que los mayores agarremos los libros y la estudiemos, que leamos a los críticos literarios, a los especialistas para comprenderla mejor.

Una persona que se precie de ser culta, inteligente, intelectual, que se dedique a promocionar la cultura, los libros, jamás debería decir en público o dar a entender que deberíamos ningunear y despreciar, a escritores que cambiaron para siempre la Literatura del siglo XX, como Kafka, Proust, Joyce, Woolf y muchos otros, porque son los que les gustan a los académicos y sus personajes no son "héroes populares". O sea, que, según éste criterio, nos quedamos con lo que se publicó en el siglo XIX y el canon del siglo XX, que desaparezca. 



¿Dalí? ¿Qué es esto? ¡Una pintura vanguardista, que es compleja! Pongámosla en la hoguera porque no es popular... 😂


Es como si habláramos de pintura del siglo XX, de arte pictórico y dijéramos que lo que hacían Picasso, Dalí y Warhol no vale nada porque era complejo, no era popular y valoramos solamente los clásicos, lo antiguo, como Da Vinci, Miguel Ángel y Rafael. Con ese criterio, afuera la vanguardia, pónganla en la hoguera. 

Esto me hace acordar a cuando yo reseñaba en la otra web de metal, para algunos veteranos de cuarenta y cincuenta años sólo valían Judas Priest, Iron Maiden y Black Sabbath, el heavy metal de los setenta y los ochenta. Lo nuevo, lo moderno, el Black Metal, el Death, el sinfónico, eran basura que no merecía ser llamada metal. Por eso, nos criticaban a los reseñistas jóvenes, a los que traíamos música de los años noventa y 2000. ¿Acaso vamos a convertir el campo literario en una secta? Yo no puedo creer las cosas que leo. 

No se entiende la Literatura del siglo XX y XXI sin Proust, Joyce, Woolf, Kafka, Sartre, Camus, Borges...
le guste a quien le guste. Joyce no es un autor que me entusiasme, me aburre mucho, pero no voy a negar que fue uno de los mejores escritores del siglo XX. Habría que ser un necio y un verdadero ignorante para afirmar que lo que hacía, no valía nada. El monólogo interior de Joyce, el cambio de focalización interna del narrador en Woolf, el impresionismo que utilizaba Proust en sus novelas... son técnicas que nunca se habían visto antes en Literatura. El que diga que las vanguardias no fueron importantes es porque no sabe nada de Literatura, por más que se crea el mejor lector del universo.

En lo personal, creo que hay un prejuicio contra los académicos. No todos son elitistas, sectarios y esnobs, yo tuve excelentes profesionales como docentes, de los cuales aprendí muchísimo. Conocer e identificar las técnicas narrativas que utilizaban los novelistas vanguardistas del siglo XX marcan la diferencia entre un profesor de Literatura culto y otro que es un grandísimo ignorante.


Pueden no gustarte estos autores, y está bien, pero hacer apología de que no valen nada ni merecen ser leídos, es una falta de responsabilidad intelectual alarmante, sobre todo, de personas que sí tienen cierta influencia en el panorama cultural. Hay que ser responsable de lo que uno escribe de manera pública, sobre todo, cuando te leen muchas personas. Y esto no lo escribo de mala onda, sino porque me preocupa el estado de la Literatura en la actualidad, me preocupa leer lo que escriben y defienden personas que tienen fama de ser "importantes y cultas".



Los filólogos y académicos a los que tanto les gusta criticar, estudiamos para esto, para que los chicos no terminen la escuela sin saber quiénes eran Kafka, Joyce, Proust... aunque sea, que sepan sus nombres y que existieron. Yo los animo, a los que son demoledores con éstos autores y los ningunean, que traten de escribir como ellos. 

Cuando vean, que aunque hagan su mejor esfuerzo, nunca les van a llegar ni siquiera a las suelas de los zapatos, van a aprender a tener más cuidado con lo que afirman sobre ellos. Traten de escribir como Virginia Woolf, la de los monólogos interiores, el impresionismo en "Al faro", los cambios de focalización interna de los narradores y cuando puedan demostrarnos que son igual de buenos que ella o superiores, ahí sí, sean despectivos con su obra. Hablen pestes de Virginia y de los escritores que son como ella. Woolf, la misma que escribió "Un cuarto propio", en defensa de las escritoras mujeres. Algunas son feministas de la boca para afuera nomás, porque es bonito y políticamente correcto decirlo, porque eso es ser  "más moderna".  



Vamos a ningunear a una escritora que fundó su propia editorial cuando las mujeres no lo hacían y que reflexionó sobre lo que era ser una escritora en un mundo que todavía era de los hombres, porque usaba la técnica del monólogo interior y el cambio de la focalización de los narradores. Pongámosla en la hoguera porque no era popular. 




Critiquemos y despreciemos a Woolf cuando podamos ser mejores escritoras que ella. 


Una vez, alguien que leí mucho y reseñé cuatro veces en éste blog, dijo que un escritor debía tener humildad profesional con los clásicos, que había que respetar a los que lo hicieron mucho mejor que ellos, a los que nunca podrían igualar. Pero algunos, se olvidan de esto. De sus propias palabras.



Borges sí, para la selfie, pero despreciemos a los escritores que son como él 




Como lectores, considero que cuando nos acercamos a  escritores complejos, difíciles, lo más adecuado es estudiarlos con detenimiento, con humildad profesional. Es lo que yo hago con Borges, para comprenderlo mejor leo a Sarlo, Piglia, Pauls, Gamerro.... Yo sola, no puedo. Cuando le pregunté a la profe María porqué me costaban tanto algunos cuentos de Ficciones, me respondió: "Para entender a Borges, necesitás una enciclopedia y a un profesor al lado". 

Por lo tanto, si seguimos el criterio de algunos, como Borges es un autor difícil, complejo, para nada popular, que no escribía cuentos de aventuras o de terror, vamos a dejarlo de lado, menospreciarlo y ponerlo en la hoguera, porque le gusta mucho a los académicos, a los profesores de Filología y de Letras. 



Borges, en sus inicios en la Literatura, era un poeta vanguardista, del movimiento ultraísta. Entonces, critiquémoslo porque era admirador de Kafka, fue influenciado por él*, despreciemos a los escritores canónicos y vanguardistas del siglo XX como él, pero después, hagamos turismo literario y tomémonos muchas selfies en Buenos Aires con todo edificio, casa, monumento o Fundación que lleve su nombre. Porque Borges, será un autor complejo, no es "popular", pero queda bonito en las fotografías, es cool ser lector suyo, te da prestigio, te da estatus. No es lo mismo ser lector de Borges que de Stevenson y Verne, ¿no? 





Eso sí, ni hablar de estudiarlo de verdad y leer a los críticos que analizaron su obra (Sarlo, Ana María Barrenechea, Pauls, Gamerro, Jaime Rest...) porque era vanguardista, complejo y por ende, no vale la pena. Pongámoslo en la hoguera junto a los Proust, los Joyce, las Woolf, los Kafka. ¿Cómo se llama eso, predicar una cosa y después hacer otra? Adivinen, no se los voy a decir yo. 



Notas al pie





La literatura no debería convertirse en una secta




Yo estoy muy a favor de la Literatura popular, me encanta que los jóvenes lean policial, novelas de aventuras, ciencia ficción, terror... Me gusta el trabajo que hacen las personas que ayudan a difundir la cultura a los más chicos, me parece fantástico. Pero de ahí, a generar una grieta en la Literatura y tirarle hate a todo lo que no sea para entretenerse, hay un abismo. No hay necesidad de ningunear a los autores que hicieron grande la Literatura en el siglo XX para imponer nuestros gustos literarios. Todo es válido: desde Proust hasta Agatha Christie. 

Si no lo hicieron, lean mi artículo "Sobre libros clásicos y bestsellers" en en el que cuento cómo fue mi formación literaria, desde niña. No me extiendo más. Repito, con toda la mejor intención del mundo: para escribir de Literatura, hay que estudiar mucho, leer y escuchar a los expertos, a la gente que sabe de verdad sobre el tema. Todos podemos opinar sin ser académicos o tener un doctorado en Letras, pero tratemos de ser coherentes con nuestro discurso. No vale despotricar contra los vanguardistas del siglo XX y unos años antes, ir a tomarte selfies con todos los monumentos a Borges que encontraste en Buenos Aires. Borges, también fue vanguardista. Y no es un escritor popular. No lo va a ser nunca. No era Stevenson, no era Dumas. No escribía novelas de aventuras. 

En mi opinión, cualquier persona que desee ser un buen escritor, debería leer y comprender bien a éstos autores y no despreciarlos, es importante preguntarnos qué tenía Virginia Woolf que la llevó a ser tan grande, que provocó que la leamos hasta el día de hoy. Antes de abrir la boca y ningunear a una escritora de éste calibre, habría que mirarnos al espejo con honestidad y preguntarnos, si tenemos un ápice del talento de ésta mujer. Humildad profesional, siempre. 


La literatura no es postureo, alojarnos en hoteles cinco estrellas, alardear de nuestras carteras Louis Vuitton y sacarnos selfies en lugares bonitos y lujosos, en casas y museos de escritores, para demostrarle al mundo que somos unos lectores inteligentes, cultos y elegantes (y con mucho dinero), sino que implica mucha lectura, estudio, dedicación y humildad. Implica tener conciencia de lo que escribís sobre determinados autores. Implica no tener prejuicios ante lo que es diferente y no entendés con una sola lectura, no despreciar al tipo de libros con los que vas a necesitar que alguien te los explique para comprenderlos, o leer a un especialista de la disciplina.

El campo literario, la literatura, no debería ser un lugar sectario donde lo único que importe son los escritores que nos gustan a nosotros y a los demás, los quemamos en la hoguera, porque son "los complejos, los difíciles, los que les gustan a los académicos".

Y todo esto, lo escribo con el mayor de los respetos, desde el punto de vista de una profesional de ésta disciplina y sin ánimo belicoso ni de polémicas. El que se quiera ofender por mis palabras, adelante. Los que me leen, saben que enfrentarse a una discusión sobre Literatura conmigo en términos poco diplomáticos, equivale a arriesgarse a perder la batalla. Si yo fuera una buena tenista, como Aryna Sabalenka, las molería a pelotazos a mis rivales en la cancha de tenis. Y créanme, que lo disfrutaría muchísimo.


Un saludo afectuoso desde el fin del mundo,

Cassandra, la reseñista gruñona. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Listado de Reseñas

¿Dónde encuentro la belleza en el arte? Una reflexión muy personal al respecto

¿Qué está pasando con el metal sinfónico en el 2025?